Fuente: Catalunya Religió
Por Jordi Llisterri – CR
14/10/2024
Estos días se ha dado un paso más para despejar el mapa episcopal de Cataluña con el nombramiento del dominico vasco Xavier Gómez como obispo de Sant Feliu de Llobregat. Aún no hace dos años que estábamos a la expectativa de saber cómo se resolvería el relevo de siete de los diez obispados catalanes. Ahora sólo nos faltan saber tres. Aunque uno es lo más relevante, Barcelona.
En el 2022, cuando el obispo de Tortosa Enrique Benavent regresó a su tierra natal como arzobispo de Valencia, estaban pendientes de siete relieves. Suplir la vacante de Tortosa y la de Girona por el fallecimiento del obispo Francesc Pardo, y los próximos relevos por edad para cumplir los 75 años de Juan José Omella (2021) en Barcelona, Agustí Cortés (2022) en Sant Feliu, Salvador Giménez ( 2023) en Lleida, Joan-Enric Vives (2024) en Urgell, y Salvador Cristau (2025) en Terrassa.
Algo nos indica que finalmente el dicasterio para los Obispos está cambiando las pautas habituales de promoción episcopal
De los tres que faltan, no se espera ningún movimiento en Barcelona hasta que el cardenal Omella cumpla ochenta años (2026) y nada hace prever que el relevo en Terrassa sea antes de esa fecha. El de Lleida, que este curso cumplirá dos años de su renuncia, puede ser más inminente. Y Urgell es un caso aparte porque el arzobispo Vives sigue siendo el obispo y copríncipe, pero con el coadjutor Josep Lluís Serrano ya sabemos qué perfil tiene su sucesor.
Por tanto, lo que nos da pistas sobre los obispos que vienen, son los nuevos obispos que han llegado estos dos años: el dominico vasco y responsable de migraciones en la CEE Xabier Gómez, el diplomático catalán Josep-Lluís Serrano, y el abad de Poblet Octavi Vilà. El caso de los auxiliares en Barcelona son un tema aparte porque depende mucho de la elección personal del arzobispo.
Valorarlo de forma objetiva es complicado. Pero algo indica que finalmente el dicasterio para los obispos está cambiando las pautas habituales de promoción episcopal. Y más claramente aún a partir de enero de 2023, cuando Francisco nombró como nuevo prefecto al religioso de los agustinos Robert Francis Prevost (curiosamente con una trayectoria que tendría paralelismos con la del nuevo obispo de Sant Feliu: un religioso con implicación en la vida diocesana que acaban nombrando obispo).
Recuento episcopal
Cuando se realiza una lectura del perfil episcopal, en Cataluña normalmente se utilizan dos parámetros: la posición ideológica y la nacional. Pero quienes hacen estos análisis muchas veces sólo pueden basarse en intuiciones, clichés o apriorismos. Sí se puede decir que con los últimos nombramientos marcan una mayor apertura eclesial y con perfiles que se realinean con el Vaticano II.
Al respecto nacional, también se utiliza como pista si son obispos catalanes. Si en los años 80 y 90, hubiera habido unas elecciones donde sólo hubieran votado a los obispos catalanes, posiblemente habría ganado cómodamente Convergència (i Unió). Esto coincidía en un momento en el que todos los obispos catalanes eran nacidos y formados en Cataluña, excepto Ricard Maria Carles en Tortosa. Pero incluso cuando el valenciano Carles fue nombrado arzobispo de Barcelona, llevaba más de veinte en Tortosa y el resto de obispos eran de Cataluña y eran catalanes.
Seguramente hoy no habría la cohesión episcopal de hace cuarenta años para escribir " Raíces Cristianas de Cataluña"
Esto en 2015 era muy diferente. Con la llegada de Omella a Barcelona había tres obispos valencianos (Cortés, Giménez y Benavent), un aragonés (Omella), un catalán de adopción formado en Toledo (Sáiz) y cinco obispos nacidos en Cataluña (Vives, Casanova , Pujol , Pardo y Novell). Con los últimos nombramientos, este equilibrio no se ha modificado demasiado y hay cuatro obispos catalanes que no han nacido en Cataluña: un aragonés (Omella), dos valencianos, (Giménez y Conesa ) y un vasco (Gómez). El valenciano Cortés ha sido sustituido por un vasco, el valenciano Benavent por un catalán, y el catalán Novell por un valenciano.
Si se resuelve el relevo de Omella y Giménez será determinante en ese sentido. Cierto es que la partida de nacimiento no marca ni el perfil social ni el nacional. Pero si volvemos al símil electoral hoy la foto sería muy distinta. Seguramente hoy la mayoría de los obispos catalanes recientemente nombrados firmarían el documento "Raíces Cristianas de Cataluña", pero no habría la cohesión episcopal de hace cuarenta años para escribirlo.
Cuatro ideas de los nuevos perfiles episcopales
Si cerramos de nuevo el foco en los últimos nombramientos de Francisco, podemos sacar algunas pistas de futuro.
Primero, la creatividad episcopal. Nombres que nadie esperaba. Se han ido a buscar religiosos como el abad de Poblet y un dominico vasco que habla catalán. O un diplomático de la Santa Sede para solucionar la sucesión del coprincipado de Andorra. Por tanto, los nombres que siempre circulan o los curas diocesanos que todo el mundo tiene en la cabeza cuando piensa en nuevos obispos, van cayendo de la lista a cada nombramiento episcopal. Ya Joan Planellas fue una sorpresa porque nadie pensaba en un cura teólogo por arzobispo de Tarragona. Javier Vilanova, Toni Vadell y David Abadías como auxiliares de Barcelona también fueron una sorpresa en este sentido. Y con el aragonés Omella no se ha repetido la jugada de la llegada de Carles a Barcelona en 1991 que se rodeó con cinco obispos auxiliares de la misma diócesis.
La creatividad episcopal también lleva a saltarse las tradiciones de carrera eclesiástica que hasta ahora hubieran primado. Como, por ejemplo, que para ser arzobispo de Barcelona era necesario haber sido antes obispo durante unos años y tener cierto recorrido episcopal. Prueba de que esto ya no es así, es que en Buenos Aires y en Madrid, donde sin duda ha intervenido directamente el papa Francisco, se haya nombrado a un joven obispo auxiliar como arzobispo. Así ocurrió en otras capitales europeas.
Quiere cortarse las alas a cualquier tentación eclesial de los grupos que se están alineando con el discurso populista que dice defender los valores “católicos”
Segundo, un claro perfil social. El nombramiento de Gómez es un grito en ese sentido. Su discurso sobre la inmigración es de una contundencia que iguala o supera a la del papa Francisco. Un discurso que quiere cortar las alas a cualquier tentación eclesial de los grupos que se están alineando con el discurso populista que dice defender los valores “católicos”. Una lectura que tiene una clave más europea que estrictamente catalana, pero que también da un mensaje a las instituciones y movimientos que existen en Cataluña que se están escorando hacia el tradicionalismo.
Con Vilà y Serrano el perfil social no sería tan evidente por su trayectoria monástica y diplomática. Pero en el caso de Vilà es conocida su visión renovadora de la Iglesia y en el caso de Serrano se ha destacado su trayectoria en las periferias eclesiales de Mozambique o Nicaragua. No buscan hombres de carrera eclesiástica ni de despacho.
Esto está alterando a los integristas, que refuerzan todos los intentos por tumbar al papa Francisco. Pero también alerta porque a veces mediáticamente se pone alegramente la etiqueta de progresista a los obispos sólo porque hablan más de los pobres que de la sexualidad o de la unidad de España. El perfil social que busca el papa Francisco es también de una persona que cree realmente en la renovación de la Iglesia. Que hoy la Iglesia necesita una reconstrucción franciscana.
Parece que la idea de “Queremos obispos catalanes” hubiera transmutado en “Queremos obispos que hablen catalán”
Tercero, que hable catalán, que no quiere decir que sea de Cataluña. Esto en los últimos años nos ha traído a Cataluña seis obispos valencianos, un aragonés de la Franja y dos de Baleares como auxiliares en Barcelona. Parece que la Santa Sede sea la única institución internacional que cree en los Països Catalans. La llegada del dominico vasco a Sant Feliu, fortalecería esta situación. En otros casos, han sido escogidos catalanes, pero que han realizado su trayectoria eclesial fuera de Cataluña. En este sentido, es ilustrativo que casi ninguno de los clérigos catalanes que articularon el Concilio Provincial Tarraconense de 1995 o que han liderado las dinámicas interdiocesanas en los últimos años, hayan sido escogidos obispos.
Parece que la idea de “Queremos obispos catalanes” hubiera transmutado en “Queremos obispos que hablen catalán”, que no es exactamente lo mismo. Quizás la campaña habría tenido que especificar “Queremos obispos catalanistas en un sentido amplio de catalanismo que no quiere decir nacionalistas o independentistas sino arraigados en el país y comprometidos en la defensa de hecho cultural y lingüístico catalán y del perfil propio de la Iglesia catalana” . De hecho, existe un rasgo bastante común en los nombramientos de los últimos años; que para llegar al obispo era mejor no haberse significado en este tema.
Y, cuarto, con capacidad de liderazgo espiritual. Ir a buscar religiosos y abades parece responder a esa opción. El Papa quiere que los nuncios aporten nombres de candidatos con una fuerte experiencia de Dios y no funcionarios de carrera. Y que sepan transmitirlo.
El problema es cuando esta espiritualidad puede derivar en un misticismo descarnado o de estampita. Un misticismo que difícilmente es comprensible en la sociedad catalana actual y que sólo llega a los convencidos.
¿Quién será el próximo arzobispo de Barcelona?
Si atendemos a estos cuatro parámetros, se hace difícil prever quién será el próximo arzobispo de Barcelona, el nombramiento más determinante que queda por resolver.
Lo tradicional sería mirar qué obispos hay en Cataluña y que tienen más posibilidades si seguimos los cánones habituales, sobre todo la edad.
De entrada, Planellas y Casanova quedarían más descartados porque sólo les quedarían cinco o seis años de obispo, pero Omella también llegó a Barcelona con sesenta y nueve años. Luego quienes parecerían mejor situados por trayectoria episcopal serían Francesc Conesa y Octavi Vilà, que ambos tienen sesenta y tres años. Y después vienen quienes por edad marcarán la Iglesia en Cataluña durante los próximos veinte años, y que incluso pueden suceder al sucesor del sucesor de Omella: Sergi Gordo, David Abadías, Xabier Gómez, Javier Vilanova y Josep-Lluís Serrano, que forman una nueva generación episcopal.
Pero si volvemos al primer parámetro, no deben excluirse sorpresas, sobre todo que un obispo “joven” o que venga de fuera coja este relevo.
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