martes, 17 de enero de 2023

Una nueva fase para Francisco

Fuente:     La Vanguardia        

Por   Anna Buj

Ciudad del Vaticano. Corresponsal

15/01/2023


El Papa llegando ayer a la reunión con la Comunidad Juan XXIII en el Vaticano   REUTERS

La muerte de Benedicto XVI ha reabierto las especulaciones sobre la duración del pontificado del papa Francisco. El jesuita siempre ha dejado claro que no descarta seguir su ejemplo y renunciar al trono de Pedro si ya no tiene las fuerzas físicas y mentales para seguir al frente de la Iglesia. Y, aunque este verano rechazó que planease hacerlo pronto, el fallecimiento del papa emérito despeja el camino para una futura retirada a largo plazo. Si ya era complicada la gestión de dos pontífices, tres hubiese sido inconcebible. Ahora ya no existe este obstáculo.

Las conjeturas sobre un posible paso atrás han crecido en los últimos años, desde que fue operado del colon y desde que sus dolores en la rodilla le han forzado a utilizar silla de ruedas y a aplazar viajes. También, tras una reciente entrevista para el periódico Abc en que revelaba que, poco después del inicio de su pontificado, firmó un documento de renuncia en caso de un grave impedimento médico, como ya habían hecho otros papas en el pasado. Pero todo su entorno coincide en que, si sucede, no será algo inminente. De hecho, su agenda está llena y no muestra señales de querer frenarse. A finales de mes tiene previsto un extenuante viaje a República Democrática de Congo y a Sudán del Sur, y sus planes de futuro incluyen la celebración del Sínodo en el 2024 o el importante jubileo de Roma, en el 2025.

Lo que sí podría comportar el funeral de Benedicto XVI es que el Vaticano quisiese regular la institución del papa emérito para establecer un protocolo para los papas que en el futuro decidan jubilarse llegada a una cierta edad. La ley de la Iglesia así lo permite, siempre que sea una decisión soberana del pontífice, y evitaría algunas controversias de los últimos años, cuando Ratzinger fue instrumentalizado por algunos sectores ultraconservadores para hacer oposición a Bergoglio. Se entendió que, si el argentino no lo había hecho, era por deferencia a su predecesor.

“Ese va a ser el gran cambio que puede pasar ahora. Ahora el papado emérito puede ser reformado y Francisco ha dicho varias veces que necesita reformarse. Lo que todos quieren evitar es lo que se vio un poco, la idea de una autoridad paralela”, dice Austen Ivereigh, biógrafo del papa argentino, autor de El gran reformador.

Ha dejado la puerta abierta a seguir el ejemplo del alemán, pero no da señales de querer frenarse pronto

No es algo sencillo, porque no es un tema sobre el que haya una opción pacífica dentro de la Iglesia. Hay algunos cardenales, como el alemán Gerhard Müller, que defienden que un papa no puede dimitir y que el caso de Ratzinger debería ser una excepción. “Revelan mala fe o ignorancia. Son los que preferían a Benedicto y querría ver cómo reaccionarían si Francisco dimitiese mañana, seguro que estarían contentos”, vaticina el teólogo Massimo Faggioli, profesor de la Universidad de Villanova (Filadelfia).

“El verdadero problema –indica– es la forma de vida que elegirá Francisco si renuncia. Por el carácter de Benedicto, que era un teólogo monástico, era perfecto encerrarse en el monasterio Mater Ecclesiae, pero para Bergoglio sería más complicado porque es un hombre de calle, de amistades regulares, que improvisa. Encerrarse en el Vaticano, que de por sí es un monasterio, no entraría en su naturaleza”. Además, reglamentar esta institución podría representar un conflicto de intereses para cualquier papa. Tanto si hay un emérito –porque interfiere en la elección de su predecesor– como si no lo hay, porque está anticipando lo que podría hacer él.

La muerte de Benedicto XVI ha sido por sí misma una reforma al establecer un precedente sobre el funeral de los eméritos en el futuro, al enterrarlo como a un papa, pero con un tono rebajado y sin los elementos que indicaban que se trataba del jefe del Gobierno de la Iglesia. Pero también, opina Ivereigh, ha privado a las fuerzas de la oposición de “un símbolo en torno al cual reunirse”. “Müller, el cardenal Robert Sarah, y muchos otros iban al Mater Ecclesiae y crearon un grupo alrededor de Georg Gänswein –el secretario personal del alemán– que no sé si va a continuar”, indica. Gänswein no ha perdido el tiempo y ya ha declarado batalla al atacar directamente a Bergoglio en sus memorias, que publicó el jueves, abriendo una tormenta en el Vaticano.

En ciertos momentos las decisiones del Papa han sido identificadas a partir de esta diarquía. “Por ejemplo, decían que hacía un sínodo sobre el matrimonio para contradecir a Benedicto, o que no permitía el diaconado femenino para no contradecirlo. Son coartadas que ciertas personas utilizaban para presionar o justificar algunas cuestiones”, explica Faggioli. Por eso, ve natural que las cosas cambiarán “en el sentido de que ya no hay coartadas para decir que el Pontífice hace o deja de hacer tal cosa por el emérito”.

La defunción de Ratzinger abre la posibilidad de regular la institución del papado emérito

Los frentes están más abiertos que nunca. Según el vaticanista italiano Sandro Magister, el cardenal australiano George Pell, un cercano colaborador a Francisco que murió esta semana, fue el autor de un documento firmado con pseudónimo muy crítico con este pontificado que circuló el año pasado entre los purpurados. El texto opinaba que este papado es una “catástrofe” y que el jesuita había debilitado el próximo cónclave con “nombramientos excéntricos” de cardenales. De ahora en adelante Francisco tendrá una mayor libertad, pero también un mayor riesgo, para decidir cómo quiere seguir su labor al frente del catolicismo.

 

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