Fuente: Cristianisme i Justícia
Por Michael Löwy
02/07/2025
[Artículo publicado el 24/06/2025 en Jacobinlat].
I.
Este año, los revolucionarios de todo el mundo celebran la memoria de Thomas Müntzer (1490-1525), ejecutado en Mühlhausen el 27 de mayo de 1525. Predicador anabaptista y uno de los líderes religiosos de la guerra de los campesinos en el Sacro Imperio Romano Germánico en el siglo XVI, fue un auténtico líder revolucionario.
Nacido en el seno de una familia de artesanos pobres, estudió teología y fue ordenado sacerdote, pero en 1519 se unió a Lutero. Poco después, en 1521, redactó el Manifiesto de Praga, que era un llamamiento a la revuelta contra «la ramera de Babilonia», como se denominaba a la Iglesia de Roma. Sin embargo, pronto criticó a Lutero por su connivencia con los poderosos. En 1524 pronunció el Sermón a los príncipes, en el que atacó con virulencia la autoridad de la Iglesia y del Imperio. Se unió al movimiento campesino anabaptista y predicó el restablecimiento de la Iglesia apostólica, por la fuerza si era necesario, para preparar lo antes posible el reino de Cristo. Thomas Müntzer y su grupo tomaron el poder en febrero de 1525 en Mühlhausen, Turingia, donde instauraron una especie de poder revolucionario radical e igualitario, aliado a la revuelta campesina.
Místico y milenarista, inspirado en la doctrina medieval de la «Tercera Edad» de Joaquín de Fiore, Müntzer era también un revolucionario que denunciaba el poder de los ricos y la complicidad de Lutero con los príncipes. Al igual que los anabaptistas, exigía a sus seguidores que practicaran el bautismo de adultos. En la tradición apocalíptica, anunciaba la inminencia del fin de los tiempos y del juicio final. En sus sermones de Wittenberg (1523) intentó levantar a los artesanos y campesinos contra los príncipes reinantes y los poderes eclesiásticos.
Decidido a unir su destino a la revuelta campesina, Thomas Müntzer se puso al frente en mayo de 1525 de un ejército de siete mil soldados campesinos que se preparaba para combatir a los príncipes en Frankenhausen. La batalla tuvo lugar el 15 de mayo: mal equipados e inexpertos, los campesinos fueron masacrados por los ejércitos principescos, compuestos por mercenarios profesionales fuertemente armados y provistos de cañones. Herido, Müntzer fue capturado en una casa de Frankenhausen, donde se había refugiado. Tras ser torturado, fue decapitado en Mühlhausen (Turingia) ante una multitud de representantes de la alta nobleza. Para que lo viera el buen pueblo, su cabeza empalada fue expuesta en las murallas de la ciudad.
Una inscripción mural en la ciudad de Heldrungen lo estigmatiza como archifanaticuspatronus et capitaneusseditiosorumrusticorum: un homenaje involuntario…
II.
Los socialistas alemanes, desde el siglo XIX, encontraron en la guerra de los campesinos del siglo XVI y en la figura de Thomas Müntzer una fuente de inspiración y un precedente histórico capital.
Este es el caso, en particular, de Friedrich Engels, que les dedicó uno de sus principales —si no el más importante— estudios históricos: el libro La guerra de los campesinos en Alemania (1850). Su interés, su fascinación incluso, proviene probablemente del hecho de que este levantamiento fue el único movimiento verdaderamente revolucionario en la historia alemana antes de 1848. El libro comienza, por cierto, con esta frase: «El pueblo alemán también tiene sus tradiciones revolucionarias»[1].
Analizando la Reforma protestante y la crisis religiosa de principios de siglo en Alemania en términos de lucha de clases, Engels distingue tres bandos que se enfrentan en un campo de batalla político-religioso: el bando conservador católico, compuesto por el poder del Imperio, los prelados y una parte de los príncipes, la nobleza rica y el patriciado de las ciudades; el partido de la Reforma luterana burguesa moderada, que agrupaba a los elementos poseedores de la oposición, la masa de la pequeña nobleza, la burguesía e incluso una parte de los príncipes, que esperaban enriquecerse con la confiscación de los bienes de la Iglesia. Por último, los campesinos y los plebeyos constituían un partido revolucionario, «cuyas reivindicaciones y doctrinas fueron expresadas con mayor claridad por Thomas Müntzer»[2].
Este análisis de los enfrentamientos religiosos a través del prisma de las clases sociales antagónicas es notable, aunque Engels parece, de forma reduccionista, considerar la religión solo como una «máscara» o «tapadera» detrás de la cual se esconden «los intereses, las necesidades y las reivindicaciones de las diferentes clases». En el caso de Müntzer, afirma que «ocultaba» sus convicciones revolucionarias bajo una «fraseología cristiana» o bajo una «máscara bíblica»; si se dirigía al pueblo «en el lenguaje del profetismo religioso» era porque era «el único que era capaz de entender en aquella época»[3].
Al mismo tiempo, no oculta su admiración por la figura del profeta milenarista, cuyas ideas describe como «cuasi comunistas» y «religiosas revolucionarias»:
Su doctrina política se correspondía exactamente con esta concepción religiosa revolucionaria y superaba tanto las relaciones sociales y políticas existentes como su teología superaba las concepciones religiosas de la época. […] Este programa, que era menos una síntesis de las reivindicaciones de los plebeyos de la época que una anticipación genial de las condiciones de emancipación de los elementos proletarios que germinaban entre esos plebeyos, exigía la instauración inmediata en la tierra del Reino de Dios, del reino milenario de los profetas, mediante el retorno de la Iglesia a sus orígenes y la supresión de todas las instituciones que contradecían a esta Iglesia, supuestamente primitiva, pero en realidad completamente nueva. Para Muntzer, el reino de Dios no era otra cosa que una sociedad en la que no habría diferencias de clase, ni propiedad privada, ni poder estatal extranjero, autónomo, opuesto a los miembros de la sociedad[4].
Lo que se sugiere en este sorprendente párrafo es no solo la función protestataria e incluso revolucionaria de un movimiento religioso, sino también su dimensión anticipadora, su función utópica. Estamos aquí en las antípodas de la teoría del «reflejo»: lejos de ser una simple «expresión» de las condiciones existentes, la doctrina político-religiosa de Müntzer aparece como una «anticipación genial» de las aspiraciones comunistas del futuro. En este texto se encuentra una nueva pista, que no es explorada por Engels, pero que más tarde será profundamente trabajada por Ernst Bloch, especialmente en su ensayo juvenil sobre Thomas Müntzer.
III.
Casi un siglo más tarde, en 1921, el joven Ernst Bloch publicará su Thomas Müntzer, theologien de la revolution, un homenaje entusiasta, por parte de un marxista libertario, al líder de los anabaptistas, y un análisis detallado de sus proclamas. En una introducción, revisa la bibliografía sobre Müntzer y menciona positivamente el libro de Engels sobre la guerra de los campesinos, aunque lo presenta únicamente como «un estudio económico y sociológico, con referencias laterales a los acontecimientos de 1848»: una descripción que no hace justicia a la riqueza de esta obra. También menciona, como un acercamiento simpático, el capítulo que le dedica Karl Kautsky en su libro sobre los precursores del socialismo. Sin embargo, a pesar de sus cualidades, Kautsky, por su apego a la filosofía de la Ilustración, manifiesta, en su opinión, una «total incapacidad para comprender los hechos religiosos» y, en particular, la mística apocalíptica del teólogo revolucionario[5].
En Ernst Bloch, por el contrario, esta dimensión apocalíptica del discurso de Müntzer se destaca con admiración:
Aquí no se luchaba por tiempos mejores, sino por el fin de todos los tiempos: en sentido estricto, en una propaganda apocalíptica de la acción. No para vencer las dificultades terrenales en una civilización eudemonista, sino para […] la irrupción del Reino[6].
Analizando el primer gran documento de Müntzer, el Llamamiento de Praga (1521) –IntimatioThomaeMuntzeri[…] contra Papistas–, que reproduce íntegramente, Bloch ve en este texto inaugural «suceder y confundirse, de manera casi inmediata, el odio a los señores, el odio a los sacerdotes, la reforma de la Iglesia y el misticismo mesiánico»[7].
Sin embargo, muy rápidamente, las prédicas de Müntzer se radicalizan. En una interpretación de tono anarquista, Bloch percibe su doctrina y la de los anabaptistas como una negación de la autoridad del Estado y de toda ley impuesta desde fuera, «adelantándose casi a Bakunin». Müntzer predicaba «una república mística y universal» e incluso «algo aún más profundo: una completa comunidad de bienes, el retorno a los orígenes cristianos, el rechazo de toda autoridad pública»[8].
Para ilustrar la radicalidad de Müntzer, Bloch cita largos pasajes de la Apología de Núremberg (1524), donde el teólogo anabaptista denuncia a los señores y príncipes (con abundantes citas de los profetas del Antiguo Testamento) con argumentos que tienen una sorprendente actualidad en 2025:
Se apropian de todas las criaturas; los peces en el agua, los pájaros en el aire, la vegetación en la tierra, todo debe pertenecerles, Isaías 5 […]. Ahora los vemos oprimir a todos los hombres, al pobre labrador, al pobre artesano, desollar y despojar a todo lo que vive, Miqueas 3[9].
Para Bloch, el reformador Müntzer se sitúa en las antípodas de la divinización luterana del Estado y del «capitalismo como religión» de Calvino. Describe su llamamiento de 1525 a los mineros como una «declaración de guerra a las casas de Baal», e incluso como «el más apasionado, el más furioso manifiesto revolucionario de todos los tiempos». Por desgracia, sin gran resultado[10].
Poco después, en Frankenhausen, el «ejército revolucionario y mesiánico» de los campesinos, mal armados —sin artillería ni pólvora— y sin un estado mayor experimentado, inspirado pero no comandado por Müntzer, fue exterminado por los señores feudales.
Ernst Bloch percibe a Thomas Müntzer como un momento crucial de la historia subterránea de la revolución, que va desde los cátaros, los valdenses y los albigenses hasta Rousseau, Weitling y Tolstói: una inmensa tradición que quiere «acabar con el miedo, con el Estado, con todo poder inhumano»[11].
¿Quiénes serían hoy los herederos de Thomas Müntzer y de esta historia clandestina? Ernst Bloch evoca a Karl Liebknecht y, en la conclusión de su ensayo, hace un llamamiento a una alianza «entre el marxismo y el sueño de lo incondicionado […], en el mismo plano de campaña». El ensayo de Bloch fue escrito en un momento, 1921, en el que la revolución en Alemania aún parecía posible. De ahí la sorprendente conclusión del libro: «Erguido sobre los escombros de una civilización arruinada, se alza el espíritu de la utopía indestructible […]»[12].
IV.
¿Sigue siendo actual esta historia, cinco siglos después? ¿Sigue hablando a nuestro espíritu el personaje de Thomas Müntzer? Así lo creen los redactores de la revista Negatif y del Grupo Surrealista de París, que publicaron, el 1 de mayo de 2025, un magnífico panfleto en homenaje al 500 aniversario de la Guerra de los Campesinos. En él se cita el siguiente fragmento del libro de Ernst Bloch: «Espera que se escuche su voz, esta historia subterránea de la revolución».
Así se refieren los autores al predicador decapitado por los señores en mayo de 1525:
A la vanguardia de este movimiento, la figura del predicador Thomas Müntzer aparece como la voz más radical del momento. Thomas Müntzer[…] la voz más alta que llamaba a la revuelta más amplia; él, el martillo vengador dispuesto a todas las luchas contra los hambrientos, los explotadores y los hipócritas religiosos de su tiempo; él, que hizo temblar a los poderosos; […]él, que no abandonó a los rebeldes cuando los ejércitos de los príncipes, fuertes por el apoyo ideológico del siniestro Lutero, se unieron para masacrar salvajemente a quienes se habían atrevido a levantarse contra su orden; él, Thomas Müntzer, que sucumbió en la batalla, nos sigue dando, quinientos años después de su muerte, el ejemplo de la inflexibilidad de nuestras exigencias milenarias, más radicales aún que cualquier milenarismo anticuado. En este 1 de mayo de 2025, gloria a ti, Thomas Müntzer, cuya sombra incendiaria seguirá desgarrando la noche de nuestra época, que no es menos oscura y oscurantista que la tuya.
El folleto se distribuyó durante las manifestaciones callejeras del 1 de mayo de 2025.
En su prefacio a la reedición de la traducción francesa de La guerra de los campesinos en Alemania, de Engels, Eric Vuillard observa: «Esta guerra de los campesinos no pertenece al pasado, no es[…]una revuelta anticuada para los libros de historia. […] Esta historia no ha terminado»[13]. Esto es especialmente cierto en América Latina, que ha vivido numerosas «guerras campesinas», desde Túpac Amaru hasta Emiliano Zapata, y desde Augusto César Sandino hasta el EZLN de Chiapas. Es una lucha que continúa hoy en día, bajo la dirección de la gran confederación Vía Campesina, para imponer una verdadera reforma agraria y romper con la lógica ecocida del agronegocio capitalista.
Walter Benjamin estaba convencido de que la memoria de los antepasados martirizados es la fuente más poderosa de las revueltas de los oprimidos. Esto es válido, más que nunca, para los campesinos insurgentes de 1525 y su teólogo revolucionario, Thomas Müntzer.
[1] Friedrich Engels, La guerra de los campesinos en Alemania (1850), París, Ed. Sociales, trad. Emile Bottigelli, Prefacio de Eric Vuillard, Introducción de Racher Renault, p. 69.
[2] Ibid. p. 101.
[3] Ibid. p. 95.
[4] Ibid. p. 113.
[5] E. Bloch, Thomas Müntzer, theologien de la révolution (1921), París, Julliard, trad. Maurice de Gandillac, 1975, p. 21.
[6] E. Bloch, Thomas Müntzer, teologías de la revolución, p. 91.
[7] Ibid. pp. 32-33.
[8] Ibid. pp. 119, 137.
[9] Ibid. pp. 66-67
[10] Ibid. pp. 182-183, 96-98.
[11] Ibid. p. 305
[12] Ibid. pp. 154, 306
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