Matteo Matzuzzi
¿Ha dicho “el papa que
la cuestión de la ordenación de las mujeres es un capítulo cerrado porque así
lo decidió Juan Pablo II? Pues vale, Juan Pablo II ha muerto”. Sor Theresa
Kane, presidenta de Leadership
Conference of Women Religious (LCWR) a finales de los setenta, no se caracteriza,
precisamente, por usar perífrasis cuidadas y elegantes. Las monjas rebeldes
americanas vuelven a la carga, después de haber estado más de año y medio en el
punto de mira de la Congregación
para la Doctrina
de la Fe por
algunas posiciones consideradas muy poco ortodoxas.
Esperaban que con la
renuncia de Benedicto XVI (el severo teólogo, jefe del Santo Oficio durante más
de veinte años), todo pudiera cambiar. Concretamente, esperaban que el jesuita
argentino cambiara de línea y que Roma suavizara su posición. Sin embargo, los
primeros pasos han sido desilusionantes: Francisco piensa como su predecesor y las
propuestas que formulan sobre “ir más allá de la iglesia” y “más allá de Jesús”
siguen sin ser bien vistas. Hacen demasiada política, miran con buenos ojos las
reformas liberales de Obama y no aceptan que sólo los sacerdotes varones puedan
celebrar misa.
Un programa más que suficiente
para que el Vaticano activara una visita apostólica con la intención de tener una
idea más clara de la situación del LCWR, asociación fundada en 1956 y que
representa casi al ochenta por ciento de las 57.000 religiosas americanas.
Si la actual líder, sor
Florence Deacon, es catalogada como una progresista (el pasado mes de mayo en Roma,
en la asamblea plenaria de las superiores generales, dijo que, evidentemente,
“mientras estuvo en Argentina, el Papa no nos siguió muy de cerca”), sor
Theresa Kane adopta posiciones todavía más extremas. Declara en el “National
Catholic Reporter” que “Francisco tiene la ocasión de inaugurar una nueva
filosofía” que lleve a superar la brecha de la desigualdad actualmente
existente entre el hombre y la mujer.
Según sor Kane, sólo hay
una manera de hacerlo: responder afirmativamente a la ordenación de las mujeres.
“Es una cuestión de justicia”, añade convencida: “Los líderes católicos siguen
diciendo que María ha sido muy importante, pero luego no se trata nunca a la
mujer en un plano de igualdad con respecto al varón”.
En definitiva, “el Papa
Francisco tiene que poner encima de la mesa la cuestión de las mujeres sacerdotes
y llevar, de esta manera, a la iglesia al siglo XXI”. Sería, “una experiencia
maravillosa”, añade sor Kane.
Es una pena que, a bordo
de un avión que hacía el trayecto Rio-Roma, el pontífice latinoamericano, que levantó
tantas expectativas entre las religiosas sobre un cambio radical con respecto
de la etapa de Wojtyla y Ratzinger, haya manifestado claramente lo que piensa: “sobre
la participación de las mujeres en la Iglesia no nos podemos limitar a que sean mujer
monaguillo, presidenta de Cáritas, catequista. ¡No! Tiene que haber algo más,
más profundo, más místico, en lo que he dicho sobre la teología de la mujer”.
Francisco ha añadido
seguidamente: “es preciso expresar mejor” la importancia de la mujer en la Iglesia, habida cuenta de
que “la Virgen,
María, fue más importante que los Apóstoles, los obispos, los diáconos y los
curas”. Pero en lo que toca a la ordenación de las mujeres, “la iglesia ha
hablado y dice 'No.' Lo dijo Juan Pablo II. Y lo hizo mediante una formulación
definitiva. Esta puerta está cerrada”.
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