ANTE LOS CINCO AÑOS DE
MINISTERIO EPISCOPAL DE
D. JOSÉ IGNACIO MUNILLA
Preocupados por la incidencia que el cambio episcopal que
se produjo con el nombramiento de D. José Ignacio Munilla pudiera tener en el
desarrollo de la tarea pastoral y en el modelo de Iglesia vivido durante los
últimos años en nuestra Iglesia Local, deseando continuar dando testimonio
del Evangelio en medio de nuestro pueblo en la línea marcada por el Concilio
Vaticano II y explicitada en el documento Una Iglesia al servicio del Evangelio, un grupo de cristianos y cristianas de la
diócesis de Donostia, constituyó el año 2010 el colectivo de cristianos de
Gipuzkoa EUTSI BERRITUZ.
En la constitución del grupo se marcaron los siguientes
objetivos:
a)
Favorecer,
trabajar e impulsar dinamismos de evangelización para la concreta sociedad
guipuzcoana de los próximos años.
b)
Favorecer,
trabajar e impulsar la vida de las comunidades cristianas como corresponsables
de su propia vivencia del misterio de Jesucristo y de sus proyectos evangelizadores.
c)
Favorecer,
trabajar e impulsar el servicio de las comunidades cristianas a los pobres,
especialmente a los excluidos.
d)
Contribuir a la
pacificación en nuestro pueblo.
e)
Favorecer,
trabajar e impulsar la inculturación del Evangelio en el pluralismo actual de
nuestro pueblo.
Manifestamos, pues, que la misión de EUTSI BERRITUZ no es otra que la
de prestar un servicio a la Iglesia
desde su propia visión y eclesiología. Es lo que hemos tratado de hacer durante
estos años con nuestras limitadas fuerzas.
Con la valoración que presentamos
en este escrito a la IGLESIA DE GIPUZKOA exponemos nuestro análisis de la
situación de la diócesis a los cinco años de la toma de posesión de D. José Ignacio
Munilla, que hay que enmarcarla también en esa idea de servicio, como una
aportación, ya que consideramos que poner en claro la visión propia de la
realidad, de forma respetuosa y sincera, es uno de los más importantes
servicios que EUTSI BERRITUZ puede ofrecer a la IGLESIA DE GIPUZKOA en este
momento que consideramos muy delicado.
1.- Introducción
El 9 de enero de
2010 se celebró en la catedral del Buen Pastor de San Sebastián la eucaristía
de entrada y toma de posesión del nuevo obispo de nuestra diócesis: D. José
Ignacio Munilla. La celebración contó con la presencia destacada de D. Renzo
Fratini, Nuncio Apostólico en España.
Es de sobra conocido
que un amplio sector de nuestra Iglesia de Gipuzkoa (sacerdotes, religiosos y
laicos) había mostrado previa y públicamente su desacuerdo ante tal
nombramiento, ya que era bien conocido su modo de pensar tanto a nivel teológico-eclesial como sociopolítico, así
como su actuación como presbítero de nuestra diócesis a lo largo de más de
veinte años. Eran muchos los creyentes guipuzcoanos que veían en su
nombramiento episcopal una seria desautorización del camino eclesial y
pastoral, que la Iglesia peregrina en Gipuzkoa había recorrido a lo largo de
los cuatro decenios precedentes. Esta desautorización afectaba de manera
particular a los dos obispos anteriores, que habían tratado de potenciar una
Iglesia diocesana fiel al espíritu del Concilio Vaticano II y puesta al
servicio del Evangelio.
Fue realmente
escasa la asistencia de sacerdotes, religiosos y laicos diocesanos a la toma de
posesión de D. José Ignacio Munilla.
Basta recordar que la presencia sacerdotal no llegó ni al diez por ciento del
presbiterio diocesano.
Han transcurrido
cinco años desde aquella fecha y hemos creído necesario realizar una reflexión
valorativa acerca de la pertinencia de aquel nombramiento episcopal y de la
actuación pastoral posterior desarrollada por D. José Ignacio Munilla en
nuestra diócesis.
2.- Por qué se nombró Obispo de la diócesis de Donostia a
D. José Ignacio Munilla?
Iniciamos esta
valoración manifestando nuestra extrañeza y perplejidad por el hecho de que,
precisamente, un sacerdote de nuestra diócesis, que se había destacado por una
abierta oposición a su obispo y actuado como párroco al margen del plan
pastoral aprobado por la Iglesia diocesana, fuera elegido obispo de otra diócesis. Estamos convencidos
de que ese fue un primer paso para más adelante nombrarlo obispo de nuestra
diócesis, con la intención de eliminar de la vida pastoral de la misma todo
aquello que hiciera referencia al espíritu del Concilio Vaticano II, plasmado
en el documento “Una Iglesia al servicio del Evangelio”, vigente como instrumento
para la evangelización desde el episcopado de D. José Mª Setién. Debemos tener
en cuenta que fueron, dentro de la Iglesia, tiempos de involución, especialmente manifestada en la jerarquía de
la Iglesia española, presidida durante muchos años por el cardenal D. Antonio
Mª Rouco Varela. El cardenal Rouco siempre se manifestó en contra de la línea
pastoral de nuestra diócesis. Molestaba que nuestra Iglesia diocesana tuviera
una personalidad propia; que tuviera un notable entronque y una relevancia
manifiesta en la vida social de Gipuzkoa. Molestaba también que en la vida pastoral
de la diócesis los laicos jugaran un
papel relevante.
Sin un conocimiento
contrastado y correcto de nuestra diócesis, los responsables de la Iglesia
española pensaban que la diócesis guipuzcoana estaba demasiado politizada y era
excesivamente nacionalista. Pensaban también que, con respecto a la Iglesia
española, era escaso su sentido de afecto y pertenencia. Así mismo, eran de la
opinión de que en la diócesis apenas se ejercía oposición ante determinadas corrientes
culturales existentes en nuestro pueblo y que
nuestra Iglesia se mostraba demasiado abierta a las propuestas
teológicas más progresistas y creativas; según su punto de vista, en nuestra
diócesis no se potenciaban la presencia y la actuación de los nuevos
movimientos eclesiales, y se vivía una espiritualidad débil y excesivamente
encarnada.
Aunque D. José
Ignacio Munilla fuera nombrado inicialmente obispo de Palencia, era de esperar
que su siguiente destino, y a no tardar mucho, sería Donostia. Su intención fue
nombrarlo para suceder a D. Juan María Uriarte y así “enderezar” el rumbo
equivocado de nuestra diócesis.
Debemos recordar,
por otra parte, que en el documento denominado “Una Iglesia al servicio del
Evangelio” se recoge con claridad el espíritu evangélico y conciliar que el Papa
Francisco se esfuerza en plasmar actualmente en la vida de la Iglesia
Universal.
3.- Aspectos críticos de la actuación episcopal de D.
José Ignacio Munilla
No pretendemos hacer una valoración detallada y exhaustiva de
la actuación episcopal de D. José Ignacio Munilla. Sí queremos destacar
aquellos aspectos que nos resultan más preocupantes.
·
Una visión eclesial piramidal y autoritaria
No podemos sino afirmar que su actuación episcopal a lo largo de este
quinquenio, es fruto de su visión eclesial piramidal y autoritaria. Toma
decisiones muy relevantes para la marcha de la diócesis sin apenas escuchar ni
tomar en consideración planteamientos y razonamientos que le presentan muchos creyentes,
grupos eclesiales, instituciones diocesanas e incluso personas de su entorno. Muestra
escasa disposición al diálogo y a la autocrítica. Intenta rebatir de alguna
manera las propuestas que se le hacen desde diversos sectores sin analizar las
razones y las causas que están en la base de las críticas que se le hacen. Y en
consecuencia, actúa como si fuera el único y exclusivo propietario de nuestra
diócesis.
A los sacerdotes, religiosos y laicos críticos con su gestión los trata de
pastoralmente fracasados, incapaces de “afecto hacia su persona” y como
“conspiradores” que se sitúan “fuera de la Iglesia”. Una muestra reciente de
todo ello es la actitud manifestada y los comentarios que ha realizado ante una
carta crítica firmada por más de cien sacerdotes de nuestra diócesis en julio
de 2014. Mientras, para contrarrestar e ir silenciando las voces críticas del
presbiterio diocesano, va desarrollando toda una estrategia de incorporación de
sacerdotes foráneos afines a su sensibilidad
y con total sumisión a su persona; aduciendo
como excusa el envejecimiento de nuestro clero y la falta de vocaciones
sacerdotales.
·
Un magisterio episcopal pobre, polémico e
ignorado
Nuestra diócesis ha contado con obispos de gran categoría humana y
eclesial, con una formación teológica seria y sólida, y con un reconocido
sentido social. Su palabra era meditada y cuidada, ponderada e iluminadora,
eclesial y socialmente valorada. El magisterio de D. José Ignacio Munilla es,
muy a nuestro pesar, teológicamente pobre y no sintoniza con la cultura y el
sentir de nuestro pueblo; ignora los “signos de los tiempos” actuales, se
muestra excesivamente polémico y condenatorio de muchas sensibilidades
sociales. En consecuencia, es frecuentemente ignorado en nuestra Iglesia y en
nuestra sociedad.
D. José Ignacio Munilla trata de paliar la pobreza de su magisterio haciéndose
eco de los escritos y pronunciamientos del papa Francisco. Sin embargo somos
conscientes de que el pensamiento y la actuación de D. José Ignacio Munilla
están lejos de la sensibilidad, el pensamiento y la actuación del Santo Padre.
·
Un modo exclusivo
de realizar y aplicar los programas pastorales
Los programas pastorales presentados estos últimos años no han sido el
resultado de un itinerario sinodal ni de una dinámica diocesana participativa,
sino fruto de su exclusivo personalismo y de sus particulares pretensiones
pastorales.
Tales programas no han conseguido vertebrar ni animar la acción pastoral de
la diócesis. Muchas de nuestras parroquias y arciprestazgos no los han asumido como propios o los han ignorado.
Al mismo tiempo, tanto el Consejo de Arciprestes, como el Consejo
Presbiteral y el Consejo Pastoral Diocesano se han visto muchas veces reducidos
a meros órganos informativos, ya que el obispo toma sus decisiones sin estudiar,
debatir y analizar los temas, las propuestas e indicaciones planteadas en
dichas instituciones. Como muestra de lo que ocurre, recientemente, un grupo de
miembros laicos del Consejo Pastoral ha hecho público un escrito, en el que
manifiestan su desacuerdo con el funcionamiento de dicho Consejo y con la
actitud del obispo dentro del mismo.
·
Una actuación episcopal reducida prácticamente a la
capital
Las iniciativas pastorales promovidas por el obispo y por el obispado se
reducen prácticamente a actuaciones en las parroquias y movimientos de
Donostia-San Sebastián, que congregan a personas y grupos afines a su ideario
teológico, eclesial e ideológico. Su persona, mensaje y propuestas apenas
despiertan interés alguno en las parroquias y arciprestazgos de la provincia.
·
Las Unidades Pastorales y la corresponsabilidad laical
ignoradas
Queremos destacar, por su especial importancia, el desinterés y la
marginación que D. José Ignacio Munilla ha
mostrado hacia la Remodelación Pastoral que venía realizándose, de manera
compartida, en nuestra diócesis. No le interesó siendo sacerdote en Zumarraga y
tampoco lo ha impulsado en calidad de obispo diocesano. Ignorando por completo
los costosos esfuerzos realizados y los pasos dados durante los años
precedentes a su llegada como obispo, ni él ni sus vicarios han tenido el
sentido de responsabilidad y la visión de futuro para convocar a los responsables
de las Unidades Pastorales supraparroquiales oficialmente erigidas. Tampoco
se ha preocupado de reunir a los más de doscientos laicos de la diócesis, que
recibieron distintas encomiendas pastorales otorgadas públicamente por el
anterior obispo, para orientarlos en su acción pastoral en los nuevos tiempos.
Creemos que este dejar de lado el proceso de remodelación de nuestra
diócesis supone una grave irresponsabilidad y manifiesta una importante falta
de visión del futuro pastoral que demanda desde ahora nuestra diócesis
·
Un espiritualismo pietista y basado en devociones
Muchas de las iniciativas pastorales puestas en marcha por el obispo
diocesano impulsan y favorecen una espiritualidad marcadamente pietista y
devocional. De manera que, más que animar una espiritualidad sana, adulta y
significativa para nuestros días, promueve un espiritualismo preconciliar.
En sintonía con la intuición manifestada por K. Rahner —“El cristiano del siglo
XXI o será un místico o no será cristiano”—, creemos que
una de las tareas eclesiales más urgentes es, precisamente, la promoción de la
experiencia cristiana. Pero no realizada a través de medios devocionales más propios
de tiempos pasados, sino, siguiendo las líneas marcadas por el Vaticano II, por
un conocimiento más amplio y profundo de la Palabra de Dios, por una mayor empatía
con las preocupaciones y profundas demandas de la sociedad y una participación
más consciente, responsable y activa en la comunidad eclesial y su misión
evangelizadora.
D. José Ignacio Munilla no ha alentado los grupos bíblicos o de lectura
creyente de la Palabra que han jugado un papel importante en la formación de
muchos laicos diocesanos. Tampoco ha impulsado la creación de grupos de oración
de adultos y de corte actual.
·
Una comunión diocesana fracturada
Durante décadas nuestra diócesis ha gozado de una sintonía y comunión
eclesial notables. Pero esta comunión se ha debilitado y fracturado desde la
llegada de D. José Ignacio Munilla como obispo a nuestra diócesis. Durante
estos cinco años se ha ahondado la discrepancia eclesial, condicionando así en
buena medida la misión pastoral y evangelizadora de los organismos diocesanos,
arciprestazgos y parroquias.
Se ha ido creando un clima diocesano insano, enrarecido y fracturado con
dos sensibilidades pastorales marcadamente diferenciadas. Este clima conlleva
la falta de una comunión sincera y de mutua transparencia entre los diocesanos.
Ante esta realidad D. José Ignacio
Munilla parece mirar a otro lado y
pretende ubicar el problema en el seno del presbiterado olvidando su
responsabilidad en esta fractura. Dada la gravedad del problema, pero sin considerar
la raíz fundamental del desencuentro y desafección existentes, —su persona y la
forma de ejercer el ministerio episcopal— plantea caminos de falsas soluciones de
comunión, a través de una pretendida regeneración espiritual totalmente ajena a
la realidad.
4.- A modo de resumen
Subrayamos, a modo de resumen, los siguientes aspectos:
1.
D.
José Ignacio Munilla manifiesta una grave incapacidad para crear comunión
eclesial y para aunar los esfuerzos necesarios para una acción pastoral eficaz y
actual. Intenta presentarse como hombre de diálogo, pero su respuesta a la
carta suscrita por más de cien sacerdotes de nuestra diócesis en julio de 2014,
no ha sido otra sino la tergiversación de la misma y la descalificación de los
firmantes. De prolongarse esta situación se irá incrementando la disgregación de
las comunidades cristianas e igualmente continuará desfondándose, cada vez más, la actividad de
la diócesis.
2.
La
etapa episcopal se caracteriza, por una parte, por la promoción de una
actividad pastoral sustentada en la improvisación y sin prioridades definidas.
Por otra parte, se caracteriza también por la realidad de que los programas y
propuestas realizados desde el obispado, no son valorados ni tenidos en cuenta
en muchos de los arciprestazgos y parroquias de la diócesis. Así, la vida de la
Iglesia diocesana se va deteriorando y paralizando, sin que tampoco se
vislumbre planteamiento alguno de futuro.
3.
Estos
cinco años se han caracterizado igualmente, por su despreocupación y abandono
de la formación permanente de los agentes de la Pastoral. La inactividad del
Instituto de Teología y Pastoral Gentza (jornadas pastorales, seminarios de
formación, encuentros…), los sucesivos cambios de los profesores y de los
cursos del Instituto de Ciencias Religiosas Pio XII, la ubicación del Seminario
Mayor en Pamplona, el descuido de la formación del laicado han empobrecido seriamente la calidad del trabajo
pastoral.
4.
Organismos
Diocesanos de primer orden, como el Consejo Presbiteral, el Consejo de Arciprestes o el Consejo
Pastoral Diocesano no funcionan como espacios de reflexión, diálogo y
discernimiento. No hacen sino reflejar
la tensión y desmoralización existentes en la diócesis. Así, buena parte de los
consejeros de ambos ( estos?) organismos confiesan, que, en realidad, a D. José
Ignacio Munilla le sobran los consejos, ya que no se presta a la escucha
activa, ni al contraste sincero. Y está lejos
de realizar la más mínima autocrítica.
5.
La
ausencia frecuente del obispo de su diócesis y su escasa presencia en las
parroquias y arciprestazgos de la provincia está siendo una de las expresiones
más claras del carácter personalista de su manera de llevar a cabo el gobierno
de nuestra diócesis y le impide conocer desde la cercanía la opinión y el
parecer de la mayoría de sus feligreses acerca de la marcha de esta Iglesia
Local, y priva, al mismo tiempo, a la mayoría de los diocesanos de la posibilidad de conocer
de cerca a su pastor.
De prolongarse esta
situación, seguirán creciendo, necesariamente, en la diócesis la desmoralización
y el aislamiento de la mayoría de las comunidades cristianas.
6. Sabemos que las situaciones y realidades pueden ser
contempladas y valoradas de distintas maneras. Por ello, no pretendemos
arrogarnos la verdad absoluta sobre lo que está sucediendo en nuestra diócesis.
Pero nos hemos esforzado en que nuestra mirada
sea lo más objetiva posible y lo más cercana a la realidad. ¿Qué podemos
hacer una vez expuesta la situación tan preocupante y descorazonadora que vive
nuestra diócesis? Creemos sinceramente que la solución, no está en nuestras
manos. No nos queda sino esperar que la reforma eclesial iniciada y promovida
por el papa Francisco llegue un día a nuestra diócesis, y ésta pueda recuperar
el clima necesario de sintonía y comunión, para poder llevar a cabo la misión
evangelizadora hoy y aquí.
Constatamos, que la actuación de D. José Ignacio Munilla
ha traído división y mucho dolor a nuestra Iglesia diocesana. Ante la grave
realidad que hemos descrito, ¿Qué dicen ahora los responsables de la jerarquía
de la Iglesia española que intervinieron en su designación?
Finalmente, queremos manifestar, que está en la intención de muchos sacerdotes, laicos y religiosos
de la Iglesia guipuzcoana seguir desarrollando en nuestras comunidades el espíritu
recogido en el documento “Una Iglesia al servicio del Evangelio” elaborado por
la diócesis en 1999.
Gipuzkoa, Febrero de 2015
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