¿Qué pueden aportar unas religiones que suelen propugnar la
paz, pero que también suelen andar a la greña entre ellas… a pesar de
los llamamientos al diálogo y encuentros como el de Asís?
Las religiones son el camino de la búsqueda de Dios de los hombres,
de la búsqueda del bien, de la fraternidad y de la paz, que se traduce
en la búsqueda de la paz entre los pueblos. La violencia no es la
respuesta de ninguna religión ante las injusticias. Por ello, los
encuentros por la paz en el “espíritu de Asís” son el reflejo de la
búsqueda de la convivencia entre las religiones en un mundo que cada vez
es más plural y multicultural.
¿Está en la mano de los líderes religiosos convencer a los fieles de la pertinencia de la no violencia?
La fuerza débil de la oración puede ser despreciada o minusvalorada.
Sin embargo, los líderes religiosos tienen una autoridad moral sobre
millones de fieles que debe ser utilizada para explicar que la violencia
está fuera de cualquier tradición religiosa.
Entrevista a Jesús Romero, miembro de la Comunidad de Sant’Egidio
La no violencia surgió como un movimiento de lucha y resistencia
contra el colonialismo, el racismo o las dictaduras. Hoy es, sobre todo,
un método ineludible de resolución de conflictos. A todos los niveles:
desde la comunidad de vecinos y vecinas a las guerras que salpican el
mundo. No basta con resistir; hay que respetar a la otra persona,
dialogar y encontrar puntos comunes de entendimiento. Solo así se
alcanza de verdad la paz. Lo explica a las claras Jesús Romero, miembro
de la Comunidad de Sant’Egidio, que tiene en su haber el éxito de
negociaciones en conflictos tan enquistados como los de Mozambique,
Guatemala o Burundi.
¿Qué balance podemos hacer de la no violencia en la primera década de este siglo?
Se ha puesto en evidencia la necesidad de trabajar por la no
violencia, no sólo para intentar solucionar los conflictos entre los
estados, sino también como prevención de las situaciones de terrorismo
(11-S, 11-M, Londres, Bombay, etc...) que han sido originadas, en
algunos casos, por ciudadanos de los países donde se perpetraron los
atentados. Estos episodios muestran la necesidad de trabajar por la
integración y la convivencia de todos los ciudadanos y ha hecho más
visible el papel de la ciudadanía en la construcción de la no violencia.
¿Tiene sentido la no violencia hoy, en estos tiempos de crisis, pobreza, acampadas y primaveras árabes?
Tiene mucho sentido el apostar por la no violencia pues, como dice
Andrea Riccardi (fundador de la Comunidad de Sant’Egidio), la guerra es
la madre de la pobreza y esto se manifiesta de manera palpable en muchos
países del mundo que, aunque son ricos en recursos y bienes, a causa de
la violencia dilapidan su futuro en guerras civiles y empobreciendo a
la población.
¿Sigue siendo más efectiva que la violencia para resolver de verdad los conflictos?
No hay posibilidad de vencer los conflictos mediante la violencia;
solamente se pueden acallar. Una victoria violenta siempre conlleva el
riesgo de una violencia larvada que puede volver a renacer en un futuro,
incluso tras la celebración de unas elecciones postconflicto.
¿Cómo se puede ejercer la no violencia en este contexto?
A nivel personal y ciudadano, apostando por el diálogo, el
entendimiento y la negociación de los conflictos, lo cual no significa
la cesión a los violentos, sino la puesta en justo valor de los derechos
irrenunciables a la paz, a partir de los cuales se pueden llegar a
acuerdos.
¿Hasta dónde cabe llegar con la no violencia? ¿Hay que soportar todo?
No hay que soportar todo, por lo que hay que buscar modos
inteligentes de llegar al diálogo antes de que las situaciones se
enquisten.
Está claro que la mera resistencia pasiva no es suficiente
para resolver situaciones muy enquistadas. ¿Basta con protestas,
acampadas, huelgas de hambre… hasta doblegar la posición contraria? ¿O
hay que ir algo más allá? Esto es, quienes están por la no violencia
¿deben tener disposición también a dialogar, a encontrarse con la opción
contraria, a renunciar a algo auténtico…?
En algunos casos se realizan acciones que son útiles para llamar la
atención sobre una circunstancia determinada, pero en todo conflicto las
partes implicadas deben llegar a algún tipo de diálogo. Estos recursos
no violentos deberían servir para permitir una flexibilidad inicial por
alguna de las partes, pero no pueden ser el fin último.
Cuando la situación está muy enquistada, puede ser útil recurrir a una
parte neutral que ayude a facilitar el diálogo o a mediar en un
conflicto. Esta es nuestra experiencia en situaciones como Mozambique o
Burundi. Es fundamental que, en este caso, los facilitadores sean
completamente neutrales y gocen de la confianza de todas las partes.
¿Vale la pena proseguir esta senda de la no violencia y el diálogo? ¿Es preciso armarse de mucha paciencia para ver los frutos?
En estos años se han logrado pacificar algunos conflictos usando el
arma débil del diálogo: Mozambique, Burundi, Nepal, etc. La comunidad
internacional y los actores del conflicto deben tener paciencia, pues
las consecuencias de la violencia anidan de manera profunda en la vida
de los países y las personas que las sufren. Pueden pasar 20 años hasta
que un país que ha sufrido un conflicto llega a equiparar su nivel de
desarrollo al de otro que partía de una situación económica y de
desarrollo análoga. La paz necesita paciencia.
¿Se puede dialogar de cualquier cosa, con cualquiera, por encima de cualquier consideración moral?
Ésta es una pregunta difícil. Sin embargo, creo que sí: dialogar para
conseguir la paz, argumentando la primacía de la paz, es una obligación
moral.
La violencia no es sólo física. Hoy sabemos que se ejerce de
muchas otras maneras: discriminación, pobreza, etc. ¿En qué medida puede
contribuir la no violencia a acabar con la pobreza, las
discriminaciones, las injusticias en el mundo?
La pobreza y la discriminación son formas de violencia, pues anulan
la posibilidad de progreso de pueblos enteros. Es necesario volver a
considerar a todos los hombres y mujeres iguales ante la ley, dándoles
las mismas posibilidades de desarrollo, en todos los países.
¿Qué pueden aportar unas religiones que suelen propugnar la
paz, pero que también suelen andar a la greña entre ellas… a pesar de
los llamamientos al diálogo y encuentros como el de Asís?
Las religiones son el camino de la búsqueda de Dios de los hombres,
de la búsqueda del bien, de la fraternidad y de la paz, que se traduce
en la búsqueda de la paz entre los pueblos. La violencia no es la
respuesta de ninguna religión ante las injusticias. Por ello, los
encuentros por la paz en el “espíritu de Asís” son el reflejo de la
búsqueda de la convivencia entre las religiones en un mundo que cada vez
es más plural y multicultural.
¿Está en la mano de los líderes religiosos convencer a los fieles de la pertinencia de la no violencia?
La fuerza débil de la oración puede ser despreciada o minusvalorada.
Sin embargo, los líderes religiosos tienen una autoridad moral sobre
millones de fieles que debe ser utilizada para explicar que la violencia
está fuera de cualquier tradición religiosa.
¿Llegará un día en que sea realidad el sueño del que hablaba
Riccardi en Barcelona el año pasado: un mundo de verdad sin guerras, sin
conflictos, sin violencia?
Nosotros esperamos -y trabajamos- para que así sea, tanto en los
barrios de las ciudades donde estamos presentes como en los países que
sufren la violencia de la guerra.
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