La solemne
celebración de la Misa Crismal ha sido el marco escogido por nuestro obispo
para dar a conocer el nombramiento de Joseba Segura como Vicario General y la concesión
por parte del Papa Francisco de un obispo auxiliar para nuestra diócesis. Las
dos noticias son relevantes para la misión de nuestra Iglesia y por ello
merecen ser consideradas con atención y comentadas con la mayor objetividad
posible. No da lo mismo que sea uno u otro el vicario general ni que se nos
nombre un obispo auxiliar. En la situación de crisis religiosa y pastoral que
sufrimos, las figuras del obispo y de su vicario son decisivas para responder a
los retos que, desde hace ya muchos años, se están planteando a la
evangelización en nuestro pueblo.
El nombramiento del vicario es ya un
hecho; después de las consultas realizadas, Joseba ha sido, al parecer, el más
votado en todos los estamentos de la diócesis. No seré yo quien vaya a dudar de
su capacidad. Los que le conocemos desde el seminario y los que han tenido la
oportunidad de trabajar con él en las diversas tareas pastorales que se le han
encomendado, tenemos datos de sobra para apreciar su formación y reconocer su
valía humana y religiosa como creyente y como cura. Pero a mí no deja de preocuparme
que, recién llegado de Ecuador, se le
haya presentado como candidato para una encomienda de tanta responsabilidad sin
darle apenas tiempo para hacerse cargo de la situación de esta diócesis, que en
los doce años que él ha estado ausente, ha sufrido tantos cambios. Extraña
mucho que para nombrar al vicario general haya que ir a buscarlo tan lejos. Y
además nombrarlo antes de conocerse, porque Joseba no conoce a D. Mario ni D.
Mario conoce a Joseba. El vicario es un “alter ego” del obispo, pero esta nueva
relación entre el obispo y su vicario va a llevar consigo una mutua conversión;
el tiempo nos dirá quién prevalece. Yo sólo deseo que sea para bien de esta
sufrida diócesis que, en su corta vida, ha dado muestras de resignada
aceptación y de probada comunión cada vez que se le han quitado o se le han nombrado
nuevos obispos.
Esta es la segunda noticia que se
nos anunció en la Misa Crismal: que vamos a contar próximamente con un obispo
auxiliar para la diócesis. El tono con el que D. Mario lo anunció mostraba su
satisfacción; lo dijo como si de un regalo se tratara. Él lo había conseguido
del Papa que – según explicó – conoce muy bien nuestra diócesis. Tengo fundadas
razones para suponer que esa petición al Papa ha sido una iniciativa del obispo
que no ha sido consensuada ni comentada en los Consejos Diocesanos que son
quienes deben valorar la situación pastoral de la diócesis y promover los
medios adecuados para su evangelización.
Particularmente yo no acabo de ver
la necesidad de un obispo auxiliar para Bilbao. Tenemos un obispo joven, vasco,
con buena salud, con varios títulos universitarios y responsabilidades en la
Conferencia Episcopal y que por este motivo y otros que desconozco, tiene que
viajar a Roma y a otras diócesis que le solicitan. No es “obispo de
aeropuerto”, como denuncia el Papa, pero sí que se ausenta de la diócesis con
frecuencia. No parece que se encuentre desbordado.
Tampoco se han dado a conocer las tareas a las que ha de
dedicarse el nuevo obispo y que habrían motivado la solicitud de su
nombramiento. Esta querida diócesis de Bilbao está muy organizada; siempre ha
sido un tema para presumir con los de fuera. Los diversos Consejos, las
Delegaciones y Comisiones, los Planes de evangelización y de remodelación
pastoral, el número de laicos liberados y voluntarios que sostienen la
actividad pastoral en la curia y en las parroquias han supuesto un apoyo
insustituible para la evangelización. Tenemos todo tan bien organizado que si
nombran a un obispo auxiliar habrá que removerlo todo para hacerle un hueco. A
no ser – y esto es una suposición infundada – que el obispo titular tenga otras
miras y quiera asegurarse el relevo.
En cualquier caso debemos esperar
que se mejore el trámite para su elección. Esta diócesis ha solicitado desde
hace muchos años que se tenga en cuenta su opinión a la hora del nombramiento
de sus obispos. Ya sabemos que el Código no lo exige, pero también sabemos, que
no lo prohíbe. Ya tuvimos experiencia de hacer una consulta diocesana cuando se
jubiló D. Luís María Larrea, aunque nos salió el tiro por la culata. Pero más
recientemente, para el nombramiento de D. Mario como auxiliar y titular, no se
consultó a ningún Consejo y aún se mantiene la repercusión negativa esto tuvo para
su aceptación y reconocimiento. Es de esperar que esta mala experiencia le
ayude a no recaer en el mismo error y si, al fin, se promueve el nombramiento
del obispo auxiliar, esperamos que la diócesis, en la forma en que sea posible,
sea consultada.
En la Misa Crismal nuestro obispo,
acertada y oportunamente, nos recordó que todos los bautizados hemos recibido
el Espíritu de Dios que nos ha constituido en sacerdotes, profetas y reyes. El
nombramiento del vicario y del obispo de la diócesis es una buena ocasión para
ejercer la responsabilidad que nos corresponde a todos los cristianos. Yo, al
menos, es lo que intento, dando a conocer, con respeto y libertad, lo que
pienso.
Juan Mari
Lechosa.
Cura jubilado
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Identifícate con tu e-mail para poder moderar los comentarios.
Eskerrik asko.