jueves, 16 de febrero de 2023

Joseba Segura: “El problema es que este mundo no ‎necesita a Dios”‎

Conferencia del obispo de Bilbao en el Club de Roma

Fuente:   Religión Digital

Joseba Segura, en el Club de Roma | Josu Garro

La mayoría de la gente considera que la fe es irrelevante, la gente no valora la fe. Estamos hablando de Europa con unas raíces cristianas claras y donde la Iglesia se encuentra en pleno retroceso, pese a que el Evangelio tiene muchas cosas que son valiosas y hay que transmitir.

La religión no va a desaparecer, la pegunta es qué papel va a tener la religión en el mundo dentro de cincuenta años. Son algunas de las reflexiones que el obispo de Bilbao, Joseba Segura, se acaba de hacer en voz alta en un acto convocado por el grupo vasco del Club de Roma. Había sido invitado a impartir una conferencia sobre el cristianismo en una Europa poscristiana y la expectación que generó, tanto por el ponente como por el tema, desbordó todas las previsiones. El acto, que incluía una comida y duraba más de cuatro horas, colgó el cartel de ‘no hay billetes’ días antes de la fecha en la que estaba convocado.

 

Intervención valiente, lenguaje medido

El auditorio era plural y diverso. Caras conocidas del nacionalismo del PNV, de la derecha del PP y de la izquierda intelectual. Representantes de distintas sensibilidades religiosas, incluido el Opus Dei, vicarios pastorales y sacerdotes. También empresarios, profesores y periodistas. A nadie dejó indiferente monseñor Segura, que llegó al lugar de la cita con un casco de moto bajo el brazo y sorprendido por la respuesta a la convocatoria. Fue una intervención de mucho nivel, valiente, pero con un lenguaje muy medido para evitar meterse en charcos. Una de las cosas que precocupa al prelado vasco es que se le compare con otros obispos y a él se le sitúe en una posición abierta frente al enrocamiento de otros. Pero es que es así.

Joseba Segura partió de la constatación de la galopante secularización, algo que viene de muy atrás, como él mismo pudo experimentar cuando era un jovencísimo sacerdote en Gallarta, el pueblo de la dirigente comunista ‘Pasionaria’, y los vecinos trasladaban a hombros el féretro de un vecino hasta las puertas de la iglesia en un funeral, pero luego no entraban y se iban a la taberna. Sin embargo, también puso en valor que hay un auge de la religiosidad popular, lo que evidencia la persistencia de valores de raíz cristiana. La pasada semana se produjo en la bilbaína parroquia de San Nicolás una especie de motín porque el sacerdote no bendecía los cordones de San Blas, una tradición muy arraigada en Euskadi, y cientos de personas lo reclamaron a gritos. La cuestión era evitar aglomeraciones por la resaca del covid, pero los fieles no estaban dispuestos a renunciar al ritual.

 

La sacralización de la libertad individual

El obispo asumió que la comunidad cristiana se va debilitando después de haber durado 16 siglos y ahora la cuestión es cómo va a afectar a las comunidades de fe, a la identidad católica. Y tras haber resistido pese a los distintos embates sufridos como la irrupción de Lutero y su interpretación de la Biblia, la Revolución francesa o el liberalismo. Incluso al impacto del Concilio Vaticano II cuando se establece que Dios también actúa a través de otras religiones. Y cuando aparecen los derechos individuales, la libertad de conciencia y otros cambios sociales que afectan a la fe. Determinadas creencias se van haciendo más simbólicas y el racionalismo va extendiendo su fuerza. Hay, sin embargo, una cuestión que a monseñor Segura el parece fundamental, y es la aparición del debate del aborto, que marca un punto de inflexión con la sacralización de la libertad individual y las distintas legislaciones, a las que él no se refirió. Pero resulta evidente que la sociedad es cada vez más plural y compleja.

El prelado también destacó otro fenómeno ‘ad intra’ de la Iglesia, “la confrontación pública de unos contra otros cuando hablan contra el Papa” y que se sustancia en algo tan novedoso como los pronunciamientos de algunos cardenales contra la hoja de ruta de Francisco, porque consideran que la identidad católica está amenazada. “Eso provoca una tensión muy grande”, admitió. En esa línea, Segura defendió la importancia de “la comunión”, que ensalzó como un valor en una sociedad cada vez más fracturada, “que se está rompiendo”. La unidad no deja de ser una dimensión absolutamente crítica en la vida humana.

Joseba Segura fue captando la atención de los presentes porque formula muy bien y es muy didáctico. Habló de la inversión normativa y de la inversión de creencias en asuntos tan importantes como el aborto, el suicidio, la eutanasia o la homosexualidad, sobre los que se ha producido un cambio muy rápido. “El cristianismo fue una revolución en tiempos del imperio romano y su capacidad de convicción acabó con muchos de sus valores; ahora está pasando lo contrario. Los antiguos doctores de la ley han sido sustituidos por los comités de ética”, recalcó. Hay más cosas. Por ejemplo, la apariencia de verdad. “Ahora lo que hay es una lucha por el relato y eso supone una convulsión con respecto a la tradición cristiana. Antes habría hipocresía e incoherencias, pero la verdad tenía un valor incuestionable”, reivindicó, antes de referirse al fanatismo que circula por las redes sociales, revestido con argumentos morales, porque esa dimensión no ha desaparecido.

 

Convicciones cuestionadas

El titular de la diócesis de Bilbao siguió enumerando fenómenos que configuran unas tendencias claves en el cambio cultural y antropológico que se está produciendo. El nuevo contrato social, la ley natural o la maternidad, “un valor indiscutido antes y que ahora sufre un cuestionamiento permanente cuando la natalidad va a ser un asunto crítico para la sociedad europea”, alertó. O el auge de los animalistas. “Antes, la centralidad era el ser humano, ahora las mascotas son sustitutivas del afecto ordinario”, señaló, antes de certificar que “nuestras convicciones están absolutamente cuestionadas”.

Monseñor Segura se refirió a tres pilares del cristianismo que han caído, la verdad, la revelación y la autoridad, pero rechazó que vayan a ser sustituidos por el nihilismo, sino por otro sistema de creencias “que no es tan duro ni es exigente” y por una nueva espiritualidad “sin Dios, sin dogmas, sin obligaciones. Habrá una cesta de creencias y cada cual cogerá lo que necesita”. Y advirtió de que no sólo cae la civilización cristiana porque “la deconstrucción no acaba nunca: cae el cristianismo y su lugar lo ocupan otros dioses y creencias”. Aun así, se mostró convencido de que el futuro es religioso. “El cristianismo no va a desparecer tan fácil, pero está claro que se está debilitando”, asumió. A la hora de explicar esa resistencia citó a la inmigración como un elemento a tener en cuenta.

El obispo vizcaíno no eludió “la batalla cultural” que se está produciendo en el seno del catolicismo entre quienes defienden que “hay que recuperar lo que se ha perdido volviendo a las raíces del cristianismo” como depositarios de la fe y quienes apuestan por “resituarnos siendo una minoría significativa”. A partir de ahí se preguntó si la propuesta cristiana, que defiende valores radicales y contraculturales, puede ser mayoritaria en la sociedad actual, predicando y llegando a todos. “¿La Iglesia es luz del mundo o tiene que conformar el mundo?”, inquirió. Contestó que el Evangelio es compatible con esa misión, pero lo de conformar no es posible sin una posición cultural fuerte, que no es el caso.

 

"Este mundo no reza"

Frente a la acusación de que la Iglesia pierde fuerza porque no se adapta a los tiempos, reconoció que la institución tiene dificultad para comunicar lo suyo, pero es consciente de que la adaptación tampoco va a solucionar el tema. Para justificar su reflexión puso como ejemplo el reciente sínodo de la Iglesia anglicana para revisar sus posiciones históricas e incluso utilizar el género neutro en la liturgia a la hora de referirse a la divinidad y dejar de dirigirse a Dios en masculino. “Si nos vamos adaptando a todo va a llegar un momento en el que no vamos a tener de qué hablar”, ironizó. “El problema tiene que ver con que este mundo no necesita a Dios, no reza”, concluyó.

Segura insistió en que caminamos hacia una Iglesia mucho más pequeña, minoritaria, sin las dimensiones que ha tenido y sin una gran presencia social, con comunidades pequeñas y marcando su identidad. A diferencia del evangelismo, en auge por su decidida convicción proselitista descuidando valores que para el cristianismo son irrenunciables. La Iglesia vasca, por ejemplo, tiene una presencia institucional a través de Cáritas, pero “¿qué va a pasar en las parroquias rurales donde apenas hay media docena de personas los domingos en la Eucaristía? ¿Qué hacemos con las iglesias, las convertimos en discotecas?”, dejó caer el obispo de Bilbao buscando respuestas entre u auditorio impactado por la crudeza del diagnóstico.

 

 

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