Queridos hermanos
y hermanas:
Con alegría y
esperanza recibí la noticia de que han sido muchas las comunidades, los pueblos
y capillas donde el Pueblo de Dios estuvo rezando, especialmente los días que
estábamos reunidos con los obispos: el Pueblo de Dios de rodillas que implora
el don del Espíritu Santo para encontrar luz en la Iglesia "herida por su
pecado, misericordiada por su Señor, y para que sea cada día convertida en
profética por vocación"[3]. Sabemos que la oración nunca es en vano y que "en
medio de la oscuridad siempre comienza a brotar algo nuevo, que tarde o
temprano produce fruto"[4].
1. Apelar a
Ustedes, pedirles oración no fue un recurso funcional como tampoco un simple
gesto de buena voluntad. Por el contrario, quise enmarcar las cosas en su preciso
y precioso lugar y poner el tema donde tiene que estar: la condición del Pueblo
de Dios "es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios, en cuyos
corazones habita el Espíritu Santo como en un templo"[5]. El Santo Pueblo
fiel de Dios está ungido con la gracia del Espíritu Santo; por tanto, a la hora
de reflexionar, pensar, evaluar, discernir, debemos estar muy atentos a esta
unción. Cada vez que como Iglesia, como pastores, como consagrados, hemos
olvidado esta certeza erramos el camino. Cada vez que intentamos suplantar,
acallar, ningunear, ignorar o reducir a pequeñas elites al Pueblo de Dios en su
totalidad y diferencias, construimos comunidades, planes pastorales,
acentuaciones teologías, espiritualidades, estructuras sin raíces, sin
historia, sin rostros, sin memoria, sin cuerpo, en definitiva, sin vidas.
Desenraizarnos de la vida del pueblo de Dios nos precipita a la desolación y
perversión de la naturaleza eclesial; la lucha contra una cultura del abuso
exige renovar esta certeza
Como le dije a
los jóvenes en Maipú quiero decírselo de manera especial a cada uno: "la
Santa Madre Iglesia hoy necesita del Pueblo fiel de Dios, necesita que nos
interpele […] La Iglesia necesita que Ustedes saquen el carné de mayores de
edad, espiritualmente mayores, y tengan el coraje de decirnos, 'esto me gusta',
'este camino me parece que es el que hay que hacer', esto no va. Que nos digan
lo que sienten y piensan"[6]. Esto es capaz de involucrarnos a todos en
una Iglesia con aire sinodal que sabe poner a Jesús en el centro.
En el Pueblo de
Dios no existen cristianos de primera, segunda o tercera categoría. Su
participación activa no es cuestión de concesiones de buena voluntad, sino que
es constitutiva de la naturaleza eclesial. Es imposible imaginar el futuro sin esta
unción operante en cada uno de Ustedes que ciertamente reclama y exige
renovadas formas de participación. Insto a todos los cristianos a no tener
miedo de ser los protagonistas de la transformación que hoy se reclama y a
impulsar y promover alternativas creativas en la búsqueda cotidiana de una
Iglesia que quiere cada día poner lo importante en el centro. Invito a todos
los organismos diocesanos -sean del área que sean- a buscar consciente y
lúcidamente espacios de comunión y participación para que la Unción del Pueblo
de Dios encuentre sus mediaciones concretas para manifestarse.
La renovación en
la jerarquía eclesial por sí misma no genera la transformación a la que el
Espíritu Santo nos impulsa. Se nos exige promover conjuntamente una
transformación eclesial que nos involucre a todos.
Una Iglesia
profética y, por tanto, esperanzadora reclama de todos una mística de ojos
abiertos, cuestionadora y no adormecida[7]. No se dejen robar la unción del
Espíritu.
2. "El
viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a
dónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu" (Jn.
3,8). Así respondía Jesús a Nicodemo ante el diálogo que tenían sobre la
posibilidad de nacer de nuevo para entrar en el Reino de los Cielos.
En este tiempo a
la luz de este pasaje nos hace bien volver a ver nuestra historia personal y
comunitaria: el Espíritu Santo sopla donde quiere y como quiere con el único
fin de ayudarnos a nacer de nuevo. Lejos de dejarse encerrar en esquemas,
modalidades, estructuras fijas o caducas, lejos de resignarse o "bajar la
guardia" ante los acontecimientos, el Espíritu está continuamente en
movimiento para ensanchar las miradas estrechas, hacer soñar al que perdió la
esperanza[8], hacer justicia en la verdad y en la caridad, purificar del pecado
y la corrupción e invitar siempre a la necesaria conversión. Sin esta mirada de
fe todo lo que podamos decir y hacer caería en saco roto. Esta certeza es
imprescindible para mirar el presente sin evasiones pero con valentía, con
coraje pero sabiamente, con tenacidad pero sin violencia, con pasión pero sin
fanatismo, con constancia pero sin ansiedad, y así cambiar todo aquello que hoy
ponga en riesgo la integridad y la dignidad de cada persona; ya que las
soluciones que se necesitan reclaman encarar los problemas sin quedar atrapados
en ellos o, lo que sería peor, repetir los mismos mecanismos que queremos
eliminar[9]. Hoy somos retados a mirar de frente, asumir y sufrir el conflicto,
y así poder resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo caminar[10].
3. En primer
lugar, sería injusto atribuir este proceso solo a los últimos acontecimientos
vividos. Todo el proceso de revisión y purificación que estamos viviendo es
posible gracias al esfuerzo y perseverancia de personas concretas que, incluso
contra toda esperanza o teñidas de descrédito, no se cansaron de buscar la
verdad; me refiero a las víctimas de los abusos sexuales, de poder, de
autoridad y a aquellos que en su momento les creyeron y acompañaron. Víctimas
cuyo clamor llego al cielo[11]. Quisiera, una vez más, agradecer públicamente
la valentía y la perseverancia de todos ellos.
Este último
tiempo, es tiempo de escucha y discernimiento para llegar a las raíces que
permitieron que tales atrocidades se produjeran y perpetuasen, y así encontrar
soluciones al escándalo de los abusos no con estrategias meramente de
contención - imprescindibles pero insuficientes - sino con todas las medidas
necesarias para poder asumir el problema en su complejidad.
En este sentido,
quisiera detenerme en la palabra "escucha", ya que discernir supone
aprender a escuchar lo que el Espíritu quiere decirnos. Y sólo lo podremos
hacer si somos capaces de escuchar la realidad de lo que pasa[12].
Creo que aquí
reside una de nuestras principales faltas y omisión: el no saber escuchar a las
víctimas. Así se construyeron conclusiones parciales a las que le faltaban
elementos cruciales para un sano y claro discernimiento. Con vergüenza debo
decir que no supimos escuchar y reaccionar a tiempo.
La visita de
Mons. Scicluna y Mons. Bertomeu nace al constatar que existían situaciones que
no sabíamos ver y escuchar. Como Iglesia no podíamos seguir caminando ignorando
el dolor de nuestros hermanos. Luego de la lectura del informe quise
encontrarme personalmente con algunas víctimas de abuso sexual, de poder y de
conciencia, para escucharlos, y pedirles perdón por nuestros pecados y
omisiones.
4. En estos
encuentros constate cómo la falta de reconocimiento/escucha de sus historias,
como también del reconocimiento/aceptación de los errores y las omisiones en
todo el proceso, nos impiden hacer camino. Un reconocimiento que quiere ser más
que una expresión de buena voluntad hacia las víctimas, más bien quiere ser una
nueva forma de pararnos frente a la vida, frente a los demás y frente a Dios.
La esperanza en el mañana y la confianza en la Providencia nace y crece en
asumir la fragilidad, los límites e incluso el pecado para ayudarnos a salir
adelante[13]. El "nunca más" a la cultura del abuso, así como al sistema
de encubrimiento que le permite perpetuarse, exige trabajar entre todos para
generar una cultura del cuidado que impregne nuestras formas de relacionarnos,
de rezar, de pensar, de vivir la autoridad; nuestras costumbres y lenguajes y
nuestra relación con el poder y el dinero. Hoy sabemos que la mejor palabra que
podamos dar frente al dolor causado es el compromiso para la conversión
personal, comunitaria y social que aprenda a escuchar y cuidar especialmente a
los más vulnerables. Urge, por tanto, generar espacios donde la cultura del
abuso y del encubrimiento no sea el esquema dominante; donde no se confunda una
actitud crítica y cuestionadora con traición. Esto nos tiene que impulsar como
Iglesia a buscar con humildad a todos los actores que configuran la realidad
social y promover instancias de diálogo y constructiva confrontación para
caminar hacia una cultura del cuidado y protección.
Pretender esta
empresa solamente desde nosotros o con nuestras fuerzas y herramientas nos
encerraría en peligrosas dinámicas voluntaristas que perecerían en el corto
plazo[14]. Dejémonos ayudar y ayudemos a generar una sociedad donde la cultura
del abuso no encuentre espacio para perpetuarse. Exhorto a todos los cristianos
y especialmente a los responsables de Centros de formación educativa terciaria,
de educación formal y no formal, Centros sanitarios, Institutos de formación y
Universidades, a mancomunar esfuerzos en las diócesis y con la sociedad civil
toda para promover lúcida y estratégicamente una cultura del cuidado y protección.
Que cada uno de estos espacios promueva una nueva mentalidad.
5. La cultura del
abuso y del encubrimiento es incompatible con la lógica del Evangelio ya que la
salvación ofrecida por Cristo es siempre una oferta, un don que reclama y exige
la libertad. Lavando los pies a los discípulos es como Cristo nos muestra el
rostro de Dios. Nunca es por coacción ni obligación sino por servicio.
Digámoslo claro, todos los medios que atenten contra la libertad e integridad
de las personas son anti-evangélicos; por tanto es preciso también generar
procesos de fe donde se aprenda a saber cuándo es necesario dudar y cuando no.
"La doctrina, o mejor, nuestra comprensión y expresión de ella, 'no es un
sistema cerrado, privado de dinámicas capaces de generar interrogantes, dudas,
cuestionamientos', ya que las preguntas de nuestro pueblo, sus angustias, sus
peleas, sus sueños, sus luchas, sus preocupaciones, poseen valor hermenéutico
que no podemos ignorar si queremos tomar en serio el principio de
encarnación[15]. Invito a todos los Centros de formación religiosa, facultades
teológicas, institutos terciarios, seminarios, casas de formación y de
espiritualidad a promover una reflexión teológica que sea capaz de estar a la
altura del tiempo presente, promover una fe madura, adulta y que asuma el humus
vital del Pueblo de Dios con sus búsquedas y cuestionamientos. Y así, entonces,
promover comunidades capaces de luchar contra situaciones abusivas, comunidades
donde el intercambio, la discusión, la confrontación sean bienvenidas[16].
Seremos fecundos en la medida que potenciemos comunidades abiertas desde su
interior y así se liberen de pensamientos cerrados y autorreferenciales llenos
de promesas y espejismos que prometen vida pero que en definitiva favorecen la
cultura del abuso.
Quisiera hacer
una breve referencia a la pastoral popular que se vive en muchas de vuestras
comunidades ya que es un tesoro invaluable y auténtica escuela donde aprender a
escuchar el corazón de nuestro pueblo y en el mismo acto el corazón de Dios. En
mi experiencia como pastor aprendí a descubrir que la pastoral popular es uno
de los pocos espacios donde el Pueblo de Dios es soberano de la influencia de
ese clericalismo que busca siempre controlar y frenar la unción de Dios sobre
su pueblo. Aprender de la piedad popular es aprender a entablar un nuevo tipo
de relación, de escucha y de espiritualidad que exige mucho respeto y no se
presta a lecturas rápidas y simplistas, pues la piedad popular "refleja
una sed de Dios que solamente los pobres y los sencillos pueden
conocer"[17].
Ser "Iglesia
en salida" es también dejarse ayudar e interpelar. No nos olvidemos que 6.
Como les decía, en los encuentros con las víctimas pude constatar que la falta
de reconocimiento nos impide caminar. Por eso creo necesario compartirles que
me alegró y esperanzó mucho confirmar, en el diálogo con ellos, su
reconocimiento de personas a las que me gusta llamar los "santos de la
puerta de al lado"[18]. Seriamos injustos si al lado de nuestro dolor y
nuestra vergüenza por esas estructuras de abuso y encubrimiento que tanto se
han perpetuado y tanto mal han hecho, no reconociéramos a muchos fieles laicos,
consagrados, consagradas, sacerdotes, obispos que dan la vida por amor en las
zonas más recónditas de la querida tierra chilena. Todos ellos son cristianos
que saben llorar con lo demás, que buscan la justicia con hambre y sed, que
miran y actúan con misericordia[19]; cristianos que intentan cada día iluminar
su vida a la luz del protocolo con el que seremos juzgados: "Vengan, benditos
de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el
comienzo del mundo, porque tuve hambre, y Ustedes me dieron de comer; tuve sed,
y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron;
enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver" (Mt. 25,34-36).
Reconozco y
agradezco su valiente y constante ejemplo que en momentos de turbulencia,
vergüenza y dolor siguen jugándose con alegría por el Evangelio. Ese testimonio
me hace mucho bien y me sostiene en mi propio deseo de superar el egoísmo para
entregarme más[20]. Lejos de restarle importancia y seriedad al mal causado y
buscar las raíces de los problemas, nos compromete también a reconocer la
fuerza actuante y operante del Espíritu en tantas vidas. Sin esta mirada,
quedaríamos a mitad de camino y podríamos ingresar en una lógica que lejos de
buscar potenciar lo bueno y remediar lo equivocado, parcializaría la realidad
cayendo en grave injusticia.
Aceptar los
aciertos, así como los límites personales y comunitarios, lejos de ser una
noticia más se vuelve el puntapié inicial de todo auténtico proceso de
conversión y transformación. Nunca nos olvidemos que Jesucristo resucitado se
presenta a los suyos con sus llagas. Es más, precisamente desde sus llagas es donde
Tomás puede confesar la fe. Estamos invitados a no disimular, esconder o
encubrir nuestras llagas.
Una Iglesia
llagada es capaz de comprender y conmoverse por las llagas del mundo de hoy,
hacerlas suyas, sufrirlas, acompañarlas y moverse para buscar sanarlas. Una
Iglesia con llagas no se pone en el centro, no se cree perfecta, no busca
encubrir y disimular su mal, sino que pone allí al único que puede sanar las
heridas y tiene un nombre: Jesucristo[21].
Esta certeza es
la que nos moverá a buscar, a tiempo y destiempo, el compromiso por generar una
cultura donde cada persona tenga derecho a respirar un aire libre de todo tipo
de abusos. Una cultura libre de encubrimientos que terminan viciando todas
nuestras relaciones. Una cultura que frente al pecado genere una din6mica de
arrepentimiento, misericordia y perdón, y frente al delito, la denuncia, el
juicio y la sanción.
7 . Queridos
hermanos, comenzaba esta carta diciéndoles que apelar a Ustedes no es un
recurso funcional o un gesto de buena voluntad, por el contrario, es invocar la
unción que como Pueblo de Dios poseen. Con Ustedes se podrán dar los pasos
necesarios para una renovación y conversión eclesial que sea sana y a largo
plazo. Con Ustedes se podrá generar la transformación necesaria que tanto se necesita.
Sin Ustedes no se puede hacer nada. Exhorto a todo el Santo Pueblo fiel de Dios
que vive en Chile a no tener miedo de involucrarse y caminar impulsado por el
Espíritu en la búsqueda de una Iglesia cada día más sinodal, profética y
esperanzadora; menos abusiva porque sabe poner a Jesús en el centro, en el
hambriento, en el preso, en el migrante, en el abusado.
Les pido que no
dejen de rezar por mí. Lo hago por Ustedes y pido a Jesús los bendiga y a la
Virgen Santa los cuide.
FRANCISCO
Vaticano, 31 de mayo de 2018, Fiesta de la
Visitación de Nuestra Señora
Notas
[1] Cfr. Carta del Santo Padre Francisco a los señores Obispos de Chile
tras el informe de S.E. Mons. Charles J. Scicluna, 8 de abril de 2018.
[2] BENEDICTO XVl, Deus caritas est, 16.
[3] Cfr. Encuentro del Santo Padre Francisco con los sacerdotes,
religiosas/as, consagrados/as y seminaristas, Catedral de Santiago de Chile, 16
de enero de 2018
[4] FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 278
[5] Cfr. CONCILIO VATICANO ll, Lumen Gentium, 9
[6] Cfr. Encuentro del Santo Padre Francisco con los jóvenes, Santuario
Nacional de Maipú, L7 de enero de 2018.
[7] Cfr. FRANCISCO Gaudete et Exsultate, 96
[8] Cfr. FRANCISCO, Homilía santa misa de la solemnidad de Pentecost6s 201g
[9] Es bueno reconocer a algunas organizaciones y medios de comunicación
que han asumido el tema de los abusos de una forma responsable, buscando
siempre la verdad y no haciendo de esta dolorosa realidad un recurso mediático
para el aumento del rating en su programación
[10] Cfr. FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 227
[11] El Señor dijo: 'Yo he visto la opresión de mi pueblo, que está en
Egipto, y he oído los gritos de dolor, provocados por sus capataces. Si,
conozco muy bien sus sufrimientos'. Ex 3,7
[12] Recordemos que esta fue la primera palabra-mandato que recibió el
pueblo de Israel por parte de Iahvé: (Dt. 6,4)
[13] Cfr. Visita del Santo Padre Francisco a Centro Penitenciario Femenino,
Santiago de Chile, 16 de enero de 2018
[14] Cfr. FRANCISCO, Gaudete et Exsultate, 47-59
[15] Cfr. FRANCISCO, Gaudete et Exsultate, 44
[16] Es imprescindible llevar a cabo la tan necesaria renovación en los
centros de formación impulsada por la reciente Constitución Apostólica
Veritates Gaudium. A modo de ejemplo subrayo que "en efecto, la tarea
urgente en nuestro tiempo consiste en que todo el Pueblo de Dios se prepare a
emprender, 'con espíritu' una nueva etapa de la evangelización. Esto requiere
'un proceso decidido de discernimiento, purificación y reforma'. Y, dentro de
ese proceso, la renovación adecuada del sistema de los estudios eclesiásticos
está llamada a jugar un papel estratégico. De hecho, estos estudios no deben
sólo ofrecer lugares e itinerarios para la formación cualificada de los
presbíteros, de las personas consagradas y de laicos comprometidos, sino que
constituyen una especie de laboratorio cultural providencial, en el que la
Iglesia se ejercita en la interpretación de la performance de la realidad que
brota del acontecimiento de Jesucristo y que se alimenta de los dones de
Sabiduría y de Ciencia, con los que el Espíritu Santo enriquece en diversas
formas a todo el Pueblo de Dios: desde el sensus fidei fidelium hasta el
magisterio de los Pastores, desde el carisma de los profetas hasta el de los
doctores y teólogos". FRANCISCO, Veritates Gaudium,3
[17] PABLO VI, Evangelii Nuntiandi,48
[18] Cfr. FRANCISCO, Gaudete et Exsultate, 6-9
[19] Cfr. FRANCISCO, Gaudete et Exsultate, 76.79.82
[20] Cfr. FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 76
[21] Cfr. Encuentro del Santo Padre Francisco con los sacerdotes,
religiosas/as, consagrados/as y seminaristas, Catedral de Santiago de Chile, 16
de enero de 2018.
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