En México, el asesinato del padre Marcelo Pérez, figura emblemática en la defensa de los derechos humanos, ha causado conmoción en todo el país. La violencia es recurrente, con alrededor de dos sacerdotes asesinados cada año por grupos armados, lo que convierte a México en uno de los países más peligrosos de América Latina para los clérigos.
Fuente: es-la-croix.com
Por Marine Lebègue, desde México
24/10/2024
Un asesinato con repercusión mundial. Sin embargo, la muerte del padre Marcelo Pérez, asesinado el domingo 20 de octubre en Chiapas, al sur de México, dista mucho de ser un caso aislado. Un colorido fresco adorna la fachada de la iglesia de la Sagrada Familia de Ciudad de México. En el centro de la pintura hay dos hombres con el pelo gris y arrugas visibles. Uno lleva gafas, el otro un sombrero de paja. "Son los padres Javier Campos y Joaquín Mora", dice Gonzalo Rosas, el párroco.
Inaugurado este año, el fresco rinde homenaje a los dos jesuitas asesinados en 2022 en Cerocahui, un pueblo del estado de Chihuahua, en el norte de México. "Un guía turístico era perseguido por un grupo armado y se refugió en la iglesia de los padres Javier y Joaquín. Al final, el asesino los asesinó a los tres", resume con la mirada perdida.
El Centro Católico Multimedial, una agencia de prensa católica, ha registrado cerca de 80 asesinatos de sacerdotes en el país desde 1990. "México está cabeza a la cabeza con Colombia, el país más violento de América Latina en lo que se refiere a clérigos", afirma Salvador Maldonado Aranda, profesor de antropología especializado en violencia en la Universidad de Michoacán. Este estado del oeste de México es uno de los lugares favoritos de los cárteles, en detrimento de la población local, que suele ser objeto de sus ataques.
Sacerdotes y activistas
"Cuando se produce una situación de emergencia, los sistemas estatales no reaccionan con suficiente rapidez", deplora el académico. "Pero los curas ya están ahí. Hacen un trabajo muy duro. Ayudan a la gente en el día a día, escuchan y recogen testimonios. Por eso, hoy en día, las personas vulnerables acuden primero a su párroco".
En Michoacán, como en otros Estados mexicanos, muchos sacerdotes han puesto sus iglesias a disposición de las personas desplazadas a la fuerza por los cárteles. "La labor de los sacerdotes en estas zonas va más allá de su misión religiosa", explica Salvador Maldonado Aranda. "A menudo acaban convirtiéndose en activistas. Sienten la frustración de la gente que se siente abandonada, así que se movilizan y cuestionan abiertamente a las instituciones para que respondan con mayor rapidez. Se convierten en referentes, y eso no gusta a los grupos armados, porque ponen de relieve lo que está mal. Son una molestia".
Objetivo de los grupos armados
"El 17 de octubre de 2023", cuenta el padre José Filiberto Velázquez, "estaba en mi coche cuando se me acercó una moto. Iban dos en ella. Mientras el primero conducía, el segundo hizo varios disparos en mi dirección". Milagrosamente, este sacerdote afincado en Chilpancingo, capital del Estado de Guerrero, en el suroeste de México, salió ileso. Desde entonces, nunca ha salido sin escolta. "El padre Marcelo Pérez también debería haberlo tenido. Hoy seguiría aquí", suspira. Al igual que el sacerdote asesinado el domingo 20 de octubre, José Filiberto Velázquez afirma llevar dos sombreros: eclesiástico y activista: "Hace seis años, cuando llegué a Chilpancingo, fundé una organización de derechos humanos".
Llamado "Minerva Bello", el centro acoge a familiares de personas desaparecidas, desplazadas o asesinadas. "Mi trabajo como religioso y mi compromiso con Minerva Bello me han llevado a actuar como mediador entre los grupos del crimen organizado y el Estado", explica el sacerdote. Un papel peligroso, que le convierte en objetivo prioritario de los cárteles. Desde el doble asesinato de los padres Javier Campos y Joaquín Mora en 2022, se ha instaurado un "diálogo nacional por la paz" para intentar limitar la violencia contra los clérigos.
Pero a nivel local, las soluciones siguen siendo esquivas, y la vida de los sacerdotes pende de un hilo. "Varias veces me han sugerido que me vaya de Chilpancingo, que huya de Guerrero", admite José Filiberto Velázquez. "Pero sigo aquí. Mientras haya trabajo por hacer, seguiré luchando".
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La Iglesia pide justicia para el padre Marcelo Pérez
La Iglesia católica de México ha pedido a las autoridades que pongan fin por completo a la violencia y la corrupción en Chiapas, tras el asesinato el domingo 20 de octubre del sacerdote indígena y defensor de los derechos humanos Marcelo Pérez. "Exigimos a los tres niveles de gobierno un alto total a la violencia en nuestro Estado, producto de la impunidad, la complicidad y la corrupción", señaló en un comunicado la Diócesis de San Cristóbal de las Casas, a la que pertenecía el sacerdote de 51 años. En su declaración dirigida al gobierno y a la sociedad civil, la diócesis también pidió que se investigue el crimen "hasta dar con los verdaderos responsables intelectuales y materiales".
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