Antonio Algora |
(De «Religión Digital»)
Nos duele, nos tiene que doler, a los católicos que
muchos de nuestros contemporáneos hayan abandonado la fe de nuestros
antepasados, que ha dado lugar a las más bellas realizaciones culturales y
artísticas, que ha sido profesada por nuestras famosísimas universidades de
Salamanca y Alcalá de Henares, que ha sido defendida por las más variadas
instituciones del Estado, ayuntamientos, asociaciones culturales y un largo
etcétera, signo evidente de la penetración en nuestras raíces históricas... Me
refiero especialmente al día 8 de diciembre, Fiesta
de la Inmaculada.
de la Inmaculada.
En efecto, celebramos en este domingo la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de Santa María Virgen antiquísima convicción del pueblo cristiano de que «Nuestra Señora fue preservada de toda culpa original desde el primer instante de su Concepción». Que quiere decir que, desde que fue concebida en el vientre de su madre, nunca tuvo pecado. Después de muchos siglos de mantener viva esta fe, fue el papa Pío IX quien proclamó esta verdad como dogmática, recibida por antigua tradición, en 1854.
Pues bien, aprovechando la crisis económica y el enfado y aun rabia de los muchos que no tienen trabajo ni salario que echarse a la boca y de los más todavía que ven reducidas sus posibilidades del bienestar perdido, las fuerzas políticas que se llaman de izquierdas arremeten contra la Iglesia para acabar con supuestos privilegios del pasado y poder conquistar de nuevo el poder político perdido mediante los votos de los descontentos en la situación actual.
Ante este regreso a momentos bien oscuros de nuestra historia patria, nos podemos preguntar: ¿qué tiene que ver la Iglesia (más de 35 millones de españoles -un 75 %- que nos confesamos católicos de los 47 que vivimos en España) con la lucha por el poder político en el gobierno de la nación? ¿Es legítimo extender la idea de que la Iglesia es responsable de las políticas del Gobierno actual, cuando los católicos hemos sido gravemente perjudicados en esta crisis?
Cáritas no tiene una fábrica de euros, su banco es el bolsillo de los católicos que hemos mantenido y estamos manteniendo servicios sociales con nuestras limosnas y aportaciones en especie y en voluntariado para los más necesitados y heridos por la crisis. Hemos soportado deudas millonarias, como otros muchos en España, de un Estado que todavía tiene para otros fines menos urgentes, y todavía queda deuda por cobrar, a la vez que se nos dice que tienen otro modelo de atención a las necesidades a los más empobrecidos, sin podernos demostrar que hayan disminuido las necesidades básicas en nuestros barrios más humildes, en las personas sin techo y en los tocados por el deterioro extremo a causa de la drogadicción.
En definitiva, muchos católicos están soportando un impuesto extra —por supuesto voluntario— para resolver problemas sociales inmensos. Se nos querrá convencer de que no es esa la Iglesia que se piensa combatir... se nos quiere llevar al terreno de esa simpleza: «Respeto a las creencias, sí; jerarquía de la Iglesia, no». ¿Hemos de volver al fantasma de las dos Españas que helaban el corazón del poeta?
De la mano de la Virgen Inmaculada, nos toca a los católicos proponer caminos de reconciliación y de paz, de conquista de una convivencia en la que no sufran los más débiles, rogando a los poderes políticos en el Gobierno de la Nación y en la oposición, que se pongan de acuerdo en esta hora de especial dificultad.
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