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Fuente: Noticias Obreras
Por Rafael Díaz-Salazar,
profesor de Ciencias Políticas
06/2025
Parece increíble, pero es cierto: la extrema derecha marca los debates y las estrategias políticas en bastantes países de todos los continentes, independientemente de estar en el gobierno o en la oposición. Es una pesada bola de hierro a la que tenemos encadenados nuestros pies y, por eso, no podemos avanzar más. Lo más terrible es el gran apoyo electoral que tiene, especialmente en países de sólida trayectoria democrática, en los que las izquierdas eran fuertes. Detener su expansión ante el miedo de que gobierne se ha convertido en una prioridad democrática. La victoria de Trump le da una gran dimensión internacional y una alianza estrecha con el país más poderoso. Ante este acontecimiento, lo que debemos hacer es comprender, aprender y rectificar para construir otra hegemonía.
Un mapa político de la extrema derecha en el mundo
En América, la extrema derecha gobierna o es fuerte en Estados Unidos, Argentina, Brasil, Chile, El Salvador, Ecuador. En Europa tiene mucha fuerza en todos los países. En Asia y en África abundan partidos nacionalistas xenófobos, fundamentalistas religiosos y ultraconservadores, pero no pueden ser considerados iguales a lo que en Occidente denominamos extrema derecha. Estamos, pues, ante un fenómeno político occidental. Los antecedentes de este conglomerado de partidos políticos son dos. Por un lado, los partidos nazis y fascistas en Alemania e Italia; por otro, el neoliberalismo autoritario que fue hegemónico en Estados Unidos y en el Reino Unido en la década de los ochenta del siglo pasado con los gobiernos de Reagan y Thatcher. Posteriormente, en la década de los noventa surge en Italia un neoliberalismo populista a través de Berlusconi, un empresario de las telecomunicaciones que se convierte en un nuevo tipo de líder político. La extrema derecha italiana tiene una conexión con todos estos antecedentes. Su origen remoto es el MSI (Movimiento Social Italiano), un partido neofascista del que procede la presidenta Giorgia Meloni, líder de Fratelli d’Italia y aliada de Trump. En 2022, esta extrema derecha, que ha sabido conectar con las bases sociales del berlusconismo, logra la victoria electoral en el país en el que las izquierdas habían sido las más fuertes de Europa.
El problema mundial que tenemos con la extrema derecha no es Trump, Milei, Meloni, Barbarella o Abascal, sino los millones de ciudadanos que los votan. Es necesario conocer las razones de estos apoyos electorales que son reflejo de transformaciones muy profundas en las sociedades civiles de bastantes países.
La extrema derecha actual no es una reedición del fascismo o del nazismo, aunque tenga componentes de su cultura política. Tampoco es la mera continuación de los partidos conservadores neoliberales.
El peso político de la extrema derecha en Europa y en España
En las elecciones al Parlamento Europeo en el año 2024, los partidos de esta orientación política obtuvieron 189 diputados, uno más que los socialistas y muchos más que todos los partidos europeos a la izquierda de estos (46): Francia Insumisa, Die Linke, Syriza, Sinistra Italiana, Bloco de Esquerda, Podemos, una diputada de Sumar y otros. La extrema derecha se ha dividido en tres grupos: PfE-Patriotas por Europa (86 eurodiputados, entre los que predominan los partidos mayoritarios liderados por Orban, Barbarella, Salvini y Abascal), CRE-Conservadores y Reformistas Europeos (78 eurodiputados, liderados por el partido de Giorgia Meloni, Fratelli d’Italia y en el que se encuentran dos eurodiputados españoles de SALF) y ESN-Grupo Europeo de las Naciones Soberanas (25 diputados, siendo el partido más destacado AfD de Alemania).
Trump y su vicepresidente Vance los apoya y les están ayudando a ganar elecciones con el objetivo de romper políticamente la actual Unión Europea y disponer de países vasallos.
En España, en las elecciones generales de 2023, las personas que votaron a VOX fueron un poco más que las que votaron a Sumar, que incluía a Podemos y a todos los partidos estatales a la izquierda del PSOE. De las dos fuerzas antisistema nacidas en los últimos años (Podemos y VOX), la más estable ha terminado siendo la extrema derecha y, además, es la que más crece, incluso entre los jóvenes.
En las elecciones europeas de 2024, los dos partidos españoles de extrema derecha (VOX y SALF-Se Acabó La Fiesta) superaron a las dos formaciones políticas a la izquierda del PSOE (Sumar y Podemos). De estas cuatro organizaciones, VOX fue la que más votos y europarlamentarios consiguió, incluso si se suman los votos y los eurodiputados de Sumar y Podemos.
Hay que tener en cuenta que el partido de Alvise (SALF) obtuvo nada menos que 800.000 votos y tres europarlamentarios. Es una cantidad de electores significativamente superior a los de Podemos (571.902) y muy cerca de los que apoyaron a la coalición Sumar (811.545).
En las elecciones catalanas de 2024, VOX obtuvo más votos y más diputados que Comuns Sumar: once frente a seis. Aliança Catalana, la extrema derecha independentista, obtuvo en esas elecciones casi los mismos votos que la CUP, la extrema izquierda independentista. Solo les separaron 9.548 votos.
VOX se ha convertido en un partido de gobierno en comunidades autónomas y en ayuntamientos. Sin él, los conservadores del PP no pueden mantener su poder. En el Congreso de los Diputados es el tercer grupo parlamentario con dos diputados más que Sumar (incluido Podemos antes de su escisión).
Todavía andan por ahí progresistas despistados por su narcisismo y por su prepotencia que creen que la cultura conservadora y reaccionaria es cosa de «cuatro fachas». No vale con rasgarse las vestiduras y hacer llamamientos al antifascismo para ocultar los propios errores. Lo más urgente es analizar con profundidad lo que está pasando, que es muy grave.
Razones del apoyo ciudadano a la extrema derecha
Cada país tiene características peculiares que marcan el surgimiento y desarrollo de las diversas extremas derechas nacionales. No obstante, pienso que hay algunas razones de fondo compartidas. Las principales son las siguientes:
1) La antipolítica que nace del malestar democrático y genera un rechazo del sistema tradicional de partidos y una identificación con nuevos líderes que los critican con radicalidad.
2) La cultura ciudadana de la xenofobia, del racismo, de la aporofobia (rechazo del pobre) que se basa en «nosotros primero y fuera los que no son de aquí». Tiene componentes de odio y reclama un orden social fuerte.
3) El rechazo a los migrantes, a quienes se considera fuente de todos los males: quitan trabajo a los nacionales, van destruyendo la identidad de la nación, aumentan la delincuencia, son atendidos con prioridad por los servicios sociales. La película El viejo roble de Ken Loach muestra muy bien esta percepción y los comportamientos xenófobos en un barrio obrero.
4) La defensa del patriotismo nacional y de sus tradiciones y costumbres. Se considera que son erosionadas por la globalización, por el multiculturalismo introducido por los migrantes y por el apoyo legal a formas de vida no tradicionales: el matrimonio homosexual, la eclosión de los feminismos, la diversidad de identidades sexuales, la fecundación in vitro, etc. En este ámbito se inscribe la reivindicación de las tradiciones religiosas que han sacralizado la identidad de los países y el ataque a las formas modernas de la religión y de las confesiones religiosas, especialmente el diálogo interreligioso. Hay una defensa de la cristiandad frente al islam. La islamofobia se incorpora a la cultura de la identidad.
5) El empobrecimiento de la clase obrera y la precarización de los trabajadores nacionales que se sienten abandonados por la izquierda y los sindicatos y amenazados por los obreros migrantes. La deslocalización de las empresas por la globalización y el debilitamiento de la industria local lleva a la defensa de la desglobalización, a la salida o al debilitamiento de organismos políticoeconómicos supranacionales (la Unión Europea, entre otros) y a la reivindicación de una renacionalización de la actividad productiva.
6) La desesperación ante el «no futuro». Bastantes pequeños y medianos comerciantes y empresarios perciben que no tienen ayudas y ven cómo van decayendo sus negocios ante el predominio de otro tipo de empresas. Sectores de las clases medias bajas experimentan la frustración de sus expectativas de una movilidad social ascendente. Los agricultores y el mundo rural se sienten ignorados. Muchos jóvenes no ven perspectivas halagüeñas para sus vidas. Todas estas realidades crean un magma social de irritación que lleva a apoyar a la extrema derecha como la última esperanza ciega para la solución de sus problemas.
7) Una visión plana y simplista de la realidad que conecta con discursos políticos directos, tajantes y dogmáticos que ocultan la complejidad de los problemas que se quieren resolver. Son bien recibidos por personas y grupos sociales con baja cultura crítica. Esto se debe a formas tradicionalistas de ver la vida que reaccionan ante el peligro de su descomposición, a la inexistencia de culturas propias del antiguo movimiento obrero o de la Ilustración y a mensajes triviales que transmiten las redes sociales que crean un tipo de opinión pública. El irracionalismo se manifiesta bien en el rechazo a los científicos que muestran la realidad del cambio climático y explican las causas que lo originan.
8) El uso compulsivo de las pantallas y de las redes sociales, utilizadas con sagacidad e inteligencia por las extremas derechas, genera mentalidades y visiones de la realidad muy marcadas por la confrontación, el odio y el deseo de aplastar a los enemigos que allí se construyen. Este sistema mediático favorece el apoyo cultural y electoral a estas formaciones políticas y la reproducción de su discurso en las relaciones sociales de proximidad.
9) El resurgimiento de una cultura cívica con componentes nazis, fascistas y falangistas de fuerza, arrojo, masculinismo, matonismo, violencia. Este vitalismo de confrontación, autoafirmación y destrucción del orden político y cultural imperante atrae con fuerza a algunos sectores juveniles. Attila, un personaje fascista de Novecento, la película de Bertolucci, lo representa muy bien.
10) El rechazo al talante woke y a su cultura que otorga superioridad y juicios despectivos a quienes no comparten lo woke. Este término se utiliza para referirse a una forma de establecer lo que es correcto y verdadero por parte de quienes defienden ideas progresistas. Los referentes del nuevo canon woke son el feminismo, el ecologismo, la defensa de la diversidad, el orgullo gay, el apoyo a los migrantes, la pluralidad de identidades sexuales, la irreligión, el elogio de la transgresión. Quienes rechazan este orden considerado neodogmático, dado que fuera de él «no hay salvación», son «herejes» de la nueva corrección ciudadana. Contra él se rebelan millones de personas que sienten que sus convicciones y estilos de vida son despreciados. Como la extrema derecha se considera explícitamente antiwoke, millones de personas se identifican con ella porque les otorga una nueva consideración que refuerza su identidad y su dignidad.
Las razones que expongo se sitúan en diversos ámbitos: político (1), patriota xenófobo (2, 3 y 4), socioeconómico (5 y 6), cultural (7, 8, 9 y 10).
Por qué VOX crece cultural y políticamente
Como decía al inicio del anterior apartado, cada país tiene una extrema derecha propia. Me voy a centrar ahora en VOX, aunque en el fondo tengo presente a Aliança Catalana y a SALF. Pienso que son la canalización política de una previa regresión antropológica a estados primitivos de xenofobia, odio e irracionalismo. VOX crece por el malestar profundo de una parte significativa de la sociedad española con su realidad social y con el funcionamiento del sistema político. Esto se traduce, utilizando el lenguaje coloquial, en un gran «cabreo» que atribuye la causa de todos los males a los políticos profesionales. Se considera que la democracia y la política no resuelven una situación social y política caótica que cada vez se exagera más en un ambiente en el que las emociones desplazan a los raciocinios. El CIS muestra en sus barómetros la profunda desafección ciudadana con los partidos y la forma de hacer política. VOX quiere aprovechar la sensación existente en diversos ámbitos que ven a los políticos como personas urbanas y universitarias que «no son de los nuestros». La izquierda es despreciada y considerara traidora y ausente por algunos sectores de las clases subalternas que optan por la abstención. VOX pretende utilizar esa percepción popular de «ser abandonados por la izquierda» e intenta presentarse como alternativa. Juan Torres en un artículo y una entrevista, titulados «Hablemos claro: la izquierda también es responsable del ascenso de la extrema derecha» y «Las izquierdas han sucumbido al veneno neoliberal que desean combatir», ha analizado con gran lucidez esta temática. La izquierda tiene una gran responsabilidad por no haber continuado con nuevas formas lo que hicieron las Casas del Pueblo en los años treinta y lo que, en la JOC, en la HOAC y en la Editorial ZYX se hacía para la promoción cultural del pueblo y la extensión de una cultura obrera.
La defensa de la identidad españolista frente a los separatismos catalanistas y vasco ha sido esencial para el crecimiento de VOX. Este partido ha sabido crear un imaginario para convertir al presidente Pedro Sánchez en el gran traidor de la patria por pactar con los independentistas. Una vez logrado, ya no es posible analizar racionalmente los aspectos positivos y negativos de su acción de gobierno.
Al rompimiento de la unidad de España se une el intento de acabar con la esencia cultural y moral de la nación, según VOX. De ahí, la reactivación de la España de la Reconquista y los usos político-culturales de un nuevo nacionalcatolicismo unido a la antipatía al papa Francisco («el ciudadano Bergoglio», según Abascal). Los españoles que rechazan la diversidad de todo tipo y los nuevos derechos civiles e identitarios establecidos inicialmente por el Gobierno presidido por Zapatero, han encontrado en VOX una organización para articular la guerra cultural en nuestro país, dado que el PP es tibio en estos asuntos.
La animadversión y el odio a los migrantes constituyen un eje central en el discurso de VOX y esta posición política atrae a muchos votantes que consideran que el Estado les da preferencia y abandona a los españoles.
El ascenso de VOX también se explica por el «franquismo sociológico» que arraigó con fuerza en las clases medias emergentes durante la dictadura. La democracia no ha hecho desaparecer esta realidad porque es prepolítica y tiene una infraestructura cultural que se transmite familiarmente. Pervive una necesidad de orden y mando, de caudillismo, de decir «verdades como puños», de talante autoritario para acabar con «todos esos».
Hay que destacar la construcción emocional de la extrema derecha. Muchos sectores sociales que apoyan a VOX se guían por emociones primarias que expresan su malestar con agresividad. Desprecian el pensamiento y la ciencia, pues lo asocian a personas y grupos intelectualizados, de alto nivel de estudios y con cierta prepotencia y soberbia. Si se miran en ellos como en un espejo, se sienten mal. Por eso, les encanta que hayan surgido líderes que hablan sin tantas distinciones, con un lenguaje contundente y simplista, el mismo que usan ellos. La extrema derecha ha logrado que las emociones intensas y casi salvajes sustituyan a los argumentos y raciocinios y el resto de los partidos están haciendo casi lo mismo. Basta con ver los discursos electorales o los debates parlamentarios. Se va imponiendo entre los electores de la extrema derecha aquel «muera la inteligencia» de Millán Astray en su respuesta a Unamuno.
El discurso de VOX es cultural, además de político, y es bastante eficaz para cohesionar a una parte significativa de la población española que se identifica con él. Los canales de su discurso, que crea mentalidades y opinión pública, son medios de comunicación y redes sociales muy activas con millones de seguidores que superan a las de la izquierda. Los llamados «fachatubers» captan a muchísimos jóvenes para VOX. El canto del himno falangista «Cara al sol» que, por lo que me cuentan, está cada vez más presente en los institutos y las pulseras rojigualdas de adolescentes y universitarios son una expresión de mentalidades y comportamientos voxistas.
En el centro del imaginario colectivo creado por VOX existe un monstruo que tiene tres cabezas que hay que cortar: los malvados políticos, los separatismos nacionalistas y los migrantes.
El rechazo a los migrantes en la estrategia de crecimiento de VOX
Este partido ha creado una xenofobia emocional y ha sabido convertirla en creencia. Un argumento puede discutirse, pero es imposible revisar o desmontar racionalmente una creencia dogmática que esté muy viva. José Ortega y Gasset decía que las ideas se tienen, pero en las creencias se está. En ese ámbito de lo incuestionable no tienen cabida los análisis que demuestran que sin los migrantes hay servicios que no funcionarían y que ellos contribuyen de forma relevante al sistema de pensiones. Es más, se ignora la realidad investigada por el Banco de España en su informe anual de 2024, en el que se afirma que para equilibrar las pensiones en 2053 (no es tanto, solo tres décadas) necesitamos que aumente la migración: «el Banco de España explica que la población migrante trabajadora tendría que subir en más de 24 millones hasta un total de 37 millones. Habrá más trabajadores foráneos que españoles» (El País, 1/05/2024). Esto significa la creación durante 30 años de unos 800.000 puestos de trabajo anuales para incorporar migrantes. Sin ellos, el sistema público de pensiones quebrará.
Un reciente informe del Banco Central Europeo y otro de Fedea coinciden al afirmar que en Europa y en España el crecimiento económico y el mantenimiento del estado del bienestar son posibles gracias a «la incorporación de un elevado volumen de mano de obra migrante» (eldiario. es, 12/05/2025).
Alberto Ares, en «Desmontando el mito migratorio: 5 verdades incómodas», muestra las falacias existentes. Ofrece datos contundentes que muestran que los migrantes no nos invaden, pues «el porcentaje de los que llegan a España y a Europa cada año de forma irregular no supera el 5 o 10% de la migración total»; es decir, la mayoría entra de forma legal. El director del Servicio Jesuita de Refugiados en Europa también afirma que no es cierta la opinión de que «reciben más ayudas que los españoles», pues «los migrantes aportan al Estado un 70% más de lo que reciben y un 30% más que los españoles nativos». Respecto a la tesis de que «nos quitan el trabajo», este exdirector del Instituto de Estudios sobre Migraciones de la Universidad Pontificia Comillas escribe lo siguiente: «Los estudios demuestran que los migrantes no compiten por los mismos puestos que los trabajadores locales […] las personas migrantes de países no pertenecientes a la UE ganan aproximadamente un 30% menos que los trabajadores españoles». También demuestra que no son un peligro para la seguridad, pues «los españoles cometen más delitos que los extranjeros». Su excelente investigación se puede descargar a través de la web de Religión Digital.
El cambio en la demografía de nuestro país es un hecho e irá creciendo, no solo por la masiva llegada de migrantes, sino por la baja natalidad y por el rechazo de los españoles a ocupar trabajos imprescindibles que tienen malas condiciones laborales. Esta tendencia ya iniciada produce pánico y un miedo con base real: España nunca va a volver a ser lo que fue. Esto produce la sensación de un robo de la identidad tradicional. La mera presencia física de personas que se ve que no son europeas produce bastante malestar en la población de extrema derecha que abomina la diversidad.
Las tensiones con los inmigrantes en ocasiones se dan con mayor intensidad en pueblos y en barrios obreros por la percepción de supuestas prioridades en los servicios públicos y de que quitan empleos a los españoles.
Está creciendo en España la aporofobia; es decir, el asco y la aversión al pobre, al inmigrante «sudaca», «moro» o «negro». Es un problema antropológico de gran magnitud que va más allá de la política y que tiene algunas semejanzas con la mutación cívica que hizo posible el apoyo al fascismo y al nazismo. Ahora el chivo expiatorio no son los judíos, sino los migrantes… ¡que necesitamos! Por eso, el irracionalismo forma parte de la cultura de los voxistas.
¿Vota la clase obrera a VOX?
La «clase obrera/trabajadora» vota mayoritariamente al PSOE y a Sumar como puede constatarse en las encuestas relativas a las últimas elecciones generales de 2023.
Según el CIS, el 4% de las personas que se identifican como «clase obrera/trabajadora» votó a VOX. El voto a este partido es muy reducido y muestra que no es cierto que tenga una presencia significativa en esta clase. Otra cosa es que ha logrado penetrar dentro de ella. El 9% de quienes se identifican como «clase baja/pobre» por su extrema precariedad votó a VOX. Es significativo que en esta clase social haya un significativo voto a la derecha, pues en ella el PP supera levemente a Sumar (17% frente a 15,8%). No obstante, el voto de esta clase a la izquierda es claramente superior al otorgado a la derecha (43% frente a 25%).
Respecto a la abstención, el mayor porcentaje de personas que no votaron en las últimas elecciones generales está formada por quienes se autoidentifican como «clase baja/pobre» (23%). Los abstencionistas de «clase obrera/trabajadora» se sitúan en porcentajes similares a los de otras clases (en torno al 12%).
A diferencia de Francia, Alemania y Estados Unidos, la extrema derecha española no ha logrado un apoyo electoral significativo de las personas que declaran pertenecer a las dos clases inferiores de la estructura social. En Francia la extrema derecha lepenista es la que recibe más voto obrero, por encima de la izquierdista Francia Insumisa, y ha logrado hundir al Partido Comunista. En las elecciones presidenciales de 2022, Marine Le Pen logró en la primera y segunda vuelta el mayor porcentaje de voto obrero (36% y 67%). En España, las clases medias son mayoritarias en la composición interna del electorado de VOX. No obstante, hay que tener en cuenta su crecimiento en la «clase baja/pobre».
VOX es un partido neoliberal en economía y en política laboral. Es un aliado del gran capital. Intenta lanzar a las clases trabajadoras y a las clases medias contra los migrantes sabiendo que es una cortina de humo para engañarlas y para que no fijen la atención en la concentración de riqueza por multimillonarios y en la injusticia fiscal, que son las causas de sus desgracias.
La trampa populista de VOX radica en que se presenta como la nueva fuerza que defiende a «los de abajo», pero nunca se le escucha criticar a «los de arriba». Irrita al pueblo centrándose en que el problema son los migrantes y los nacionalismos secesionistas. Millones de españoles entran a ese trapo, utilizando el lenguaje taurino, y no prestan atención a la raíz de sus males.
Por un cristianismo y una Iglesia beligerantes contra la extrema derecha
Sin la cultura cainita de la xenofobia y del patriotismo excluyente que está presente en muchos países, los partidos de este ámbito político-ideológico no podrían desarrollarse y crecer. Estos la amplifican. Trump es su máximo representante. Muchas de sus actuaciones manifiestan el sadismo social y económico de sus políticas. Gonzalo Fanjul afirma que «Europa camina hacia el trumpismo migratorio» (El País, 13/02/2025).
La cultura cainita de la extrema derecha está en las antípodas del Evangelio de Jesús de Nazaret. Es la mayor negación del amor a los empobrecidos y de su primacía absoluta en las relaciones humanas, en la política y en la economía. La cultura evangélica es universalista y va más allá de las redes de proximidad y de pertenencia a una nación. Es una cultura samaritana que se «a-projima» a los últimos que están en las periferias y en las «cunetas» de dentro y fuera de los países. Como dice san Pablo: «Ya no hay judío, ni griego; todos sois uno». Esta cultura cristiana quiebra la columna vertebral que sostiene a la extrema derecha.
Es necesario difundir una contracultura de la fraternidad social y económica, del diálogo, de dar el máximo valor a la dignidad de los empobrecidos, especialmente de los inmigrantes.
Tenemos que realizar una valiente denuncia profética de la extrema derecha y responder sabiamente. El cristianismo de los Evangelios es una de las diversas fuentes (religiosas y no religiosas) que necesitamos y la Iglesia católica es una institución imprescindible en este quehacer junto a otras organizaciones de la sociedad civil. Son bien conocidos los mensajes del papa Francisco sobre las migraciones y su posición ante Trump. El creciente rechazo de los migrantes en bastantes países es expresión de un cainismo deshumanizador y está causando una «corrupción antropológica» porque rompe la milenaria regla de oro moral: «No hagas a nadie lo que no quieres que te hagan a ti y trata a los otros como te gustaría que te trataran a ti».
La regresión política que causa la extrema derecha impide captar que los procesos migratorios manifiestan la realidad de las desigualdades internacionales que no queremos ver en los países enriquecidos y explotadores del Sur.
Para cambiar esta tendencia cainita, debemos difundir los mensajes del Deuteronomio y del Evangelio: «Ama al emigrante, dándole pan y vestido […] Amaréis al emigrante […] No explotarás al jornalero, pobre y necesitado. No defraudarás el derecho del emigrante» (Dt. 10, 19; 24, 14-18). En el Evangelio, Jesucristo está presente en cada migrante: «Era emigrante y me acogiste» (Mt. 25, 35). Desde esta perspectiva evangélica, los migrantes son una presencia sacramental de Jesucristo. Por lo tanto, todos los discursos y todas las políticas contra ellos son pura blasfemia. Lo afirmo claramente: Trump y sus aliados en Europa y en todos los continentes son un grupo de blasfemos. También son genocidas por el apoyo al terrorismo de Israel en Gaza. ¿Han perdido la conciencia moral sus votantes?
En Fratelli tutti, Francisco lanza un mensaje revolucionario que rompe el discurso y la política de la extrema derecha y busca cristianas y cristianos dispuestos a hacerlo realidad: «Cada país es asimismo del extranjero, en cuanto los bienes de un territorio no deben ser negados a una persona necesitada que provenga de otro lugar» (nº 124).
Si fuéramos capaces de convertir en «sentido común de masas» la visión bíblica y el pensamiento de Francisco sobre los migrantes oprimidos, los cristianos y las iglesias haríamos una contribución revolucionaria al cambio antropológico, social y político. Si encontráramos en cada migrante empobrecido la presencia real de Jesucristo, nuestra vida cristiana sería más auténtica y nuestra espiritualidad menos desencarnada. Si nos enfrentáramos a los empresarios que los explotan y a los ayuntamientos que los ignoran y reorientáramos a los partidos y a los sindicatos hacia los trabajadores migrantes, viviríamos «el amor político» del que habla Francisco. Si en todas las iglesias de España se colgaran grandes lonas durante años con la frase «Fui emigrante y me acogisteis, dice Jesús», un nuevo imaginario colectivo se abriría paso y tendría repercusiones sociales, culturales y políticas.
El mejor freno al crecimiento de la migración es hacer posible el derecho real a no migrar mediante políticas de justicia global y nacional para tener una vida decente dentro de los países del Sur.
El enraizamiento en el mundo de los obreros y de las trabajadoras migrantes tiene que ser una prioridad para todas las organizaciones, sean religiosas o laicas, para acabar con el cáncer social que la extrema derecha ha introducido en nuestras sociedades y que las deshumaniza por completo. •
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