santiago agrelo martinez (obispo de Tánger) |
Santiago Agrelo
Martínez obispo de Tanger: "Llevo días sin conexión a Internet. Sólo ahora
puedo colgar en el muro la circular que escribí para la Iglesia de Tánger como
toma de conciencia ante los muertos en la frontera de Ceuta.
Tánger, 7 de febrero de 2014
A los fieles laicos, a las personas consagradas y a los
presbíteros de la Iglesia de Tánger: Paz y Bien.
No te cierres a tu propia carne:
«No hace falta que nadie lo interprete, pues está dicho para
que lo entiendan incluso los niños: “Parte tu pan con el hambriento, hospeda a
los pobres sin techo, viste al que va desnudo”.Y después del mandato al alcance
de todos, por si hiciese falta, se añade la razón que lo sostiene: “No te
cierres a tu propia carne”. ¡El hambriento, el pobre sin techo, el desnudo, son
“nuestra propia carne”!
“No te cierres a tu propia carne”: Este único conocimiento
bastaría
para que fuese otra la política de las fronteras, otra la lógica de nuestros razonamientos, otra el motivo de nuestras manifestaciones, otra la matriz de nuestras preocupaciones, de nuestras aspiraciones, de nuestras quejas, de nuestras opciones.
para que fuese otra la política de las fronteras, otra la lógica de nuestros razonamientos, otra el motivo de nuestras manifestaciones, otra la matriz de nuestras preocupaciones, de nuestras aspiraciones, de nuestras quejas, de nuestras opciones.
“No te cierres a tu propia carne”: Si entras por el camino
de esta sabiduría, “romperá tu luz como la aurora”, delante de ti irá la
justicia, detrás irá la gloria del Señor, brillará tu luz en las tinieblas, tu
oscuridad se volverá mediodía”.
“No te cierres a tu propia carne”, y el pan que compartes
con el hambriento, te hará luz para el indigente, como es luz para ti el que,
con su vida en las manos como un pan, dijo: “Esto es mi cuerpo, que se entrega
por vosotros”.
“No te cierres a tu propia carne”: Sienta a los pobres a la
mesa de tu vida, y tú serás para ellos la luz con que Dios los ilumina.
Y a cuantos una y otra vez me recuerdan que la Iglesia no es
una ONG, una y otra vez recordaré que los pobres son “nuestra propia carne”, y
que mi pan es su propio pan, y que la Iglesia es su propia casa.»
Ése era, queridos, el mensaje que había preparado para
acercarme con vosotros al misterio de la palabra que oiremos proclamada en la
liturgia del V domingo del tiempo ordinario; pero los acontecimientos reclaman
transformar la suavidad de la exhortación en denuncia de lo que es inaceptable.
Lo inaceptable:
Es inaceptable que la vida de un ser humano tenga menos
valor que una supuesta seguridad o impermeabilidad de las fronteras de un
estado.
Es inaceptable que una decisión política vaya llenando de
sepulturas un camino que los pobres recorren con la fuerza de una esperanza.
Es inaceptable que mercancías y capitales gocen de más
derechos que los pobres para entrar en un país.
Es inaceptable que las políticas migratorias de los llamados
países desarrollados, ignoren a los empobrecidos de la tierra, vulneren sus
derechos fundamentales, y se conviertan en el caldo de cultivo necesario para
que se multiplique en los caminos de los emigrantes el poder de las mafias que
los explotan.
Es inaceptable que se reclamen fronteras impermeables para
los pacíficos de la tierra, y se toleren permeables para el dinero de la
corrupción, para el turismo sexual, para la trata de personas, para el comercio
de armas.
Es inaceptable que una política inhumana de fronteras
obligue a las fuerzas del orden a cargar la vida entera con la memoria de
muertes que nunca quisieron causar.
Es inaceptable que el mundo político no tenga una palabra
creíble que dar y una mano firme que ofrecer a los excluidos de una vida digna.
Es inaceptable que a los fallecidos en las fronteras se les
haga culpables, primero de su miseria, y luego de su muerte. Ellos no son agresores:
han sido agredidos desde que sus corazones empezaron a latir al sur del Sahara,
hasta que se paran para siempre, antes en nuestra indiferencia que en nuestras
fronteras.
Es inaceptable que el negrero de ayer perviva en los
gobiernos que hoy vuelven a encadenar la libertad de los africanos,
supeditándola a los mismos intereses y al mismo poder opresor.
Desde la impotencia a la esperanza:
Queridos: ante el drama de sufrimientos y muerte en que el
poder ha convertido los caminos de los emigrantes, es difícil que apartemos de
nuestro corazón sentimientos de frustración, de impotencia, de tristeza, de
indignación. Pero nuestro compromiso con la vida de los pobres no nace de esos
sentimientos, sino de un amor incondicional, un amor fiel, que a todos se nos
ha manifestado, y que a todos nos ha reunido para siempre en el único cuerpo de
Cristo.
“No te cierres a tu propia carne”: no te cierres al
sufrimiento de Cristo.
En este camino el poder no puede seguirnos. A él sólo le
pedimos que sea justo. A nosotros el amor nos pide dar incluso la vida por el
bien de los demás.
Y son muchas las cosas que, hasta dar la vida, podemos
hacer: Tenemos la fuerza del amor y de la oración, una fuerza que es capaz de
mover el mundo. Podemos hacer que los emigrantes no estén solos en su camino, y
podemos dejar solos a quienes, gobiernos o mafias, les están robando la vida.
Podemos compartir con el emigrante nuestro poco de leña, nuestro poco de agua,
la última harina de nuestra vasija, el último aceite de nuestra alcuza. Podemos
darles voz para que se escuche su grito, podemos llamar a las puertas de cada
conciencia para que la sociedad reclame una nueva política de fronteras, y, con
terquedad de discípulos de Jesús, podemos recordar a cada hombre que es su
propia carne, también la de Cristo, la que, día a día, es condenada a muerte en
las fronteras del sur de Europa.
Queridos: no me dejéis sin vuestra oración.
+ Fr. Santiago Agrelo
Arzobispo de Tánger"
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