Por Giuseppe Rinaldi
Pensando en la propuesta de vida cristiana, que es la evangélica, lo que, ante todo y sobre todo, como ciudadano y creyente, objeto al modelo que nos legó Silvio Berlusconi no es tanto su “modus vivendi” (su modo de vivir) como su “modus cogitandi”, es decir, su modo de concebir la vida. En otras palabras, lo que puso como fundamento de su vida pública, determinando todo lo demás. Y que ha tenido una gran influencia en toda la sociedad, y en muchas generaciones, en los últimos treinta años.
La gravedad de lo que transmitió radica en esto, en mi humilde opinión: el modelo de vida que promovió, difundió y reclamó es antievangélico y, empleando precisamente el lenguaje del Evangelio, diabólico. Y no creo exagerar, basta pensar en dos pasajes del Evangelio de Lucas: las tentaciones de Jesús (Lc 4,1-12) y el menos conocido y utilizado en la predicación, el de las cuatro maldiciones o malaventuranzas (Lc 6,24-26).
Las respuestas de Jesús al diablo definen su pensamiento sobre la vida como antitético al del diablo.
No solo de pan vivirá el hombre afirma la primacía de lo espiritual sobre lo material, algo que en la vida de Jesús y del cristiano significa, en particular, cuidar y respetar las relaciones consigo mismo y con los demás: lo espiritual es la dimensión que nos une a Dios y a los demás con los que experimentamos igual dignidad. Encubrir la vulgaridad con ingenio no elimina la blasfemia de la falta de respeto por las mujeres.
Al Señor, tu Dios, adorarás: sólo a Él adorarás es la respuesta a la tentación de derrocar la jerarquía de valores. La riqueza -especialmente cuando está envuelta en opciones opacas y reiteradas, por su cercanía con las zonas grises, de las que las crónicas han informado ampliamente, más allá de las hipótesis judiciales que no son relevantes aquí- no debe ser la prueba de una vida exitosa. El éxito en las empresas humanas y económicas no es el criterio para proponerse como una figura ejemplar. El ejemplo del cristiano es sólo el amor de Dios y de un Dios crucificado, por lo tanto, fracasado a los ojos del ser humano. Presentarse como ejemplo es lo contrario, es egolatría sin contemplaciones, adoración a uno mismo y no a Dios.
Finalmente, no tentarás al Señor tu Dios recoge la obligación de no explotar a Dios para fines propios. Los valores cristianos no deben defenderse con promesas que nunca se cumplen, sino transmitirse con un testimonio coherente de vida. Para un cristiano, no es posible separar la moral privada de la pública, no es posible la coexistencia de vicios privados y virtudes públicas.
Las cuatro “maldiciones” o malaventuranzas de Lc 6:24-26 exigen que el cristiano cuide su propia forma de vida, además de su pensamiento. La riqueza, el exceso, la felicidad superficial y la adulación son “maldiciones” que ponen a los cristianos en el riesgo de vivir la vida centrada en sí mismos y no en el esfuerzo perenne de dedicarse a los demás, como propone Jesús en los versículos que siguen a continuación. El deseo de vivir y de vivir plenamente significa para un cristiano estar totalmente al servicio de los hermanos, hasta el punto de renunciar a uno mismo. (Ésta es la razón por la que me ha parecido incomprensible, entre otros puntos, -me gustaría indicarlo- la homilía de monseñor Delpini). Y he aquí la razón por la que comparto plenamente las reservas dirigidas a Conchita Sannino, en este periódico (La Reppublica, 17 junio 2023), por el padre Alex Zanotelli. Creo que, en lo referente a este asunto, queda claro el paganismo persuasivo y diabólico de Berlusconi. Dejemos, por supuesto, el juicio a Dios. Pero no dudemos en anunciarnos el Evangelio a nosotros mismos y a los demás: es nuestro deber desear paz y clemencia para cada uno de nosotros que muere, pero es igualmente justo tratar de superar el berlusconismo que puede haber en nosotros.
Giuseppe Rinaldi es co-párroco en la Basílica della Sanità y profesor de teología moral en la Pontificia Facultad de Teología del Sur de Italia
Berlusconi no fue un representante de Italia, sólo se dedicó a algo que no se puede llamar política, a caciquear gracias a los votos, no se preocupó por las necesidades del pueblo italiano. El lujo y la lujuria lo definieron y comentarios como el que le dedicó al "trasero" de A. Merkel. Dios se lo pague como merece.
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