___________________________________________
Y otro "corto" de Dolores Aleixandre
_______________________________
En estos días que todas vivimos, tanto nuestro
equilibrio interior como nuestra salud mental y nuestra capacidad de
convivencia, van a depender en gran parte de cómo manejemos los espacios
en los que nos movemos (o más bien en los que no nos movemos). Y lo pienso
sobre todo desde el colectivo de alto riesgo al que muchas pertenecemos.
Releyendo en el evangelio de Marcos la escena de
Getsemaní (14,32-42) me he fijado en lo importantes que son ahí los espacios y
cómo se organizan: al llegar al huerto, Jesús señala un lugar para el grupo de
discípulos: “Sentaos aquí”; luego, junto con Pedro, Santiago y Juan, se
desplaza a otro más allá, ahí les cuenta su extrema tristeza y les dice: “Quedaos
aquí y velad”. Les está pidiendo que permanezcan con él a pesar de la
distancia, que sigan siendo para él amigos vigilantes y atentos. No pueden
hacer nada por él, no pueden acompañarle, no pueden solucionarle su angustia,
pero sigue contando con ellos y con su presencia despierta y atenta. Él se va
después solo a otro tercer espacio un poco más allá, en el que se postra por
tierra y ora.
Hasta tres veces vuelve al lugar en el que los ha
dejado, pero no encuentra en ellos la atención activa y cálida que les había
pedido: están dormidos. Y ya no vuelve a hablarles de cómo se siente él: lo que
les dice revela, en cambio, que son ellos los que le preocupan, que tiene miedo
de que no resistan la prueba que se acerca y les da herramientas para
prepararse: “Velad y orad para no caer en la tentación porque el espíritu
está pronto pero la carne en débil”.
Pienso que nuestro sitio en este tiempo es
precisamente ese, el de quedarnos donde estamos y velar, tratando de
mantener una presencia tranquila, despierta y amistosa ante lo que sucede a
nuestro alrededor, a lo que sufre tanta gente, aunque no podamos ayudarles más
que del único modo a nuestro alcance: llevarlos en el corazón, acoger con
humilde docilidad lo que nos indican quienes tienen autoridad sobre nosotras,
no empeñarnos en hacer las cosas a nuestra manera, ni en prestar servicios de
esos que solo sirven para descargar nuestro activismo. Por debajo de todo eso,
asoman sus bigotes esas peligrosas raposillas del Cantar y una de ellas es el
deseo oculto de demostrar que seguimos siendo útiles, eficaces, arremangadas y por
supuesto, independientes”. Y esa es otra manera de dormir , porque esos sueños
nos evaden del aquí y ahora que nos toca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Identifícate con tu e-mail para poder moderar los comentarios.
Eskerrik asko.