Jesús Martinez Gordo
«Diario Vasco» 8.III.2015
El
20 de febrero de 2014, Walter Kasper –por invitación del papa Francisco-
comunica en el consistorio de cardenales su posición favorable a que los
divorciados vueltos a casar civilmente puedan
participar en “el sacramento de la penitencia y de la comunión”.
E
indica que, para asumir esta propuesta, no es necesario cambiar la doctrina
sobre la indisolubilidad del matrimonio. Basta con emplear “otros
procedimientos, más pastorales y espirituales”, que los estrictamente
jurídicos, adoptados hasta el presente.
Las
reacciones en contra no se hacen esperar. Y presentan cierta entidad porque
proceden de cinco cardenales que tienen o han tenido (en la mayoría de los
casos) peso específico en la curia vaticana y en el gobierno eclesial. Una mirada global a las mismas pone de manifiesto la
importancia de debatir a fondo la supuesta imposibilidad escriturística,
patrística, jurídica y dogmática de la propuesta formulada por W. Kasper.
El argumento escriturístico está
particularmente presente. “La indisolubilidad del vínculo, sostiene
R. L.
Burke,
está claramente reconocida, desde la fundación de la Iglesia, en el evangelio
de Mateo, por lo que la Iglesia tiene que respetar y promover la verdad del
matrimonio de todos los modos posibles, como la unión indisoluble y abierta a
la vida entre un hombre y una mujer. No puede haber cambios en eso”. Si los
hubiera, la Iglesia no estaría cumpliendo las palabras de Cristo.