Fuente: Settimana News
Por: Francesco Strazzari
03/07/2023
La conversación confidencial con Víctor Manuel Fernández se remonta al día siguiente de la elección de Bergoglio. En ese momento era rector de la Universidad Católica de Buenos Aires, donde se graduó en teología. Fue un estrecho colaborador de Bergoglio durante los años en que fue arzobispo de la capital argentina. Fue su consultor teológico en Aparecida (Brasil, 13-31 de mayo de 2007).
Fernández lo admiraba por su profundo sentimiento hacia el "pueblo": "Valoraba al pueblo como un sujeto colectivo, que debía ser el centro de las preocupaciones de la Iglesia y de cualquier otro poder. Por eso insistió con sus sacerdotes en ser misericordiosos, en no adoptar una moral rígida o una práctica eclesial y en no complicar la vida de las personas con preceptos que descienden autoritariamente de lo alto". Y esto no es por populismo oportunista, sino por profunda convicción: el Espíritu obra en el pueblo.
Para Bergoglio, la Iglesia oficial con sus ministros y sus estructuras está ahí para ser transparencia de Jesucristo. De ahí la convicción de que la Iglesia debe ser pobre, fraterna, libre y sencilla, generosa y alegre.
Bergoglio dijo que estaba convencido de que era necesario descentralizar el poder, respetando los procedimientos, las elecciones, la historia y las culturas locales. En Buenos Aires, Bergoglio hablaba un lenguaje que todos podían entender, no por falta de formación o cultura, sino por un deseo preciso de hacerse comprensible y asegurar que el mensaje del Evangelio pudiera llegar a todos.
Apreció y sintió fuertemente la piedad popular que no siempre coincide con las indicaciones de la jerarquía eclesiástica: "Hizo suya esta apreciación positiva de la fe popular, como efecto de la acción libre y misteriosa del Espíritu".
Fernández continuó: "Su preferencia por los pobres marcó toda su vida. Como arzobispo la promovió, dando apoyo privilegiado a los sacerdotes que vivían en aglomeraciones anónimas y barrios pobres. Era consciente de que algunos no entendían bien su actividad, pero estaba convencido de que los pobres no son sólo objeto de un discurso ni de mera asistencia, y mucho menos de "promoción", dirigida únicamente a liberarlos de sus males. Los pobres son sujetos activos y creativos a partir de su cultura; no sólo objetos de discusión, reflexión o planificación pastoral".
Su estilo de vida, pobreza y austeridad personal eran impresionantes. Fernández me confió: "Su pobreza personal no era ni oportunista ni mediática. Todos sabían que era austero hasta el punto del sacrificio. Nunca se sintió digno de ser servido y sus gestos de humilde servicio son conocidos, evitando demostrar que era superior. Su elección por una austera sencillez no respondía a un ideal histórico o al simple amor a la pobreza, sino a su deseo de hacerse accesible para que los pobres pudieran sentirse bien con sus pastores y la Iglesia se sintiera como su hogar.
Sencillez evangélica: no sólo en la vestimenta y en el lenguaje, sino también en los hábitos. No podía soportar las peculiaridades cortesanas, ciertos ritos y formalidades, que veía en contraste con la simplicidad del evangelio de Jesús.
¿Bergoglio progresista? "En realidad no. Tenía un profundo respeto por las enseñanzas tradicionales de la Iglesia y los papas. Sin embargo, tenía muy claras las cosas fundamentales y decisivas: justicia, fraternidad y asuntos secundarios y, como buen jesuita, nos invitó al discernimiento, dando prioridad a aquellos que tienen "el olor del evangelio".
Cultivó apasionadamente el compromiso ecuménico y projudío. Dedicó mucho tiempo al diálogo con los no católicos. Se conocían largas conversaciones con el rabino Skorka, por ejemplo.
Ahora el Papa Francisco lo ha llamado a Roma. Conoce la elegancia del trazo, la profundidad teológica, el espíritu alegre, la elegancia del estilo. No será ciertamente será el guardián de la fe, sino el alma de una evangelización desde abajo.
A Francisco se le reprochará esta elección, como también la elección del nuevo arzobispo de Buenos Aires, Jorge Ignacio García Cueva, que ha sido objeto de lamentables ataques contra su persona. Como de hecho le está ocurriendo a Víctor Manuel Fernández, la nueva cara de una Curia que necesita ser "humanizada". Más aún, necesitada, como lo demuestra el reciente caso del moralista Martin Lintner (cf. aquí), de conversión evangélica.
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