Con las elecciones generales encima y la LOMCE aprobada,
vienen las ofertas y contraofertas de los partidos políticos, entre ellas el
tema de la enseñanza de la religión e, incluso, como asignatura evaluable. Es
el momento del confusionismo conceptual y terminológico. Acaso también el
momento de la “progresez” confundiendo la progresía con una izquierda de
verdad.
Este verano pasado estuvieron unos días en mi casa tres nietas
de íntimos amigos míos, de Valladolid, dos universitarias y la otra en segundo de
bachillerato. Las tres inteligentes e hiper responsables. Paseábamos por la
Avda. de las Universidades. Quería yo que vieran la hermosura de la fachada del
Guggenheim que da a la Ría. Al pasar por la Universidad salió el tema de la
Compañía de Jesús y San Ignacio. Ninguna de las tres había oído hablar del
Santo. Insisto: muy estudiosas y responsables, no unas cantamañanas. Yo mostré
mi estupor y mi extrañeza. No habían ido nunca a clase de religión. Les comenté
entonces que una cosa es la Religión, y otra la Cultura religiosa. La Religión,
entendida desde los demandantes de esas clases obligatorias y evaluables, sería
el desarrollo y explicación de la teología cristiana, incluso desde el ángulo
de una fe explícita. Yo tengo mis grandes dudas de que entendida así, la
Religión sea exigible en el curriculum escolar. La encuentro razonable en los
colegios religiosos, con tal de que la enseñanza de la religión vaya orientada
a conseguir la formación de adolescentes con una impronta de inquietud ético-social
y compromiso con los más pobres. Las matemáticas las imparten bien en todos los
centros. Si ese no es el objetivo fundamental de nuestros colegios religiosos,
éstos pierden mucho de su sentido. No es un problema de los Idearios de los
centros. Como se suele decir, el papel lo aguanta todo, sino un empeño de los
docentes en todas las materias, no sólo en la clase de Religión. De ninguna
manera contemplo la obligatoriedad de la asignatura de Religión en los demás
centros.