La noticia del nombramiento
de Joseba Segura Etxezarraga como nuevo Obispo Auxiliar de Bilbao, anunciada
con una solemnidad inusitada en la misma basílica de Begoña por D. Mario Iceta,
era una noticia prevista. Desde que Joseba fue traído de Ecuador y propuesto
para ser Vicario General, muchos “mal pensados” vieron en ello una estrategia
que conduciría, como así ha sido, a su nombramiento episcopal. El mismo D.
Mario lo dio a entender cuando, en aquel simulacro de consulta que solicitó a
los miembros de los Consejos para la presentación de candidatos, dijo que las propuestas
recibidas para el nombramiento del Vicario General ya le habían proporcionado
suficientes datos, siendo así que un Obispo Auxiliar venía a ser como un
Vicario General.
La verdad es que ha sido un
proceso vertiginoso: en año y medio, Joseba ha pasado de ser cura en Riobamba,
a ser párroco de Otxarkoaga y Txurdínaga, Vicario General y Obispo Auxiliar. Lo
que en otros casos dura años, él lo ha recorrido en dieciocho meses: un ver y
no ver. Así que, en este momento, el bueno de Joseba estará metido en un buen
lío y no sabrá ni lo que es. Pero el proceso, previsiblemente, no acabará aquí
porque cualquier día nos enteraremos que el Santo Padre, ha nombrado a D. Mario
obispo de alguna diócesis de su querida Andalucía o arzobispo, porque el
servicio episcopal en Bilbao es muy meritorio y, por lo que se vio con D.
Ricardo Blázquez, sirve de apoyo para aspirar a sedes más importantes. Y así,
Joseba se quedará, por fin, como obispo titular de Bilbao, que de eso se
trataba.
A mí también me gustaría
celebrar que mi diócesis de Bilbao va a ser presidida por un obispo con una
preparación tan amplia y con una experiencia pastoral tan dilatada. Los que
hemos tenido la suerte de conocerle podemos dar fe de su capacidad, de su
creatividad y de su entrañable sensibilidad social; sin duda será un buen
obispo. Pero algunos no lo podremos celebrar como quisiéramos porque, aunque su
nombramiento haya sido nuestra suerte, en eso mismo se muestra nuestra
desgracia.
En esta diócesis, desde los
tiempos de Monseñor Añoveros, hemos venido solicitando que el nombramiento de
los obispos no sea impuesto. Por esta razón, muchos, como yo, sentirán que es una
desgracia el que, a estas alturas, se haya tenido que recurrir a influencias
personales en las “altas instancias vaticanas” para que su nombre haya podido
pasar, sin mancha, hasta llegar a la firma del Santo Padre.
No sucedió lo mismo, al
parecer, con Ángel Mari Unzueta. A pesar de que contaba con el aprecio y la
aprobación de la mayoría de la diócesis —según yo creo— y de que apareció en
todas las quinielas para ser obispo de San Sebastián, de Vitoria, o de Bilbao,
no contó con los padrinos suficientes para que borraran su “abertzalismo” y
pudiera pasar los filtros sin levantar sospechas. A Ángel Mari se le ha dado ya
por amortizado después que aguantó carros y carretas como Vicario General. No
será ya obispo, pero será un buen cura; con eso ganará él pero habremos perdido
todos nosotros.
Con Joseba ha habido más
suerte. La experiencia habrá servido para tocar otras teclas y mover otros
registros que han hecho llegar hasta el Papa su nombre y conseguir su designación.
Pero que haya que utilizar esos recursos para el nombramiento de los que han de
presidir las comunidades en el nombre de Jesús, no deja de ser una desgracia porque
por ese medio se promueven al episcopado también, a personas, no por su
experiencia pastoral ni por su preparación teológica, sino para premiar sus
servicios y garantizar su sumisión.
En esta diócesis siempre hemos dicho que lo que nos mueve a hacer una y
otra vez esta denuncia no es por ir en contra de las personas, sino por ir en
contra del sistema de nombramientos que margina al Pueblo de Dios y favorece el
nepotismo en la promoción de presbíteros al episcopado.
Pero esta vez, hemos tenido suerte y habrá que dar
gracias, no a Dios, que no sé cómo se las arreglará con los modos de esta
Iglesia, sino a los “padrinos” que han hecho posible la elección. Sé que muchos
piensan, que tal y como están las cosas es lo mejor que nos podía pasar; pero
otros creemos que esto de ser obispo es demasiado serio para jugarlo a la
lotería o dejarlo en manos de algunas personas influyentes que buscando nuestro
bien consiguen, a veces, lo que nos conviene pero sin contar con nosotros.
Esta
Iglesia nuestra no se ha dejado convertir por los valores democráticos de la
cultura moderna y mantiene unas prácticas paternalistas y autoritarias que hacen
aumentar el desafecto y el descrédito. Se invita a la corresponsabilidad y se
proclama su carácter sinodal pero luego, se borra con la manga lo que se
escribe con la mano y perdemos credibilidad.
Mirando
hacia atrás, lo que hemos vivido en estos últimos meses se puede valorar como
una broma y así habrá que tomarlo para digerirlo mejor. Porque, a lo que
parece, ya estaba todo predestinado desde Ecuador. Ahora va a resultar, que una
vez consagrado Joseba como Obispo Auxiliar, no va a ser necesario nombrar un
Vicario General; y cuando se vaya D. Mario y se quede Joseba como Obispo
Titular, no va a ser necesario nombrar un Obispo Auxiliar. Todo son
suposiciones pero razonables. Lo que no ha sido razonable es que nos hayan
tenido entretenidos con propuestas y consultas cuando no hacía falta vicario ni
auxiliar más que para guardar el escalafón, como en el ejército, que para
llegar a capitán hay que pasar por ser primero cabo, sargento y teniente, o
algo así, porque yo no hice la mili.
Juan Mari Lechosa
Cura jubilado.
Juan Mari, tienes toda la razón. Es una alegría que haya sido nombrado obispo (auxiliar) de (Izeta) Bilbao, Joseba, pero el procedimiento sigue siendo el mismo, no es ampliamente consultivo ni participativo, y al final resulta (como bien dices) una lotería. Sigamos pidiendo lo que ya es muy reclamado en numerosas diócesis de Europa. ¡Que ningún obispo sea impuesto!
ResponderEliminarNo sé si es toda la razón, parte o nada de la razón… Lo que sí sé es que se está jugando con el personal. En las "altas esferas" aún no ha cuajado el Vat II, y menos ha podido ser asimilado por las bases. En las cúpulas no parece iluminar nuestra Asamblea Diocesana, y en el transcurrir de los días nos dedicamos a "entretener" a la gente y a "marear la perdiz".
ResponderEliminar¿Merece la pena preocuparse de nombramientos, asignaciones, organizaciones y demás zarandajas, mientras nuestra credibilidad está "bajo cero", nuestra creatividad adolece de inanición y nuestra feligresía va "a por uvas"?
A nosotros nos corresponderá animar comunidades, alentarlas en el seguimiento a Jesús y en la solidaridad con los pobres, y a los "de arriba" les corresponderá volar y alejarse cada vez más de aquellos que creen les aplauden…
Vayamos cada cual a su tarea.