Fuente: La Croix
Por Jean-Étienne Rime
16/04/2024
Jean-Étienne Rime, coordinador de la Hermandad Misionera de las Ciudades, se dirige a los obispos en este texto enviado a La Croix. Tres años y medio después de un estudio sobre la salud de los sacerdotes, encargado por el episcopado a la Unión Saint-Martin, lamenta que no haya sido tenido en cuenta. Un estudio publicado a finales de 2020 hizo una observación alarmante sobre la salud mental de los sacerdotes. Tres años y medio después, nada parece haber cambiado, según Jean-Étienne Rime
En 2020, la Unión Saint-Martin realizó y publicó, a petición de la Conferencia de Obispos de Francia, un estudio sobre la salud de los sacerdotes. Los resultados fueron alarmantes: aislamiento y malestar psicológico, sobrepeso, consumo de alcohol, depresión que podía conducir al suicidio. ¿Qué hizo la Iglesia de Francia con dicho estudio? Tres años y medio después nada parece haber cambiado.
Sin embargo, los males psicológicos parecen haber aumentado. Las consecuencias de Ciase (Informe sobre la pederastia eclesial en Francia) han desprestigiado o puesto en duda en la sociedad a los sacerdotes, que no siempre se sienten cómodos aunque desempeñan un papel esencial e irreprochable en sus parroquias. Las decisiones o la falta de decisiones de la jerarquía eclesiástica son en muchos casos oscuras y aleatorias.
En el período de cambio de parroquias, ¿cuántos sacerdotes esperan sumidos en la incertidumbre? ¿Cómo se nombran, por qué, cuál es su misión, cómo serán apoyados? Otra pregunta: ¿cuál es el riesgo de que la sociedad los culpe? Estas preguntas tienen respuesta en el mundo civil: en las empresas y las administraciones, el DRH (Dirección de Recursos Humanos) desempeña plenamente su papel y la RSE (Seguridad Social) ha ampliado esta función para garantizar el bienestar de los empleados en su función. ¿Quiénes son los responsables de recursos humanos de la Iglesia? ¿Qué gestión, qué sentido, qué escucha…?
Empoderar a los laicos
Pero más allá de la constatación, la Iglesia nos permite hoy proponer soluciones, ya que ha optado por abrirse con el Sínodo sobre la sinodalidad. Este último ofrece vías que empoderan a los laicos, sin eliminar el papel jerárquico de los obispos. Aquí hay tres ideas concretas y simples de implementar. No son excluyentes de otros avances importantes.
Primero, deberíamos dejar de tratar al sacerdote como a un superhombre. Y, por tanto, corresponde a los laicos recibir al sacerdote como a un amigo. Necesita amigos, verdaderos hogares en los que ser acogido, hablar de todo y no sólo "comprar", comer en familia sin tener que hacer todo lo posible. Un sacerdote me dijo que leía su breviario todos los días, solo, y que eso lo deprimía. Paradójicamente, pueden recibir tantas solicitudes que ya no tienen tiempo para cuidarse, tomar vacaciones, relajarse, compartir aficiones. El tiempo libre es esencial para todos y sobre todo porque la vida es estresante, incluso para los sacerdotes.
La segunda opción sería darles misiones claras, basadas en sus expectativas y sus habilidades. Ciertamente han prometido obediencia, ciertamente son consultados y pueden expresar sus deseos, pero ¿cuántos sacerdotes esperan un nombramiento que baja, no del cielo sino del obispado, sin explicación, sin corresponder a una descripción de su cargo? En este tiempo pascual, nos encontramos con los sacerdotes sumidos en la incertidumbre, otros con cierto asombro: “¿por qué me nombraron aquí o allá? ¿Qué se espera de mí? » …
¿Qué es bueno en otros sitios?
Sí, la descripción del puesto es algo que pertenece al lenguaje corporativo, pero ¿por qué no buscar en otros lugares lo que es bueno para gestionar equipos? No podemos nombrar sacerdotes sin que su misión sea clara, compartida y supervisada. “Ya lo estábamos haciendo” o “no tenemos nada que aprender de los laicos”, escuchamos a menudo. Por supuesto, y afortunadamente, existen buenas prácticas. Pero, ¿sabemos realmente lo que piensa y siente el sacerdote durante una cita y no sería útil el apoyo de los profesionales de RRHH (Recursos Humanos)?
Finalmente, el problema es ciertamente médico. ¿Cuántos sacerdotes padecen enfermedades graves o han muerto porque no supieron –o no quisieron– buscar un tratamiento serio y continuo? Podríamos encontrar en cada diócesis algunos médicos que aceptarían ponerse a disposición del clero para visitar periódicamente todo el presbiterio, dar consejos sobre una vida sana, detectar lo más pronto posible las debilidades y acompañar las enfermedades.
Sean concretos, queridos obispos, y tomen decisiones. Atrévanse a confiar en profesionales: responsables de RRHH (Recursos Humanos), médicos, psicólogos, consultores de gestión. Atrévanse a ser transparente y dialogar. Sean conscientes de que su reserva de sacerdotes disminuye inexorablemente y que deben optimizar sus recursos humanos. ¡Háganlo dentro de los estándares de nuestro siglo, con el respeto y la escucha imprescindibles, con caridad y participación, con una nueva apertura al bienestar de todos!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Identifícate con tu e-mail para poder moderar los comentarios.
Eskerrik asko.