Renacimiento recupera la biografía con la que la impulsara del voto femenino en España celebró la figura de la poeta
Fuente: ABC
Madrid
14/09/2021
Cuando salió de España, en plena Guerra Civil, Clara Campoamor (Madrid, 1888) encontró refugio en Buenos Aires. Diputada en 1931, fue la gran impulsora del voto femenino. Esta abogada, la segunda en incorporarse en el Colegio de Abogados de Madrid, es una de las mujeres más brillantes del siglo XX español, a juicio de su biógrafo, Luis Español Bouché.
«A sus 50 años se puso a traducir y escribir libros. Uno de ellos es una biografía de Sor Juana Inés de la Cruz». ¿Por qué se le ocurrió hacer eso? «Porque la figura de Sor Juana Inés era trágica. Campoamor entendía perfectamente su drama. La admiraba. Era una intelectual total, una mujer que en el siglo XVII solo disfrutaba con el estudio y el conocimiento, y la doblegaron hasta el punto de hacerle abjurar de su propia obra».
La escritora, poeta y compositora Sor Juana Inés llevaba dentro de sí una magna biblioteca, como escribió la propia Campoamor: «El poder de observar, deducir, comparar y relacionar causas con efectos». Si la abogada es una de las mujeres más destacadas del pasado siglo, Sor Juana Inés de la Cruz lo fue en el siglo XVII. Fue 'la Décima Musa', o, en palabras de Dorothy Schons, la primera feminista del mundo.
En 'Sor Juana Inés de la Cruz' , obra de Clara Campoamor, que Lois Bouché ha prologado para su recuperación en Renacimiento, convergen dos mujeres «espectaculares». Se editó en Argentina en 1944 y se reeditó en España en 1983, pero muy pocos sorjuanistas la han leído. «Es interesante que se publique ahora –señala Español Bouché–, cuando se reconoce a Campoamor como un referente. Dos de las principales voces femeninas, con cuatro siglos de distancia, se unen en este libro».
Hombres necios que acusáis / a la mujer sin razón, / sin ver que sois la ocasión, / de lo mismo que culpáis: / si con ansia sin igual / solicitáis su desdén, / ¿por qué queréis que obren bien, / si las incitáis al mal?
El título de Campoamor, más que una biografía, es una apología; un revisión, a ratos emocionada, de la vida de una mujer dueña de una vasta erudición, referencia cultural de la corte virreinal en México, donde se entregó a la vida religiosa con la promesa de que en nada se opondrían «a su inclinación principal: el libro, el estudio, la cultura y la creación. […] El claustro es, sí, el más seguro refugio y la más óptima promesa para una docta mujer del siglo XVII». Las otras salidas eran el escándalo o el matrimonio, explica Luis Español: «No se sabe cuál de las tres cárceles previstas de aquella época para las mujeres podía ser más devastadora».
Campoamor repasa en el libro la vida de Sor Juana Inés, como su infancia ligada a los libros –a los tres años convenció a la maestra de una de sus hermanas para que la enseñara a leer– o la etapa, en su veintena, al servicio de la virreina Leonor Carreto. Fue su confesor, Núñez de Miranda, quien la indujo a entrar en la religión. «Entré religiosa porque para la total negación que tenía al matrimonio, era lo menos desproporcionado y lo más decente que podía elegir», escribió.
La vida en los conventos era relajada. Los estudiosos apuntan que en las celdas contaban incluso con cocinas y salas. Sor Juana Inés tuvo a su servicio a una esclava y dicen, aunque este dato muchos lo ponen en duda, que cuatro mil volúmenes integraban su biblioteca privada. «Pongámoslo en perspectiva –reflexiona Luis Español–. Sor Juana no fue una combatiente de los derechos de la mujer, no fue una sufragista. Pero sí defendió intelectualmente a la mujer e hizo un discurso feminista».
«Suplico por amor de Dios y de su purísima Madre a mis amadas hermanas… me encomienden a Dios, que he sido y soy la peor que ha habido»… «A todos pido perdón. Yo, la peor del mundo. Juana Inés de la Cruz»
«Hombres necios, que acusáis / a la mujer, sin razón, / sin ver que sois la ocasión / de lo mismo que culpáis…», escribió la poeta. Este «vigoroso apóstrofe a la conducta varonil», apunta Campoamor, fue «tan osado que casi llega a sentar en una de sus estrofas una moral igual para los dos sexos ¡en el siglo XVII!». Y al «esto es tan justo que no solo a las mujeres (que por tan ineptas son tenidas), sino que a los hombres (que solo con serlo piensan que son sabios) se había de prohibir la interpretación de las Sagradas Letras, en no siendo muy doctos y virtuosos», la abogada madrileña replica: «¡Buena finta, Sor Juana Inés!»
Podemos decir que la primera feminista escribía en español, señala Luis Bouché. Y Campoamor «era una feminista que se interesaba por todas las mujeres interesantes de la historia. Sor Juana Inés fue una mujer fascinante. Hay un cierto paralelismo entre ellas: ambas son figuras que han sido recuperadas últimamente. Hubo un tiempo en que nadie sabía nada sobre ellas dos. Leyendo ese libro uno se da cuenta de la originalidad de Sor Juana Inés y de lo interesante que era Clara».
Las líneas de mayor intensidad de la biografía tienen que ver con el castigo a la protagonista. «Hubo censura. Censura era, y admonición. Censura áspera, y, además, pública». Se refiere Campoamor al confinamiento religioso al que la obligaron para que abandonara las letras profanas por las que alcanzó la fama. «Sor Juana Inés está ante un tribunal acusador. ¿Impugnada de qué? De soberbia, de mundanidad, de letras profanas, de irreligión, de herejía…».
«Y esto es tan justo que no solo a las mujeres (que por tan ineptas son tenidas), sino que a los hombres (que solo con serlo piensan que son sabios) se había de prohibir la interpretación de las Sagradas Letras, en no siendo muy doctos y virtuosos y de ingenios dóciles»
La poeta defendió el derecho de la mujer al conocimiento y justificó su actuación, pero terminó por someterse a la disciplina eclesiástica y vendió todos sus libros: «He sido y soy la peor que ha habido. […] A todos pido perdón. Yo, la peor del mundo».
En sus últimos años de vida, antes de morir víctima de una epidemia de peste, apenas salieron de su pluma unos pocos escritos religiosos. «La monja se consideró culpable, criminal, mala religiosa; y así lo proclamará incesantemente, durante los últimos años de su vida; durísimos años que, por dicha para ella, fueron ya muy pocos», escribe Campoamor. «Comprendamos lo que esto significó para la religiosa: era reconocer, convencida de él, el fracaso de su vida; más que el fracaso, el error».
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