Fuente: El Diario vasco
26/06/2025
Está acreditado en sociología electoral que los católicos votan a partidos de todo el arco parlamentario y que no hay partidos oficiales de la Iglesia Católica. Hay quien sostiene que la moral de los partidos conservadores es la más cercana a la eclesial, mientras que la política social de izquierdas sería la que más coincide con los valores del catolicismo. Por lo tanto, la idea de identificar unos partidos como católicos no se ajusta a la realidad. Y ya, no digamos, como de la extrema derecha. Así que la lucha por el voto de los católicos es un combate transversal. Cuando el presidente de la Conferencia Episcopal, Luis Argüello y su portavoz Francisco Garcia Magán, coincidieron en reclamar elecciones anticipadas y dejar que hablen los ciudadanos «porque la corrupción es uno de los cánceres de la democracia, sea del color que sea, porque arruina los pilares del Estado», el ministro de Justicia, Félix Bolaños, reaccionó de manera fulgurante. El voto católico está en juego.
La Conferencia Episcopal no se ha pronunciado oficialmente sobre los casos de corrupción que acechan al Gobierno de Pedro Sánchez y, de hecho, el obispo de Tarragona, Joan Planelles se desmarcó de esa toma de posición que considera política y partidista. Lo cual no deja de ser también una posición política y partidista. El ministro Bolaños remitió una carta al presidente de la Conferencia Episcopal reclamando a la Iglesia Católica «neutralidad política y partidista» y, de paso, acusando a la cúpula eclesiástica de mantener una comunión espiritual y política con la extrema derecha. Bolaños, Sánchez, Yolanda Díaz, entre otros visitaron con asiduidad y ponderaron el mensaje del Papa Francisco durante su pontificado, porque eran conscientes de la influencia del desaparecido pontífice en la voluntad electoral de muchos católicos españoles. Era una forma diplomática de tomar posiciones políticoreligiosas y dejar de lado, tanto la neutralidad religiosa del estado, como la proclamada voluntad de laicidad del gobierno progresista.
Cuando están en jugo los votos todos rompen la deseable neutralidad política, por un lado, o la religiosa, por otro. El debate sobre si la jerarquía eclesiástica tiene o no derecho a expresar públicamente sus posiciones políticas es una vieja controversia. De hecho la propia Iglesia Católica es partidaria de la separación entre ella y el Estado para tener mayor autonomía y el Código de Derecho Canónico lo determina expresamente. Pero la política y la moral van de la mano. Lo tramposo es que en el reciente choque de jerarquías políticas y eclesiásticas la reacción gubernamental haya sido asociar a los católicos de España no solo con la ultraderecha como dijo Bolaños, sino con el franquismo, el palio, y la España de la Guerra Civil como hizo Zapatero.
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