"Nuestra Iglesia ha sido
responsable, cuando menos por omisión, de un proceso de nacionalización de la
sociedad vasca"
(Demetrio
Velasco. Sacerdote diocesano de Bilbao y catedrático emérito de la
Universidad de Deusto).-
Leí con agrado
la declaración de los obispos de Pamplona, Bilbao, San Sebastián, Vitoria y
Bayona, reconociendo cierta complicidad, ambigüedad y silencio de la
Iglesia vasca ante el fenómeno de ETA y de su entorno legitimador y pidiendo
perdón por ello. En mi opinión, la autocrítica, cuando es sincera, aunque sea
tardía, tiene siempre una virtualidad positiva para todos.
Por la misma
razón he leído con extrañeza y pesar el texto de P. Meabe, P. Etxebeste y A.
García, antiguos compañeros de los Secretariados Sociales de las
diócesis vascas, titulado "La Iglesia vasca no se ha callado jamás ante
los crímenes de ETA", porque, además de afirmar que la declaración de
los obispos es "una acusación de parte, carente de objetividad",
proclaman con excesiva contundencia algo que siempre me ha parecido nefasto en
el proceder apologético de ciertas instancias clericales: afirmar que la
Iglesia siempre ha estado donde debía y jamás ha sido cómplice de los crímenes
ajenos.
Confieso que
también a mí me ha costado escribir estas líneas porque hace ya bastante tiempo
que había dejado de opinar críticamente sobre la forma en que nuestra Iglesia
ha interpretado su autocomprensión, su relación con la sociedad y su forma de
presencia pública en la misma. Pero he creído que, en estos momentos en que
todos estamos llamados a construir una memoria lo más fidedigna posible con
lo que ha sucedido en nuestra sociedad, no debía permanecer en silencio.
Estimados Patxi,
Paco y Arturo: Tengo que comenzar diciendo que lo que decís en vuestro
escrito es sólo parte de la verdad y en cierta medida también carente de
objetividad. Aunque no niego que en la Iglesia vasca hayan existido numerosos
grupos e instancias eclesiales, que han pretendido servir a la justicia y a la
paz, creo que esta parte luminosa de la realidad eclesial no debe hacernos
perder de vista otras realidades más sombrías de nuestra Iglesia. Incluso en el
debe de las primeras hay que reconocer ausencias y ambigüedades que bien
merecen una autocrítica.
También yo hablo
desde una larga, rica y no siempre grata experiencia en los Secretariados
Sociales de nuestras diócesis (fui director del Secretariado Social de
Bilbao durante once años y alguno más de colaborador que gustosamente compartí
con vosotros hasta que decidí dejarlo). Debo resaltar de entrada un hecho que
juzgo significativo para el tema que nos ocupa. Durante todo este tiempo no
fuimos capaces de sacar un solo folleto sobre ETA y sobre el nacionalismo
radical que justificaba su violencia terrorista.
No pudimos
coincidir en una condena explícita y clara de la misma. Las mismas siglas de ETA tardaron excesivo
tiempo en poder plasmarse por escrito en un juicio condenatorio del terrorismo.
En este, como en algún otro tema (por ejemplo, el de los derechos humanos en la
Iglesia) todos nuestros intentos se veían abocados a un discreto silencio.
Aunque decíamos tener una voluntad explícita de abordarlos, esta no llegaba a
plasmarse nunca en texto escrito y publicado. Al final, el criterio de la
última autoridad responsable de los Secretariados acababa imponiéndose sin
remisión.
Me sorprende
sobremanera vuestra forma tan rotunda de negar la politización de la Iglesia y
su falta de sensibilidad ante las víctimas. Creo que hay una enorme cantidad de
testimonios orales, escritos y gráficos, acompañados a veces con gestos que
siempre nos evocarán al levita que pasa de largo ante el sufrimiento de las
víctimas, que evidencian hasta dónde nuestra Iglesia ha sido responsable,
cuando menos por omisión, de un proceso de nacionalización de la sociedad vasca,
en el que se han dado no pocas complicidades y ambigüedades por lo que a la
confrontación clara y explícita con el fenómeno de la violencia terrorista y
con el entorno legitimador de la misma se refiere.
Por eso me es
imposible concluir con vosotros que "como testigos directos de estos
Secretariados Sociales lo decimos con humildad y libertad: que, ante los
crímenes de ETA y otras muchas conculcaciones de los derechos humanos, no
nos hemos callado jamás, ni hemos sido cómplices ni ambiguos."
Problemas obvios
de espacio y lugar me impiden entrar a valorar vuestro análisis histórico y
sociológico o abundar en los pormenores de una situación difícil y compleja que
necesitará todavía de mucha lucidez y coraje por parte de todos, para
recorrer el camino que nos permita hacer verdad, hacer justicia y hacer
reconciliación en esta sociedad. Por mi parte, sabéis que no tengo
inconveniente alguno en seguir debatiendo con vosotros al respecto, en privado
o en público, cuando y como mejor os parezca. Quedo, pues, a vuestra
disposición. Un abrazo.
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