“En el Sínodo no hay lugar para la ideología, es otra dinámica. El Sínodo es el diálogo, entre los bautizados, sobre la vida de la Iglesia, sobre los problemas que afectan hoy a la humanidad. Cuando se piensa en tomar un camino ideológico el Sínodo termina” (Papa Francisco 4/9/2023).
Fuente: Reflexión y Liberación
27/10/2024
“Hacer las reformas en Roma es como limpiar la Esfinge de Egipto con un cepillo de dientes” (Monseñor De Mérode).
A estas confusas palabras del Papa en su viaje de regreso a Roma desde Mongolia, después se sumaron otras no menos controversiales: Antes de la segunda sesión del Sínodo, el Papa anunció que la cuestión del celibato sacerdotal ‘no estaba sobre la mesa’ Y a continuación su Prefecto; cardenal Víctor ‘Tucho’ Fernández, sobre el debate abierto en las sesiones y pasillos del Sínodo para avanzar en la ordenación de Diaconisas, sentenció que: ‘Conocemos la posición pública del pontífice que no considera ‘maduro el tema’. Y, un comentario extra del cardenal ‘no hay muchas mujeres que quieran el diaconado’, agregando despectivamente que sería posible atribuirles poder, pero pensándolo únicamente en el nivel de jurisdicción.
Entonces, ahora ya concluido el Sínodo de la Sinodalidad que el Papa mantuvo en suma atención para la Iglesia durante más de tres años, se confirma que no funcionó una relación seria y respetuosa entre el Sínodo y el Dicasterio para la Doctrina de la Fe. No solo se produjeron roces y desconfianzas por la cuestión del Orden del Diaconado de la mujer, sino por varios otros puntos importantes que venían sosteniendo y discutiendo el sector que clama reformas para la Iglesia para evitar que se profundice una crisis que no cesa, sino que con estos signos de autoritarismo que nacen del Dicasterio en cuestión, se agudizan.
Observadores con experiencia en este tipo de Asambleas convocadas por el Papa y guiadas por el Vaticano, coinciden en que la forma de controlar e imponer por parte de la enorme estructura de la maquinaria Vaticana tiene poco que ver con lo que el propio Papa pide a su jerarquía; ‘El cardenalato no significa una promoción, ni un honor, ni una condecoración; es un servicio que exige ampliar la mirada y ensanchar el corazón’ (12/1/2024).
Nos parece que al leer con atención el Documento final del Sínodo de la Sinodalidad ya clausurado por el Papa y reflexionar los 155 párrafos conclusivos, sinceramente hay muy poco que rescatar y celebrar como genuinos avances en temas clave que sí importan a la Iglesia y sus Comunidades. Respecto al Diaconado femenino, a pesar de todas las polémicas y disgustos se lee: ‘No hay ninguna razón para que las mujeres no asuman funciones de liderazgo en la Iglesia: lo que viene del Espíritu Santo no puede detenerse. También sigue abierta la cuestión del acceso de las mujeres al ministerio diaconal’.
Ante las Conclusiones del Sínodo y lo que viene en junio próximo, es pertinente y justa la pregunta: ¿Cómo se tomarán las decisiones importantes en el futuro? La invitación es mirar más allá del ocaso de este papado y ser conscientes -en plena libertad- de que el Espíritu está en la asamblea que no impone, ni domina, ni controla al resto. Es el pueblo de Dios que camina en la historia quien señala los signos de avances y reformas, no en un par de cabezas aisladas, alejadas y teñidas de atisbos de clericalismo.
Hoy, más que nunca ante los tiempos revueltos y de desconcierto en que vivimos los cristianos y personas de buena voluntad, releamos con paciencia y sapiencia esta reflexión interpelante que nos dejó el buen amigo, teólogo y jesuita insigne: + José Ruiz de Galarreta:
En fidelidad al Espíritu de Jesús
“Muchas de las diferencias entre los modos de las primeras iglesias y los de la Iglesia actual no son modificaciones pedidas por la adecuación del espíritu a nuestros tiempos sino más bien desviaciones al espíritu de Jesús.
Una Iglesia que ha convertido la cena del señor en un espectáculo ostentoso, celebrado solo por clérigos y en locales espectacularmente costosos, no tiene nada que ver con la humilde celebración alrededor de la mesa de las primeras comunidades.
Una Iglesia gobernada autocráticamente por personas que se dicen ser representantes del poder Dios mismo no se parece nada a la iglesia asamblearia de sus principios.
Una Iglesia que excluye a las mujeres y exige el celibato de los sacerdotes no consiste en el número de adeptos ni en su poder económico o en su prestigio social, sino en su capacidad de trasmitir el Espíritu de Jesús”.
Jaime Escobar Martínez / Director de revista ‘Reflexión y Liberación’
Santiago – Madrid – Roma
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