Fuente: La Vanguardia
Por Domingo Marchena
13/08/24
Las religiosas excomulgadas de Burgos también han despedido a su 'cura barman'. Nuevo capítulo en el sainete de la decena de monjas cismáticas, que se niegan a abandonar el convento de Belorado (Burgos), aunque han sido excomulgadas y se han desvinculado de la Iglesia. Las religiosas han abrazado la doctrina sedevacantista, que niega la validez del Concilio Vaticano II y califica a todos los papas desde entonces (Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco) de “usurpadores”.
La sede de san Pedro está vacante, alegan, de ahí el nombre de sedevacantismo. El obispado de Burgos ha instado un desahucio civil para forzar la salida de las clarisas rebeldes, que ya no están tampoco bajo el paraguas de esta orden religiosa. No faltan, sin embargo, quienes les quieren dar cobijo. El último por ahora es, según sus propias palabras, “Su Excelencia Reverendísima Monseñor Rodrigo H. Ribeiro da Silva”.
El brasileño Rodrigo da Silva, que dice tener 33 años, aunque aparenta más, también afirma ser obispo, consagrado por otro falso obispo, el estadounidense Daniel Dolan, seguidor del arzobispo francés Marcel Lefebvre, suspendido a divinis por Roma a raíz de sus diatribas contra el Concilio Vaticano II. Da Silva tiene posturas ultraconservadoras, niega la eficacia de las vacunas contra la covid y, según sus críticos, admira a Hitler.
Da Silva ocupa ahora el puesto de un falso sacerdote y de otro no menos falso obispo, José Ceacero y Pablo de Rojas. El primero trabajaba hace años en una barra y era barman en Bilbao, el cura coctelero o el cura barman, le llaman algunos. El segundo, que fue excomulgado en el 2019, es un devoto admirador de Franco y se presenta a sí mismo como “duque imperial y príncipe elector del Sacro Imperio Romano Germánico”.
Ceacero y De Rojas fueron ordenados, al parecer, por la congregación de El Palmar de Troya (Sevilla), la secta de Clemente Domínguez, que de antiguo contable pasó a proclamarse Papa , tras la supuesta aparición de la virgen a cuatro niñas. Durante un tiempo, el cura barman y su jefe se hicieron fuertes en el convento de Belorado, pero las monjas los acabaron echando “para caminar libres y solas”.
Su libertad, sin embargo, podría haber durado poco. Meses antes de la reactivación del desahucio, en septiembre, podrían haber abierto sus almas (y las puertas del convento) a otro obispo no reconocido por Roma, pero que ostenta incluso escudo y blasón; su lema es el mismo que el de las medallitas de san Cristóbal, patrón de los conductores: Iter para tutum, prepara un camino seguro .
Pero el camino de las monjas excomulgadas que un día pertenecieron a la orden de las clarisas y que consideran suyo el monasterio de Belorado parece cualquier cosa, menos seguro. En su último comunicado, las religiosas decían que la titularidad del monasterio y su actividad dentro del recinto es “una cuestión puramente jurídica”, no eclesiástica, y que la pelota está en el tejado de la justicia. Este es el caballo de batalla: ¿de quién es la abadía? La Iglesia ha cerrado el grifo económico y las religiosas, que han intentado cambiar la naturaleza jurídica del monasterio, dicen que las deudas les ahogan. Entre otras cosas, la excomunión comporta la retirada inmediata de todas las percepciones y la nulidad del oficio eclesiástico ipso facto. La exabadesa y sus nueve seguidoras son ahora okupas a ojos de la Iglesia.
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