Fuente: Cristianisme i Justicia
Por: Víctor Codina
17/05/2023
Hace casi 50 años escribí un artículo sobre teología desde un barrio obrero. Me preguntaba si la teología que había nacido en las comunidades cristianas y luego crecido en catedrales, monasterios y universidades, podía también cultivarse desde los barrios. Y respondía efectivamente, porque un barrio obrero, a pesar de todas sus limitaciones, es un lugar teológico privilegiado, pues en él se manifiesta la opción de Dios por los pobres y pequeños.
Me pregunto ahora, casi medio siglo después, si desde el centro de la ciudad puede surgir una reflexión teológica. En el centro de mi ciudad hay numerosos hoteles, siempre con turistas y ejecutivos jóvenes, sobre todo en grandes convenciones como el World Mobile Congress. En la calle se escuchan todos los idiomas, especialmente inglés. Estamos ante un mundo globalizado y científicamente acelerado. ¿Tiene la teología alguna reflexión o mensaje para este nuevo mundo?
Desde mi habitación diviso el patio de un colegio, donde niños y niñas hacen gimnasia y juegan, con una incansable vitalidad. Las familias recogen a los niños por a la tarde, siempre con bocadillos para la merienda; los domingos los acompañan al deporte. Pero me pregunto: ¿qué pasará con estos jóvenes adolescentes si sufren bullying e intentan suicidio? ¿Han sido preparados para una vida real, donde hay fracasos y, al final, muerte? ¿Qué futuro les espera a estos jóvenes: ¿guerra?, ¿cambio climático?, ¿falta de agua?, ¿nuevas pandemias? ¿Han recibido alguna iniciación religiosa o cristiana?
Junto a mi residencia hay una Iglesia, un templo, neobizantino, grande y con una solemne cúpula. La gran mayoría de la gente que participa son personas mayores. ¿Cómo y cuándo se rompió la cadena de la transmisión de la fe, de abuelos a hijos y nietos? Los jóvenes se apuntan con generosidad a diversos voluntariados, pero muchas veces sin motivación religiosa o cristiana. ¿Hemos transmitido una Iglesia centrada en dogmas, ritos y normas morales, no en la vida, lo cual provoca un rechazo instintivo en muchos y muchas jóvenes?
Frente a este templo hay un centro de gimnasia y fitness. Los domingos coinciden la gente mayor que sale de misa, con los jóvenes que entran en el centro de gimnasia. ¿Pura casualidad?
Desde la terraza contemplo contenedores donde la gente deposita restos orgánicos y no orgánicos. A lo lejos se ven pasar continuamente aviones al aeropuerto. ¿Nos tomamos en serio el cambio climático? Desde la terraza se divisa la catedral y algunas iglesias góticas: ¿son solo monumentos culturales y museos del pasado? ¿Tiene la teología todavía algún mensaje para esta crítica situación?
Son muchas las diferencias entre la teología de los años 70 y la actual. Los problemas humanos y religiosos y cristianos se han radicalizado y agravado. El ambiente actual, aparentemente optimista, tecnocrático, consumista y secular, en el fondo esconde una sensación de impotencia ante el futuro, y un miedo al fracaso, a guerras, cambio climático, crisis global y muerte.
La Iglesia, hoy sumamente desacreditada, no puede preguntar al mundo moderno si cree en Dios, ni si existe Dios. Menos aún puede imponerle dogmas, leyes morales y ritos religiosos. Lo único que la comunidad cristiana puede comunicar al mundo de hoy es un anuncio profético y contracultural que ofrezca un sentido y un horizonte nuevo a la vida, la Novedad que puede vencer la muerte, es decir, Jesús de Nazaret muerto y resucitado. Este es el único mensaje que posee la Iglesia y la teología.
De aquí nacerá la esperanza, el compromiso por liberar al mundo y la historia de la muerte, edificar un mundo fraterno de hijos e hijas del Padre, bajo la fuerza y el amor del Espíritu que continuamente renueva la faz de la tierra y todo lo fecunda y vivifica, aunque no lo sintamos. La última palabra no la tienen los tecnócratas, ni las convenciones, ni el fitness, ni los templos vacíos de jóvenes, ni la pandemia, ni el cambio climático, ni el bullying, ni el suicidio, ni la guerra, ni la muerte. La última palabra surge del encuentro personal y comunitario con Jesús de Nazaret, nuestro Señor, que comparte con nosotros su Vida.
[Imagen de Freepik]
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