Muchas catedrales de España cobran entrada. Este sistema ayuda a financiar el mantenimiento y la renovación de estos edificios, pero a veces puede resultar polémico
Fuente: es.la-croix.com
Valérie Demon, corresponsal en Madrid
26/07/2024
Visitar una catedral en España suele significar sacar la cartera. Hay muy pocas catedrales en las que la entrada sea gratuita, como Santiago de Compostela, la Almudena de Madrid o Toledo, pero sólo a primera hora de la mañana los días laborables. En el resto, los precios varían enormemente: desde los 4 euros de la catedral de Segovia a los 12 euros de Sevilla, pasando por los 26 euros de la Sagrada Familia de Barcelona (sin visitas guiadas).
Para Pablo Delclaux, director del secretariado de la subcomisión de patrimonio cultural de la Conferencia Episcopal, esto tiene sentido, ya que "los edificios religiosos son propiedad privada de las instituciones religiosas, por lo que hay que generar recursos para mantenerlos y restaurarlos".
Sin embargo, cada diócesis es libre de decidir si cobra o no entrada, y cuánto, y de conceder una exención a los residentes (como en Murcia y Granada). En Segovia, el canónigo-tesorero Rafael De Arcos Extremera recuerda "un pequeño debate" cuando se suprimió la gratuidad, pero hoy "todo el mundo está acostumbrado". "No podríamos mantener esta catedral sin esta financiación", explica. "Si quisiéramos ganar dinero, subiríamos el precio de la entrada, pero me niego a hacerlo".
Adolfo Rubio, responsable de comunicación y gestión cultural, es muy partidario de la transparencia: "Explicamos en la catedral a qué se destina realmente el dinero de estas entradas, porque es importante que el público lo entienda".
"¡Todo lo que no se paga no se aprecia!"
La catedral, que emplea a 49 personas, se comunica ampliamente utilizando códigos QR o la plataforma digital TikTok, para mostrar sus restauraciones, como la de la Capilla de Santiago Apóstol. El cabildo catedralicio ha optado por ser "totalmente independiente económicamente", afirma Rafael De Arcos. "No recibimos ninguna subvención ni participamos en el programa del Ministerio de Cultura, que dedica el 1,5% de su presupuesto al mantenimiento del patrimonio histórico", añade Adolfo Rubio.
Algunas catedrales reciben subvenciones y delegan las visitas turísticas en una empresa cultural, a menudo la misma -artiSplendore- que también trabaja en Italia. Es el caso de las catedrales de Jaén y Baeza, en Andalucía. Allí el debate ha subido de tono desde que la plataforma por el libre acceso recogió firmas para permitir a los vecinos el acceso gratuito a las catedrales.
"Debería ser como en Francia: que estos bienes estén bajo el control del Estado. Pero el primer paso es que la entrada sea gratuita para los que viven allí», dice Juan Checa, uno de los portavoces. A diferencia de Francia, donde la ley de 1905 que separa Iglesia y Estado hizo que las iglesias y catedrales anteriores a la ley fueran propiedad del Estado, en España la Iglesia es dueña de sus edificios.
Francisco Juan Martínez Rojas, deán de las dos catedrales, rebate con contundencia los argumentos de la plataforma: "No cobrar a los residentes es discriminar al resto", convencido de que "lo que no se paga, no se aprecia". "Aquí necesitamos este maná económico. Tuvimos que pedir ayuda a la diócesis durante el COVID para pagar al personal y un préstamo para reformar los baños".
358 millones de euros en 2022
Los más críticos cuestionan la idea de cobrar por acceder a las catedrales, cuando una reforma del gobierno socialista en 2006 permite a los contribuyentes marcar una casilla para que el 0,7% de su IRPF se destine a la Iglesia. En 2022, 8,7 millones de españoles lo habían hecho, por un importe de 358 millones de euros.
"Esto ayuda a mantener a la Iglesia, pero la suma es insuficiente para cubrirlo todo", dice Pablo Delclaux, de la Conferencia Episcopal. Los sueldos de los sacerdotes, una parte de la conservación del patrimonio, la pastoral, los seminarios y los gastos de funcionamiento se benefician de estas ganancias inesperadas. Pero la Iglesia también ha perdido parte de sus ventajas financieras como consecuencia de las reformas, reduciendo sus ingresos.
"La gente cree que por ser católicos practicantes y marcar la casilla de los impuestos tiene derecho a entrar gratis. Puedo entender esa postura, pero personalmente creo que son los católicos practicantes los primeros que deberían querer conservar sus catedrales", afirma Pablo Delclaux.
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