Hans Zollner, experto en prevención de abusos y miembro del grupo creado por el Papa para investigar este tema, cree que la Iglesia española debe impulsar un comité independiente
Fuente: EL PAIS Roma
DANIEL VERDÚ
05/02/2022
Pregunta. ¿Hay motivos para pensar que en España ha habido menos abusos que en Francia, Alemania o Irlanda, donde las comisiones de investigación los han cifrado en centenares de miles?
Respuesta. No hay ningún motivo. No espero ninguna sorpresa para España. Ahora tenemos ya una cierta conciencia de las dimensiones del problema de los últimos 70 años en muchas partes del mundo. Y no es distinto en sociedades europeas equiparables.
Pregunta. ¿No habría entonces diferencias sustanciales a la conclusión francesa, donde se dictaminó que hubo más de 300.000 casos?
R. La proporción no será muy distinta. Sería una gran sorpresa si fuera mayor o menor. Con un cierto margen, en los últimos 20 años hemos tenido siempre investigaciones que sitúan a entre el 3% y el 5% de sacerdotes acusados, no condenados, de abusos cometidos en los últimos 75 años en varias partes del mundo. La gran parte de acusaciones se refiere a periodos entre los años sesenta y los ochenta. Y en todos los países hay más o menos el mismo número.
P. ¿Qué relevancia tienen las denuncias de la prensa en esta lucha?
R. Siempre lo hemos dicho, y no solo por Spotlight [película de 2015 sobre la investigación de abusos en EEUU de The Boston Globe] o EL PAÍS. El trabajo de los periodistas es relevante si es objetivo, verificable y con el debido respeto a las personas. Pero sin la presencia mediática la Iglesia no se habría movido.
P. ¿Cómo se puede equiparar a los países?
R. Todo el mundo es comparable. Lo importante es cómo se reacciona al problema. Los países anglosajones han reaccionado hace 40 años. En el mundo mediterráneo llega ahora, también en Francia. El tiempo que pasa entre el abuso y la noticia del abuso es breve. Pero en España, en los medios principales se habla de esto desde hace solo tres años. También se podría preguntar dónde estaba la atención de la sociedad y de los medios antes. La Iglesia no está fuera de ese contexto cultural, no vive fuera de la sociedad.
P. La cultura de transparencia tampoco es la misma en Alemania que en España.
R. Claro. Una cosa que me llamó la atención en 2018, cuando preparamos la cumbre sobre abusos, fue cuando se dedicó un día a la accountability [rendir cuentas] y nos dimos cuenta de que esa palabra no existe en lenguas romanas. Se puede traducir como sustantivo en alemán, pero no en italiano o español. Si no tienes una palabra así, careces de la posibilidad de expresar ciertos conceptos, discutirlos y ponerlos sobre la mesa. Accountability puede ser explicada en esas lenguas, pero sin la complejidad de la palabra inglesa o alemana. Hay algo en esas culturas que falta, la conciencia de que si haces algo y no cumples con un deber, tienes que asumir la responsabilidad, aceptar que has fracasado o has cometido una negligencia.
P. ¿España debe crear una comisión independiente que investigue los abusos en los últimos 70 años?
R. Siempre he mantenido que es una solución mejor respecto a una comisión solo dentro de la Iglesia o dirigida por la Iglesia. Pero Alemania, en Múnich donde la Archidiócesis pagó una compañía de abogados, el resultado fue muy crítico con la Iglesia. Es decir, también funcionó. Fueron abogados independientes que no enseñaron el trabajo al cardenal, arzobispo o vicario general antes de la publicación. Independencia significa que no haya interferencias. Y si eso se garantiza, los resultados pueden ser iguales.
P. El presidente de la Conferencia Episcopal Española, el cardenal Juan José Omella, dijo que en España no hacía falta hacerlo y que basta con investigar caso por caso.
R. Estoy convencido que antes o después los números se verán. La Conferencia Episcopal Francesa lo ha hecho muy bien, pero no explicaron bien el método. Para cada víctima que denuncia, hay otras siete u ocho personas que nunca denunciarán por distintos motivos. No es verdad que en esa investigación no hubiera contactado con las víctimas individualmente. Fueron por toda Francia escuchándolas, y es algo que se hizo también en Múnich. Sería mejor que España hiciera una comisión porque así también los estándares serían comparables.
P. ¿Por qué hay resistencias?
R. Entiendo que los responsables tengan miedo ante la prospectiva de grandes números, pero ellos mismos ya aceptan que los números de la estimación de eventuales víctimas no será muy distintos a la de Francia o Alemania.
P. ¿Qué tipo de comisión cree que debería hacerse en España?
R. Yo recomendaría que no sean políticos los que la hagan. Espero que sea verdaderamente independiente. Gente de estima reconocida sin intereses políticos determinados ni pilotados por partidos, para tener un resultado sin prejuicios. Si está demasiado politizada, el resultado no se tendrá en cuenta.
P. ¿Para eso no debería ser la propia Iglesia la que tomase la delantera, en lugar de cerrarse en banda ? ¿Por qué es necesaria una comisión?
R. Es lo que digo siempre y digo aquí también: si la Iglesia no cumple con su deber, serán otros quienes lo hagan.
P. ¿Por qué la Iglesia no puede llegar hasta cierto nivel de investigación?
R. La Iglesia siempre ha tenido un problema de transparencia en este tema por una [cuestión de] defensa de la institución. Y eso también vale para otros. Si tengo que ser juzgado como profesor, como universidad, no puedo ser yo el juez. Y hay un problema cultural dentro de la Iglesia que le impide vivir esa transparencia y rendición de cuentas. La imagen de la Iglesia se corresponde poco con la realidad. Son imágenes de una Iglesia inmaculada que debe ser protegida. Pero quienes deben ser protegidas son las víctimas. Hay que dar justicia a esas personas heridas. Y solo así podemos llegar a la credibilidad. Esconder lo que la gente sabe no es creíble.
P. Cuando EL PAÍS entregó este dosier a la Iglesia española, la única respuesta fue que faltaba rigor y que muchos de los abusadores habían fallecido.
R. Puede haber algo de verdad estrictamente en esas palabras. Lo mismo pasó en Colonia, que no aceptó una investigación similar a la de Múnich esgrimiendo razones jurídicas o canónicas. Pero la Iglesia no se puede medir solo con la responsabilidad jurídica. Tantos casos de abusos de la Iglesia española habrán prescrito..., no hay proceso legal posible. La Iglesia, sin embargo, debe dar signos y símbolos de que las heridas de tantas víctimas o familias que confiaron en la Iglesia serán reparadas, o habrá esa voluntad.
P. La Conferencia Episcopal, ¿qué puede hacer? En España dicen que no son competentes.
R. Es un órgano que no tiene poder ejecutivo sobre los obispos o las diócesis. Pero hemos visto en otros países como Francia, Alemania o Austria que toda una conferencia episcopal decidió ir por el mismo camino. Como ha hecho ahora la portuguesa. No es imposible. Se debe encontrar el acuerdo, que seguro que no será el máximo de la transparencia, pero permitirá avanzar.
P. ¿No hay jerarquía? ¿Por qué no se acata a veces lo que dice el Papa?
R. La Iglesia parece una institución jerárquica, pero no lo es. Y se ve en estos casos. El Papa dice que se haga algo, pero muchas veces los obispos no responden. Hay cardenales que contradicen al Papa… Si hubiera más unidad y coherencia sería mejor. Pero lamentablemente no es así. Y en España, además, hay diferencias culturales muy fuertes que también afectan.
P. ¿Los obispos tienen demasiado poder?
R. Claro. Ahora ya hay obispos que aceptan que tener todo bajo su control es demasiado y no llegan a seguir todo lo que según el derecho de la Iglesia se concentra bajo su poder. Pero también aquí hay más libertad posible si ellos quisieran. El Vaticano da esquemas, pero en esos límites hay muchas posibilidades: implicar a las mujeres, hacer preguntas… Un obispo puede organizar su curia llamando a expertos externos o distribuyendo su poder de forma efectiva. No hace falta ser un monarca.
P. ¿Cree que no se hace una comisión por miedo a resarcir a las víctimas económicamente?
R. Claro, obviamente. El resarcimiento, si puede llamarse así, porque es un término feo para un sufrimiento de este tipo, en otros países ha arruinado algunas diócesis. Costará algo, claro. Si tienes dinero, siempre tienes miedo a perderlo. Con el dinero la Iglesia hace mucho bien y lamentablemente habrá que dejar de hacer algunas de esas cosas cuando falte el dinero.
P. Después de tres años del sínodo y de toda la nueva regulación, ¿ha cambiado mucho el acercamiento o hay mucha teoría y poca práctica?
R. En algunos sitios se aplica de forma muy clara este procedimiento, la rendición de cuentas. Cuando hay un obispo que hace algo no previsto en el derecho canónico es acusado y destituido de su encargo. En Polonia, en 10 meses han cesado a 10 obispos por negligencias o encubrimientos. El problema es que la ley se aplica de forma diferente en cada país.
P. ¿Hay seguridad jurídica?
R. No. Y es un problema de nuestro derecho interno de la Iglesia. No hay una jurisprudencia publicada y es difícil comparar motivaciones para acusaciones o procesos para llegar a conclusiones o veredictos.
P. ¿Cómo se debe investigar un dosier como el que entregó EL PAÍS al Papa y a la Conferencia Episcopal?
R. Si se acusa a un sacerdote u obispo, deben hacer una investigación previa, si no hay razones para no hacerla, como que haya muerto el abusador. Hay que saber si es verosímil, pero deben hablar con las víctimas. Pero esto no sustituye el procedimiento del Estado.
P. ¿Faltan reformas que hagan todo más efectivo?
R. No creo solo en la ley. Hay leyes que prohíben que mates a otra gente y sigue sucediendo. La ley da el cuadro, pero lo importante es que la asumamos porque las personas más vulnerables deben ser protegidas. Y la Iglesia durante 2.000 años se ha ocupado de esa categoría en la que entran los niños y las víctimas de abusos.
P. ¿No se ha hecho?
R. Mire, sobre todo es un examen de conciencia. Saber cuál es mi responsabilidad. Si veo errores y pecados dentro de mí y me arrepiento sinceramente, voy a confesarme claramente. Lo que queremos en la confesión individual, se debe exigir en la institucional. Y luego un compromiso que clarifique la voluntad de enmendar y reparar el daño. Es el camino a seguir dentro de la Iglesia. Y los obispos franceses tienen esa dimensión espiritual y lo admiro. No son solo palabras, están tocados por esa realidad para llegar a sus conclusiones de la investigación presentada.
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