Fuente: Vida Nueva
La Cátedra Francisco José Ayala de Ciencia, Tecnología y Religión de la Universidad Pontificia Comillas analiza los cambios que la pandemia genera en la ciencia y las religiones
La Universidad Pontificia Comillas, desde la Cátedra Francisco José Ayala de Ciencia, Tecnología y Religión, ha dedicado sus Jornadas de Ciencia y Religión 2021 a la pandemia del coronavirus. Un ciclo de conferencias que han abierto este 25 de febrero los profesores Fernando Vidal y Sara Lumbreras. Vidal ha tratado de responder a la pregunta “¿en qué hemos cambiado?” tras un año de pandemia y Lumbreras ha centrado su intervención en “el transhumanismo y nuestra confrontación con la finitud”.
Un nuevo horizonte
Vidal cree que “dentro 20 años diremos que han cambiado las cosas a partir desde esta catástrofe”. Anuncia “transformaciones de los patrones de fondo” vinculadas con la interioridad, modificaciones que van desde la digitalización, el impacto sobre la formación, la “decepción con las redes sociales tras la euforia”, la desconfianza en seguridad de lugares e instituciones, la “experiencia de revecinalización” (mejora en la relación con los vecinos) aunque no incida en el asociacionismo a la aceleración de la globalización.
Las encuestas señalan que una parte importante de la población “está cambiando su forma de pensar”. Así, Vidal teoriza que a largo plazo cambiará “la conciencia global de la cuestión ecológica” ya que en el origen de la pandemia “está una crisis ecológica agravado por una desigualdad sanitaria”, “habrá más credibilidad del cambio climático”; habrá “una mayor confianza y apoyo en la ciencia a la vez que aumenta la desconfianza en la tecnocracia” alentada por el “populismo de las redes”.
Se crecerá en “una mayor conciliación del trabajo y la familia” por la reorganización del teletrabajo aumentando “la conyugalidad positiva” y un “cambio de modelo de masculinidad” implicando, por tanto una revalorización de la familia. Esto en un escenario en el que se dará una “mayor revinculación vecinal como respuesta a la soledad” aunque esta no va a dejar de crecer ya que se disminuirá la socialización con los compañeros de trabajo. Este horizonte, con el “avance de la vida lenta”, deja abierto el espacio a la propuesta de la religión y la espiritualidad.
“Solo si las religiones son comunidades espirituales y sapienciales, podrán cumplir el papel que el mundo necesita para dar propósito y sentido a la vida”, reivindicó. Aunque, lamenta, “el problema es que carecemos de los medios de reflexión que llegue a la reconversión de la gente”, algo que está unido a la “debilidad de la sociedad civil” en la que vehicular esta reflexión necesaria. “Tenemos la energía para cambiar, pero falta el vehículo, tejido asociativo en el que reflexionar juntos”, concluyó.
Cambio de paradigma
Por su parte, la profesora e ingeniera Lumbreras, retomó las tesis del transhumanismo –superación de la muerte y de la idea del cuerpo “como envoltorio”, fin de la escasez de recursos… gracias al desarrollo tecnológico– y que mueven el ideario de grandes empresas. Ante estos discursos, “la pandemia parece que nos ha vuelto a la normalidad, nos enfrenta al desconocimiento” y la “necesidad de la humildad”, apuntó.
Frente al transhumanismo, la pandemia “nos ha devuelto a la realidad de nuestro cuerpo, a la idea de no tenemos cuerpo sino que somos cuerpo y lo seremos”. Una realidad que, como en la peste medieval, reclama “un cambio de paradigma (epistemológico, social, político, económico, ambiental)”. Para la profesora, este momento ofrece la oportunidad esperanzadora de “hacer las cosas mejor” rescatando algunos postulados del transhumanismo como la fuerza lo potencial porque “reconocer los ideales nos hace humildes” y sirve de guía para la sociedad.
La tecnología puede ayudar a “incorporar la vulnerabilidad como cualidad fundamental del ser humano” gracias a la tecnología. Para la ponente, hay muchas alternativas al modelo económico y social actual que puede ir en la línea de un “humanismo tecnológico”. Para ello, la tecnología debe tener “límites y objetivos” asumiendo la finitud y la vulnerabilidad del ser humano. En este sentido, la profesora ha apuntado a un “existencialismo tecnológico” que ponga en el centro el sentido y los valores de la persona, se producirá así una “refundación del transhumanismo”.
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