Francisco cree que Marsella puede convertirse en la encrucijada entre los líderes del viejo continente, desde la que lanzar una estrategia más serena y solidaria en materia de acogida e integración
Fuente: El Debate
Por Gelsomino del Guercio
Roma y el Vaticano
23/09/2023
Quienes conocen bien al Papa Francisco saben que para él el viaje apostólico a Marsella de estos días 22 y 23 de septiembre son una «misión especial» porque cae en un periodo crítico, marcado por un desembarco de emergencia de migrantes que ya está fuera de control en Europa. El Pontífice tratará de alzar la voz y proponer nuevas soluciones de acogida e integración a todos los líderes políticos –incluido el presidente francés Macron– y religiosos que escucharán sus cuatro discursos programados.
Francisco lo anticipó en el Ángelus del domingo 17 de septiembre ante miles de fieles congregados en la plaza de San Pedro. «El viernes viajaré a Marsella para participar en la conclusión de los Encuentros del Mediterráneo , una hermosa iniciativa –así la definió el Pontífice– que serpentea por importantes ciudades mediterráneas (antes Bari y Florencia), reuniendo a líderes eclesiales y civiles para promover caminos de paz, colaboración e integración en torno al mare nostrum, con especial atención al fenómeno migratorio».
En los ocho primeros meses de 2023, las llegadas de migrantes a Europa, según Unicef, fueron más de 157.100, entre ellos más de 29.000 menores, que huían de Oriente Medio y el Norte de África, África subsahariana, Asia central y meridional. En las últimas semanas, los desembarcos, sobre todo desde las costas africanas, están alcanzando máximos históricos y Europa se esfuerza por llegar a un acuerdo sobre el reparto de los migrantes. Por ello, Francisco cree que Marsella puede convertirse en la encrucijada entre los líderes del viejo continente, desde la que lanzar una estrategia más serena y solidaria en materia de acogida e integración.
En estas cuestiones, Marsella es una ciudad «simbólica»: según la tradición acogió a los amigos de Jesús, Marta, María y Lázaro, y en distintas fases de la historia fue atravesada y ocupada por romanos, árabes, sarracenos. Una ciudad, por tanto, que conoce bien los fenómenos migratorios y que hoy el Papa quiere nominar como «capital institucional» en el desafío de la inmigración. «Un desafío que no es fácil -dijo el Papa Francisco-, como vemos también en las crónicas de estos días, pero que hay que afrontar juntos, pues es esencial para el futuro de todos, que sólo será próspero si se construye sobre la fraternidad, poniendo en primer lugar la dignidad humana, las personas concretas, especialmente las más necesitadas».
La vida de los migrantes en el centro
El director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni, haciéndose eco del pensamiento del Papa, afirmó que los de Marsella serán «encuentros entre mundos diferentes pero cercanos, unidos por el mismo mar, y unidos en esta cercanía».
En el centro, la vida de los emigrantes, «personas obligadas a dejar casa y familia en busca de un futuro, de cualquier futuro», surcando el Mediterráneo convertido en el mayor cementerio del mundo. Por no hablar del horror de las rutas terrestres, denunciado por Francisco durante sus visitas a Lampedusa, en Italia, y Lesbos, en Grecia.
En los cuatro discursos que Francisco pronunciará en Marsella, también es «probable», añadió el portavoz vaticano, «que su pensamiento se dirija también a los numerosos santos que han pasado por Francia y que también desde aquí tienen un eco particular para Europa».
Con su 44º viaje apostólico, el Papa ha querido lanzar también un desafío cultural. Entre los representantes de los treinta países mediterráneos presentes, ha solicitado la presencia de delegaciones de jóvenes pertenecientes a distintas confesiones religiosas. También quiere dirigirse a ellos para sensibilizarles sobre los temas «candentes» del encuentro de Marsella y para que puedan compartir, en sus respectivos países, los mensajes de paz y de acogida que lanzará el Santo Padre.
Ecuménico e interreligioso
La dimensión ecuménica e interreligiosa estará ya presente el primer día de la visita del Papa (22 de septiembre), cuando habrá un momento de recogimiento común cerca del memorial dedicado a los marineros y migrantes perdidos en el mar.
El Papa Francisco viaja a Francia por segunda vez. La primera fue en Estrasburgo, donde Bergoglio pronunció un discurso ante el Parlamento Europeo y el Consejo el 25 de julio de 2014. En aquella ocasión recordó a Europa, calificándola de «abuela» y sentenciando que «los grandes ideales que inspiraron a Europa parecen haber perdido su fuerza de atracción, en favor de tecnicismos burocráticos». Un latigazo a las instituciones y un llamamiento para que el Continente vuelva a poner la centralidad del hombre en el centro de sus políticas. Un mensaje que después de nueve años, según Francisco, todavía no ha sido recibido por las instituciones europeas.
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