Fuente: ATRIO
Por Carlos F. Barberá
17/09/2024
El 14 de agosto de 2021 en las páginas de opinión del New York Times apareció un artículo de Ross Douthat titulado A guide to finding faith (una guía para encontrar fe) en el que argumentaba que “el progreso de la ciencia y de la modernidad han reforzado de importantes maneras las razones para considerar la idea de Dios”. Y explicaba: “el gran proyecto de la física moderna, por ejemplo, ha llevado a especular sobre el universo, en parte porque ha confirmado reiteradamente la extraña adecuación de nuestro universo a la vida humana. Y (…) ha hecho que la belleza matemática de las leyes físicas así como su aparente calibración para la aparición de la vida sean mucho más claras para nosotros de lo que lo eran para la gente hace 500 años”.
Por su parte, Stephen Meyer, pionero del movimiento del diseño inteligente, había declarado que “el avance más grande de la ciencia en las últimas cinco décadas ha sido caminar de manera fuerte en dirección al teísmo“
Pues bien, con esta misma tesis se publicó en Francia un libro titulado Dios La Ciencia Las Pruebas, firmado por Michel-Ives Bolloré y Olivier Bonnassies. Editado en 2022, un año después había vendido 200.000 ejemplares y había dado lugar a múltiples controversias y debates. Traducido al español desde hace meses ofrece sus más de 1.300 páginas a los lectores en esta lengua.
Su tesis, minuciosamente documentada, es que durante siglos la ciencia no contaba con la hipótesis Dios. No la necesitaba para sus conclusiones. Y sin embargo estamos ahora en el albor de una revolución –así dicen los autores– en que la biología, la física, las matemáticas conducen hacia Dios. Porque en la enorme complejidad del universo todo está ajustado de una manera tan exacta y tan precisa que no se puede comprender sin la existencia de un Dios creador.
Es a partir de 1900 cuando las diversas teorías toman esa dirección nueva: la termodinámica, la muerte térmica del Universo, la relatividad, la mecánica cuántica, el principio de indeterminación, el big bang, , el teorema de la incompletitud, la complejidad del mundo vivo, el ADN… son pruebas que conducen a Dios.
Los autores utilizan esa palabra –pruebas– pero hacen un análisis de sus diversos tipos. No se trata de demostraciones, como en el ámbito formal de las matemáticas, sino de experimentos, constataciones, teoremas que parecen convergir en esa necesidad de un Dios fuera del Universo, que tienen un valor más probatorio cuantas más son y más convincentes pero que dejan siempre un margen para la decisión personal.
Sin duda estas constataciones no han dado lugar a que todos los científicos hayan pasado al teísmo. Es así en muchos casos –por ejemplo, Francis Collins, director del proyecto del genoma humano– pero es cierto que el clima parece haber cambiado totalmente. Dios no es una hipótesis de la que se puede prescindir (así dijo Laplace a Napoleón) sino alguien en quien se puede creer razonable y hasta científicamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Identifícate con tu e-mail para poder moderar los comentarios.
Eskerrik asko.