Fuente: Alandar
11/11/2024
“Toc, toc. ¿Quién es? Más de la mitad de la
Iglesia»
Bajo este lema, acuñado durante el sínodo de la Amazonía, feministas de todo
el mundo llevan años presentándose a las puertas del Vaticano para reclamar la
igualdad tan largamente esperada. Parece que todo un Sínodo de la Sinodalidad
tampoco ha sido suficiente para alcanzarla
Como ya hemos contado en Alandar en otros momentos, a comienzos de 2020 colectivos de feministas católicas en todo el mundo tuvieron un resurgimiento que las llevó a unirse bajo un mismo paraguas, creando el Consejo de Mujeres Católicas (CWC por sus siglas en inglés). Desde esa fecha venimos investigando, preguntando y reflexionando sobre cómo nos sentimos las mujeres en la Iglesia y cómo experimentamos nuestra fe y el seguimiento de Jesús de Nazaret. Lo que originalmente se pensó como una “peregrinación a Roma” se fue convirtiendo en el “Sínodo de las mujeres”, que arrancó en marzo de 2022 y dura hasta la actualidad. Durante este tiempo venimos profundizamos sobre temas que consideramos prioritarios para la Iglesia. Los trabajamos a nivel local en talleres y los ponemos en común de manera global en sesiones virtuales de escucha. Los recursos, textos y videos de este trabajo están abiertos y disponibles en nuestra página web.
Como CWC decidimos “peregrinar a Roma” como centro del poder religioso. Esta decisión conllevó esfuerzos personales y económicos para traer a mujeres de Australia, Colombia, Guatemala, Sudáfrica y otros lugares que, cada mes de octubre en los últimos tres años, nos hemos encontrado en Roma para orar, manifestarnos y encontrarnos. Organizamos eventos propios y también nos unimos a los actos convocados por otras organizaciones progresistas católicas como Root&Branch, Women Ordination Conference, Future Church y otras.
Este año 2024, el grupo de mujeres más jóvenes del CWC fueron las encargadas de organizar el acto central. El “Santuario de la escucha” fue un momento de compartir espiritual centrado en las diaconisas de las primeras comunidades cristianas como Tecla, Febe o Junia. Junto a ellas presentamos a otras mujeres que, en el pasado y presente de la Iglesia, son diaconisas con acción comprometida. A este momento de oración, contemplación y acuerpamiento, invitamos especialmente a las mujeres de la Asamblea Sinodal. Fue muy enriquecedor y esperanzador escuchar su experiencia y su compromiso. Julia Osęka, la mujer más joven del Sínodo, de origen polaco, que participa en el mismo como delegada de Estados Unidos, nos contó cómo se tomó muy en serio su misión, organizando reuniones previas con jóvenes de su generación para llevar su sentir al Sínodo. Helena Jepessen nos contagió su optimismo y su visión tan clara del cambio necesario en la Iglesia.
También nos unimos a la convocatoria de Women Ordination Conference de marchar hacia el Vaticano con la pregunta «¿Por qué no yo?», «¿Por qué ella no?». Con sorpresa nos vimos rodeadas de una enorme presencia policial, que puso todas sus energías en impedir que lleváramos nuestras pancartas cerca del Vaticano. Fue un momento de unión y de fuerza, que nos hizo pensar que, si menos de 50 mujeres completamente inofensivas cantando y rezando suponemos una amenaza para las instituciones vaticanas, entonces, tal vez, estamos subestimando nuestra fuerza y la incomodidad de nuestras reivindicaciones.
Encontrarnos físicamente mujeres de todo el mundo que estamos comprometidas en el trabajo por la igualdad en la Iglesia Católica es una oportunidad muy significativa. Nos empodera y anima ver que somos muchas las que reclamamos la justicia que nos corresponde como personas bautizadas. Es fuente de esperanza para muchas mujeres católicas que se rebelan contra la discriminación en la Iglesia. Un ejemplo de este empoderamiento es el nacimiento del grupo Theckla en Polonia, en parte propiciado por su participación en nuestro encuentro del año pasado.
Con respecto a la evolución y desenlace del Sínodo, podemos decir que la manera en la que se ha cerrado la posibilidad del acceso de la mujer a los ministerios ordenados nos resulta dolorosa, ofensiva e irritante. Este portazo truncó las esperanzas de muchas mujeres que sienten la llamada y se preguntan consternadas, ¿porque no podemos cumplir nuestra vocación en la Iglesia? Al mismo tiempo que a la Santa Sede le escandaliza que algunos países excluyan a las mujeres de la vida social y reclama para el mundo “que siga luchando contra los estereotipos nocivos que impiden la igualdad de oportunidades para mujeres y niñas”, el propio Vaticano persiste en una injusticia tan flagrante como impedir que las mujeres accedan a los ministerios ordenados exclusivamente por razón de sexo. Jesús describe con mucha claridad esta actitud: “ver la paja en el ojo ajeno e ignorar la viga en el propio”.
Me gusta un mensaje que suele utilizar WOC: “ordenen mujeres o dejen de bautizarlas”. Cuando la Iglesia bautiza a una mujer, en cierta medida le está haciendo la promesa falsa de que somos todos iguales por el bautismo. No somos todos iguales porque, a partir de ahí, las mujeres solo tenemos derechos parciales. Recuerdo que las niñas de mi comunidad cristiana jugaban a celebrar misa. Más les hubiera valido jugar a ser astronautas, porque tenían más posibilidades de ir a la Luna que de presidir una Eucaristía.
Estamos cansadas del planteamiento de “el tema todavía no está maduro”, “hacen falta más estudios”. Vemos en esta dilación una táctica patriarcal diseñada por los hombres ordenados para mantener el statu quo. Si la jerarquía de la Iglesia Católica aún no está preparada para compartir sus privilegios con las mujeres, las mujeres sí estamos preparadas para vivir una Iglesia sinodal, asumiendo plenamente las responsabilidades que eso implica, incluido ser cauce de la gracia divina con nuestros cuerpos femeninos. Y esta cuestión no solo afecta a las mujeres, también afecta a los hombres de la Iglesia. Porque este NO unilateral contradice la metodología y el espíritu del Sínodo de la Sinodalidad. Supone un paso atrás después de 60 años de estudios, artículos y debates de historia y teología. (El CWC hizo llegar al grupo 5 un buen número de publicaciones documentadas al respecto).
Como feministas católicas se nos pregunta frecuentemente “¿Por qué seguís en la Iglesia? Si la Iglesia no va a cambiar”, “¿por qué insistís en pertenecer a una institución patriarcal y machista?”. Las feministas católicas seguiremos insistiendo en el cambio desde dentro de la Iglesia con firmeza y convicción. Somos muchas y no vamos a desistir. Nos mueve el proyecto de Jesús de una comunidad de iguales y el enfado ante la injusticia de esta sociedad patriarcal. Desde nuestra creatividad e inspiración estamos dispuestas a mostrar que la llamada “cuestión de las mujeres” no es menor.
Una reforma misionera y sinodal supone una reforma de todos los ministerios. Sin miedos ni inmovilismos. En palabras de Timothy Raddclif: “Ampliemos nuestra imaginación a nuevas formas de ser la casa de Dios, en la que haya lugar para todos. De lo contrario solo estaremos reorganizando las sillas del Titanic.”
La Sinodalidad no será completa ni auténtica hasta que no se resuelva la plena participación de las mujeres. Seguiremos trabajando sin descanso por alcanzar esta igualdad porque “lo que viene del Espíritu Santo no puede ser detenido”.
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