Empezó como un cómico y hoy es un reportero ambicioso y respetado. Estrena un documental que reúne a Francisco con un grupo de jóvenes nada afín a la Iglesia. “Creo que nos inspiramos mutuamente”, dice
Fuente: El País
01/04//2023
Hace 15 años, Jordi Évole consideraba un éxito hacer llegar al papa Benedicto XVI la guitarra de juguete con la que Rodolfo Chikilicuatre hizo la más extravagante actuación de España en Eurovisión. Évole, conocido entonces como El Follonero, convenció a una pareja española de recién casados para que entregara a Ratzinger el extraño regalo en una audiencia pública en la plaza de San Pedro para que él lo filmara. El reportero se iniciaba entonces en un tipo de programa más cómico que periodístico, en la estela del Caiga Quien Caiga de Wyoming: ese especial se llamó Salvados por la Iglesia.
Década y media después, Évole (Cornellá de Llobregat, Barcelona, 48 años) es una referencia del periodismo documental y de la entrevista en televisión. Y tiene una relación estrecha con el papa Francisco, a quien entrevistó por primera vez para otro programa de Salvados en 2019. “Él quedó contento de aquella entrevista. No esperaba que tuviera tanta repercusión. Entramos en una dinámica de escribirnos, de contarnos. No ha habido mucho intermediario entre nosotros”, cuenta. “Sabe lo que yo pienso de muchas cosas. Lo respeta perfectamente. Y por supuesto que yo le respeto a él. Hay una relación de confianza. Yo creo que nos inspiramos mutuamente”.
El verano pasado, el equipo de Jordi Évole convenció a Jorge Bergoglio para llevárselo a un centro de trabajo colaborativo a las afueras de Roma y reunirlo con una decena de jóvenes del mundo muy diversos: creyentes, ateos, agnósticos y un musulmán; heterosexuales, homosexuales o una persona no binaria; activistas feministas, LGTBI o en favor del derecho al aborto; una mujer que hace actuaciones pornográficas en internet; una víctima de abusos en un centro religioso; solo una católica incondicional de la Iglesia. El resultado es el documental Amén. Francisco responde, de la compañía Producciones del Barrio, que dirige Évole junto a Màrius Sánchez y que se estrena el día 5 en Disney+. Cuando Évole le mostró a Francisco el programa ya editado, lo que no suele hacer con sus entrevistados pero esta vez creyó conveniente, el Papa no quiso sugerir cambio alguno. “No creo que haya un líder mundial que vea lo que nosotros hemos hecho y no le ponga ni un pero”, cuenta Évole en una cafetería junto a la Gran Vía madrileña, con la maleta hecha porque sale de viaje a Oviedo. El reportero aplaude el talante de Jorge Bergoglio y aprecia mucho su sentido del humor tan argentino. “La misión de un Papa no es estar con los convencidos. Creo que en el fondo le divierte. Es un papa curioso, que quiere saber la realidad que le ha tocado vivir”.
En la década y media transcurrida desde aquellos primeros Salvados en La Sexta, no solo ha cambiado en Évole una relación estrecha con el obispo de Roma que nunca había imaginado tener, y que no espera tener con el siguiente. Su evolución profesional ha sido evidente. Licenciado en Comunicación Audiovisual, dio sus primeros pasos en radios locales y alguna colaboración en prensa antes de recalar en El Terrat, la productora de Andreu Buenafuente, que ha resultado una inagotable cantera de cómicos. Évole se quita el sombrero ante Buenafuente: “Lo que ha dado a luz a su alrededor es enorme: Santi Millán, José Corbacho, Berto Romero, David Broncano, Edu Soto, David Fernández, Mónica Pérez, Silvia Abril... No sé si encontraríamos a alguien en el mundo de la comedia que no solo se haya convertido en un crack, sino que además haya tenido la generosidad de decir: ‘Hostia, voy a darle bola a este”.
Buenafuente lo bautizó como El Follonero, un supuesto espontáneo impertinente que interrumpía su programa nocturno. Empezó su propio programa en La Sexta, Salvados, en esa línea de travesuras. Pero, de forma gradual y poco perceptible, fue inclinándose a un reporterismo más profundo, documentado y con sensibilidad social. Un primer hito de Salvados fue su investigación, en 2013, sobre la tragedia en el Metro de Valencia. “Fue como el sello que nos pusieron los compañeros: ‘Hostia, estos tíos están haciendo periodismo”. Aquel programa llevó a la justicia a reabrir el caso del accidente ocurrido en 2006 y silenciado en vísperas de la visita del papa Benedicto XVI (otra vez el Papa en su camino) a la capital valenciana. Pero inmediatamente después volvió a mostrar su cara más gamberra en el falso documental sobre el 23-F: Operación Palace. Para este juntó a algunos políticos (Leguina, Anasagasti, Verstrynge) y periodistas (Gabilondo, Ónega) a una farsa que no se desvelaba hasta el final: se afirmaba que el golpe de Estado de Tejero fue un montaje dirigido por José Luis Garci para ayudar a la consolidación de la democracia. Algunos corrieron a comentarlo en Twitter antes de llegar a la confesión final; esos tuis quedaron en ridículo en minutos.
“Hubo gente en el gremio que se cabreó mucho. Yo creo que el espectador fue mucho más comprensivo que los compañeros de oficio, que fueron terriblemente duros”, recuerda. Pero ¿pretendía ese falso documental apuntar algo sobre los puntos oscuros de la intentona golpista? “Te engañaría si te dijese que el motor de arranque no fue más que el divertimento”, responde. “Lo que pasa es que cuando te pones a hacerlo, ves que hay mucha documentación que todavía hoy no ha visto la luz. Entonces se convierte, además de un divertimento, en una necesidad”.
Évole tomó el pelo a toda España, pero ya no era El Follonero. Él explica así su propio perfil: “Durante un tiempo nosotros nos dedicamos a picar en los timbres de los porteros automáticos y a salir corriendo cuando contestaban. Y con el tiempo yo creo que hemos hecho más el picar en la puerta, que la gente te abra, que te reconozca y que diga: a pesar de ser quién eres, te voy a atender”. A partir de entonces le interesó más el retrato en profundidad de personalidades. Lo de la provocación era “una vía que se agota”. “Llega un punto en el que dices: no quiero solo estar aquí en el photocall, no quiero estar solo aquí en la alfombra roja, no quiero estar solo aquí en la audiencia pública. Yo quiero poder acabar hablando con esta persona tranquilamente, de tú a tú, sentados en una silla”.
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