viernes, 20 de enero de 2023

Al menos 348 refugiados rohinyá murieron en el mar en 2022

Después de cinco años hacinados en Bangladés sin perspectivas, muchos asumen grandes riesgos para escapar. La única alternativa para ellos sería una repatriación segura a Myanmar

Fuente:      Alfa & Omega

Redacción

19/01/2023


Refugiados rohinyá recién llegados a la isla de Dong (Tailandia) el 4 de junio. Foto: Efe / EPA / Royal Thai Navy

Los refugiados rohinyás de Bangladesh reclamaron el miércoles su repatriación a Myanmar con plenos derechos como la única solución viable. Respondían así al informe publicado la víspera por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en el que advirtió que al menos 348 miembros de esta minoría murieron en 2022 mientras cruzaban el mar en busca de un futuro mejor.

La gran mayoría de estos viajes partieron de Bangladesh, que acoge a unos 925.000 refugiados rohinyás huidos desde el inicio de las operaciones del ejército birmano en 2017. Desde entonces conviven en atestados campamentos de refugiados con escasos derechos.

«Han pasado cinco años desde que están aquí. Las cosas se restringen día a día. No tienen independencia económica y la ayuda se reduce. No hay acceso a la educación formal. Piensan que no tienen futuro. Su vida está estancada. Es por eso que muchos de ellos corren este riesgo», dijo a EFE la activista rohinyá Rezia Sultana.

«Piensan que morirán aquí o allá. Hasta que sean repatriados a Myanmar, seguirán pensando que es mejor una vida en otro lugar», agregó. Además de la muerte de 348 rohinyás en estas peligrosas travesías de miles de kilómetros, la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) reportó un aumento drástico de la cifra de personas que acometieron estos viajes, aumentando de unos 700 refugiados en 2021, a más de 3.500 el año pasado.

 

«Una prisión»

Hatamonesa y su hija de cinco años, Umme Salima, fueron dos de las refugiadas rohinyás que acometieron uno de estos largos trayectos marítimos el año pasado, a bordo de una de tantas masificadas y endebles embarcaciones. «Emprendieron el viaje a pesar de conocer los riesgos porque aquí no había vida para los rohinyás. Es una prisión al aire libre para nosotros. Necesitamos regresar a Myanmar con plenos derechos o reasentarnos en un tercer país para tener una vida mejor», indicó a EFE su hermano, Ruzuwan Khan.

Ellas dos comenzaron la travesía el pasado noviembre, recordó, tras pasar más de cinco años en un campamento para refugiados, donde Hatamonesa llegó tras ser abandonada por su marido en Myanmar en 2016. Después de pagar 100.000 takas (unos 1.000 euros) a un traficante, «se embarcó en un viaje en barco a Malasia con otras 180 personas, en su mayoría rohinyás». Su bote quedó varado en el mar a los pocos días, continuó Khan.

«Los traficantes inicialmente no nos dijeron nada. Intentaron resolver el asunto por su cuenta. Pero cuando las cosas se les escaparon de las manos, nos informaron el 4 de diciembre para llamar la atención de la comunidad internacional», precisó.

26 ahogados

Hizo falta un mes para que Hatamonesa y su hija pudieran desembarcar en la costa de Indonesia, previa autorización de las autoridades, acompañadas de más de un centenar de refugiados rohinyás como ellas. Pero ya eran muchos menos abordo, después de que 26 personas murieran ahogadas cuando se lanzaron al mar con la esperanza de que alguno de los barcos que se cruzaron durante el trayecto les rescataría, relató Khan.

También la organización de derechos humanos Human Rights Watch (HRW) ha reiterado que la mejor manera de detener este tipo de viajes desesperados es iniciar cuanto antes su repatriación segura a la antigua Birmania. Sin embargo, los dos intentos realizados hasta la fecha para permitir el regreso de los refugiados rohinyás a Myanmar fracasaron porque los miembros de esta minoría étnica se negaron a volver sin una garantía de obtener la ciudadanía y de seguridad.

 

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