Escrito por Antonio Duato, el 17 de enero, 2015
(De IVIVA)
Por Joaquín García Roca,
sociólogo y teólogo, del Consejo de Iglesia Viva,
Las
manifestaciones del papa Francisco, en conversación informal con periodistas,
en las que solicita que no se insulte ni provoque la fe de los demás “porque
será natural e inevitable que alguien dé un puñetazo a quien ofende a su madre”
han planteado cuestiones que cada una de ellas merece una atención
diferenciada.
1.- Algunos andan
preocupados por el alcance del “puñetazo”. ¿Cómo un papa que enfatiza la
misericordia y el perdón ha podido justificar una reacción violenta? ¿Dónde
queda aquello de la otra mejilla, se preguntan con evidente asombro?
Ciertamente que un puñetazo ni es mortal ni incita a la guerra santa ni inicia
una revuelta ni justifica medidas violentas; simplemente indica que el amor sin
indignación no es amor en absoluto. Quien es incapaz de airarse, sólo conoce la
apatía de la indiferencia. Un amor decidido y eficaz es un amor airado. Por eso
el cristiano se indigna airadamente de los productores de pobreza, de los
políticos corruptos, de los provocadores gratuitos, de los saboteadores de la
convivencia. Quizá el mundo cristiano necesita más personas indignadas que den
puñetazos ante los despropósitos e injusticia. No se está justificando
asesinatos, violencias ni terrorismos sino indicando simple y decididamente que
no todo es tolerable. Con la imagen del puñetazo se indica que la suavidad y
amabilidad en cualquier circunstancia no equivale al amor cristiano sino que
muchas veces esconde cobardía y flojera.
2.- El gesto
físico de repulsa, que escenifica el Papa en la conversación, ante la
provocación de lo que se considera sagrado en una determinada sociedad, en
ningún caso pretende alimentar la violencia ni justificar la acción asesina,
sino al contrario pretende desactivarlas. Para ello, no concede ninguna razón a
los que mataron —con el asesinato la perdieron toda— pero intenta comprender a
los millones de personas que en nombre de sus convicciones religiosas piden
respeto airadamente en las calles de medio mundo. Cuando la humanidad se
introduce peligrosamente en la confrontación entre multitudes que practican el
derecho de expresión y multitudes que practican el derecho a ser respetadas en
sus creencias, se necesitan lideres mundiales que ayuden a desactivar el
círculo la lógica de la acción-reacción que siempre es un poder autodestructivo
productor de barbarie y muerte. Un líder religioso como Francisco, que ha
lanzado carcajadas contra el poder absoluto del dinero y del capitalismo y ha
erosionado el poder eclesiástico en todas sus formas, está legitimado para
desestabilizar el poder absoluto de los medios de comunicación.
3.- ¿Es la
blasfemia una provocación intolerable? ¿O quizá el derecho a la expresión debe
aceptarse sin reservas ni limites porque es una conquista irrevocable e
incondicional del mundo civilizado? Cuando la Ministra de Justicia francesa se
opone frontalmente a las declaraciones del Papa en razón de considerarse la
patria de la irreverencia, consagra un principio peligroso para la convivencia
cívica. Por las mismas razones, que desautoriza los límites al derecho de expresión,
deberían ser intocables los Whatsapp, que hablan de amenazas y predican la
irreverencia con el orden público: al fin y al cabo son manifestaciones del
mismo derecho de expresión. La finura francesa puede dar más de sí.
4.- Al considerar
que la libertad de expresión es un núcleo básico, incondicional y absoluto de
la civilización occidental, se añade un elemento nuevo, a saber, que quien la
matice o simplemente la someta al criterio del buen gusto o al sentido común se
considerará un hereje contra la razón ilustrada y un atentado contra la
modernidad y los valores de occidente. Ya no estamos ante un agravio y una
represalia condenable por provocar muerte, sino ante un conflicto de
civilizaciones. El resultado es tremendamente peligroso por las consecuencias
que produce, se logra blindar nuestros países a los pasajeros sospechosos, se
evita el contagio de los inmigrantes que se declaran sobrantes, se temen a las
minorías sociales, culturales y religiosas que con sus estilos de vida
cuestionan los nuestros y merecen un control especial; con lo cual se justifica
el cierre de fronteras y se impide la movilidad de las personas ante un clima
social irracional. El control de aeropuertos, las leyes restrictivas sobre el
orden público, la negación de otros derechos civiles como el de manifestación
están servidos y justificados a causa del miedo frente al portador de otra
civilización incompatible. Sin embargo, las civilizaciones no entran en
conflicto sino que lo que chocan es lo peor de cada una de ellas alentados por
las tensiones acumuladas en el interior de la única civilización global. Unos y
otros luchan por el poder y la influencia, con los mismos medios de
comunicación, con sus tarjetas de crédito, con sus agencias globales de
financiación, con las redes e Internet. Por debajo del choque de civilizaciones
hay una civilización global que debe humanizarse entre todos con pedagogía
social y estrategias pre-políticas, a la que el Papa hace una contribución
modesta y razonable.
5.- En esta
cultura global, no cabe ni el terrorismo que mata ni el desprecio arrogante de
las convicciones del otro. Ciertamente, hay que tutelar la risa y la carcajada,
hay que promover firmemente el derecho a la vida y el derecho de expresión,
pero con la misma firmeza hay que defender también todos y cada uno de los
derechos civiles, sociales y políticos. Frente al terrorismo, que mata, no debe
haber tregua, pero la reacción no puede ser meramente policial y militar sino
que debe implicar el compromiso democrático a favor de la justicia, tanto penal
como redistributiva; entonces la libertad de expresión no responderá sólo a las
leyes del mercado sino que se someterá al interés general. No se puede
confundir la civilización global con una libertad más interesada en producir
beneficios para pocos que justicia para muchos. Existe fundamentalismo en
cualquiera secta religiosa, y también existe un fundamentalismo de la propia
razón cuando la antepone al interés general y a la paz social. Sólo de este
modo se puede afrontar un futuro global e interdependiente.
6.- Cuando la
humanidad se introduce en esta espiral de acción-reacción se necesitan
mediadores mundiales que desde la arena y en el interior de fuerzas
contrapuestas llamen al sentido común, detengan las aguas agitadas de la rabia
y el resentimiento, y favorezcan la paz a través del encuentro de quienes hoy
están en trincheras contrapuestas y excluyentes. Para la nueva civilización se
necesitará tanto la verdad de los que defendemos la libertad de expresión como
la verdad de lo que defendemos el respeto a las creencias de las personas. Para
esta operación no sirve la batalla de la represalia, ni tampoco instalarse en
el “o con nosotros o con los terroristas”, sino que es necesario otro camino
capaz de tutelar la libertad de expresión y la diversidad cultural y religiosa.
La manifestación informal y distendida del papa resulta, de este modo oportuna,
adecuada y pertinente en el fondo y en la forma.
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