A propósito de 'Diálogos sobre Dios. Crítica racional y convicción de fe, atea y creyente'
Fuente: Religión Digital
Por RD
25/04/2024
Un libro escrito a cuatro manos: dos ateos y dos creyentes, todos vascos. Se llama 'Diálogos sobre Dios. Crítica racional y convicción de fe, atea y creyente', Madrid, PPC, 2024. Los hemos entrevistado a los cuatro y presentamos las entrevistas dos a dos. En esta primera entrega, las respuestas son del ateo Alejandro Sota Aira y del creyente Jesús Martínez Gordo. Los dos se refuerzan en sus posiciones, pero sin por eso dejar de dialogar y de despejar de mitos sus respectivas cosmovisiones.
Alejandro Sota Aira:
Alejandro, ingeniero industrial y licenciado en ciencias empresariales, te presentas como librepensador y ateo cientifista, ¿cuáles son las razones por las que te reconoces como ateo cientifista?
Como ateo cientifista, quiero significar que el estado actual de la ciencia, sobre el cosmos y la vida, refuerzan mi ateísmo. Los avances de la física moderna en las últimas décadas han sido muy profundos. La nada tradicional ha sido sustituida por el espacio vacío, que nunca está vacío; los astrofísicos han observado que el universo se está expandiendo de manera acelerada; el fondo cósmico de microondas, (un fósil del universo temprano), ha sido radiografiado y analizado por los cosmólogos con lo que ha sido posible explicar la formación de estructuras estelares; los experimentos que se llevan a cabo en el Colisionador de Hadrones en el CERN, han confirmado la Teoría Cuántica de Campos que, entre otras cosas, explica el proceso de creación, evolución y conformación de toda la materia del universo, incluidos nosotros, a lo largo de miles de millones de años. Todo ello ha permitido elaborar modelos físico-matemáticos que presentan teorías predictivas sobre el nacimiento de universos mediante procesos exclusivamente físicos. Frente a esas grandes ideas científicas que plantean que el universo ha podido nacer y evolucionar exclusivamente mediante leyes puramente físicas, nos encontramos con el contradictorio y eterno argumento cosmológico, y seguimos invocando al Dios de los huecos en todo lo que parezca un misterio. Lo mismo ocurre en la Evolución, en la que no existe ninguna dirección: mutaciones aleatorias producen variaciones en los organismos y las fuerzas materialistas y ciegas de la naturaleza, deciden cuales de esas variaciones pasan a la siguiente generación.
¿Qué respondes cuando se te critica que tu ateísmo no es científico sino filosófico?
Creo que ha quedado bastante claro mi ateísmo de base científico respecto a que Dios no está, ni se le necesita en el origen y evolución del cosmos. Lo mismo ocurre sobre la Evolución, en la que Dios tampoco tiene ningún papel. Sin embargo, hay otros temas del debate en que quizás recurro más a la razón, como es el caso de la realidad de Dios, en el que considero que la Evolución nos ha dado una mente consciente para conocer y relacionarnos con el mundo que nos rodea, por lo tanto, para que Dios sea real, debe ser percibido por nuestro sistema sensorial y enviado a nuestra mente consciente que es la que se ocupa de contrastarlo con la realidad del mundo natural. A veces se plantea que, al negar la realidad de Dios, negamos el amor, la belleza o el libre albedrío. Sin embargo, nada de eso, puesto que se puede explicar que el amor, la belleza y la libertad son el resultado de las leyes naturales que rigen nuestras vidas. Yo pienso que este razonamiento también tiene una parte científica importante, aunque no solo.
¿En qué crees?
Si me lo preguntara un creyente, que piense, que, como ateo, me instalo en el desasosiego del nihilismo, le contestaría que ser ateo no significa ser nihilista, pues el nihilismo dice que, si Dios no existe, todo está permitido, y eso acaba empujando a la sociedad al caos. Yo, como ateo, creo en la ética laica como forma ineludible de convivencia entre humanos. Yo, acepto el humanismo como un modo de acercarse a lo que nos rodea, en el que todo lo humano reina sobre lo divino. En el que los valores humanos prevalecen sobre otras consideraciones; en el que las explicaciones naturales sustituyen a las leyendas. Los ateos somos creyentes en valores morales universales, y transmitimos a nuestros hijos principios como la honradez, la humildad, la solidaridad. Ser ateo es un intento por comprender mejor las cosas y la naturaleza, sin aceptar interpretaciones mágicas.
Jesús Martínez Gordo
Jesús, catedrático emérito en la Facultad de Teología del Norte de España, sede de Vitoria-Gasteiz, ¿qué quieres decir cuando te reconoces como un deísta racionalmente consistente?
Sencillamente, que lo que digo cuando digo “Dios” se está transparentando en la realidad como unidad de paradójicas evidencias que se vienen alcanzando, por ejemplo, en la astrofísica, gracias al Big-Bang -e invalidadas las teorías alternativas por ser especulaciones no debidamente comprobadas o inexactas- como articulación de regularidad y sorprendente novedad o de imparable modificación y permanencia inmutable. Y también en la protobiología -la que se ocupa de investigar la materia viva- como conjunción de materia y leyes o de simplicidad y complejidad presididas por los llamados ajuste fino y el principio antrópico (M. Rees). E, igualmente, en la antropología cultural, como unidad de auto-referencialidad y ex-centralidad que tira hacia sí y es inabarcable. Lo que digo cuando digo “Dios” es, recurriendo solo a la razón en libertad, la explicación racionalmente más consistente de estas sorprendentes conjunciones; mucho más racionalmente consistente que las materialistas brutas o las azarosas y casualistas de los ateos cientifistas.
En un momento, sostienes que tú también eres agnóstico y ateo. ¿Es posible ser todo a la vez?
Sí, por supuesto. Y lo soy de bastantes imaginarios para intentar ser cada día un deísta, racionalmente consistente, y, a la vez, un jesu-cristiano conviccional con fundamento. Por ejemplo, soy ateo de un imaginario de “Dios” tapagujeros, sádico y sanguinario o de un juez implacable e inmisericorde. Pero también soy metodológicamente agnóstico. Y lo soy porque no comparto que sea racionalmente consistente (tanto si se es creyente como ateo) la pretensión de encerrar la “unidad paradójica” de lo que digo cuando digo “Dios” en un concepto, en una formulación o en una descripción científico-positiva, no prestando la debida atención a dicha “unidad paradójica”. Creo que un agnóstico metodológico no puede ir más allá de constatar tales “unidades paradójicas” para luego, en un momento posterior, intentar explicarlas, consciente de que la explicación ya no es científico-positiva, sino argumentativa, tanto para los creyentes como, por supuesto, para los ateos, sean cientifistas o no.
Sorprende que, hablando de la convicción jesu-cristiana, pongas como ejemplo al Athletic de Bilbao ¿qué quieres decir con ello?
Es un ejemplo para mostrar la importancia y, a la vez, la limitación o relatividad de las convicciones (creyentes, ateas y antiteístas) en el diálogo interconviccional que sucede o se entrecruza con el deísmo racionalmente consistente. También hablo de las bondades del yogur griego o del vino de rioja alavesa. Uno puede tener argumentos muy sólidos para ser hincha de un equipo o le puede gustar mucho una clase de yogur o de vino, pero, al final, acaban pesando más la alergia de nuestro posible interlocutor a la leche o su rechazo del tanino o, simplemente, que le guste otra clase de yogur o el vino de la ribera del Arlanza… Pero no, por eso, carecerá de consistencia argumentativa la bondad del yogur griego o la excelencia del vino de rioja alavesa o la sorprendente singularidad del Athletic de Bilbao. Ésta me parece que es la importancia y relatividad de las convicciones en el diálogo interconviccional entre creyentes e increyentes. Por eso, muchas veces, no es fácil diferenciar las convicciones de las razones.
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