Por Jordi Llisterri i Boix
10/10/2022
Ya me perdonarán que vuelva al tópico tras la salida del obispo de Tortosa a Valencia. Hemos pasado del histórico "Queremos obispos catalanes", al "Queremos buenos obispos" de cuando nos enviaban prelados con horchata a las venas, al incluso "Queremos obispos auxiliares" para tener un plantel de obispos catalanes. Y ahora estamos llegando al simplemente "Queremos obispos". En Girona hace meses que lo esperan, y el nuevo (o nuevos) auxiliar por Barcelona tras la muerte del obispo Toni Vadell no acaba de llegar. Y ahora Tortosa se queda sin obispo.
Sólo un apunte sobre Tortosa. A caballo de Cataluña y el País Valencia es curiosamente uno de los obispados que más promocionan los obispos y de los que salen más. Los cardenales Ricard Maria Carles y Lluís Martínez Sistach pasaron por Tortosa antes de venir a Barcelona. Ahora el obispo Enrique Benavent también pasa a ser arzobispo. Su clero ha dado en las últimas décadas el obispo Francesc Xavier Ciuraneta, Romà Casanova, y Javier Vilanova. Los últimos veinte años han salido más obispos del clero de Tortosa (o del de Terrassa) que del de Barcelona. Y los dos eclesiásticos catalanes con más recorrido hoy en la curia vaticana también son sacerdotes de Tortosa.
Diez obispados catalanes. Dos vacantes y cuatro más que se jubilan al cumplir los 75 años de aquí a tres años, en 2025. Desde la primavera del año pasado, el arzobispo de Barcelona, Joan Josep Omella, está en tiempo de descuento, pero todo el mundo da por hecho que el tiempo no cuenta mientras sea el presidente de la Conferencia Episcopal Española. En Madrid acaba el mandato en 2024, cuando también finaliza su segundo mandato como miembro de la Congregación para los Obispos en el Vaticano. Son los dos lugares donde se eligen los obispos. Los obispos se escogen entre Madrid y Roma.
Girona vacante desde abril por la muerte del obispo Francesc Pardo. Y parece que les han dicho que va para largo. Ahora Tortosa también vacante sin Benavent. En Sant Feliu, el obispo Agustí Cortés, cumple los 75 años en octubre. Y estamos en el mismo escenario el próximo año en Lleida con Salvador Giménez, en 2024 en Urgell con Joan-Enric Vives (con el complejo tema del coprincipado), y en 2025 con Salvador Cristau en Terrassa. Salvo la ecuación Xavier Novell, sólo quedan con un mandato un poco más estirado Joan Planellas en Tarragona, Romà Casanova en Vic, y Francesc Conesa en Solsona.
¿Y qué tenemos a largo plazo? Pues sólo dos auxiliares de Barcelona, Sergi Gordo y Javier Vilanova. Es decir, en un momento que llegarán al menos seis relevos a los obispados catalanes (con la importante Barcelona entre ellos) tenemos sequía de candidatos.
Y, además, está pasando algo que parecería imposible. Hay candidatos que están renunciando. Cuesta encontrar obispos. Y con Josep Àngel Sáiz en Sevilla, y Benavent en Valencia, se han esfumado dos candidatos en Barcelona para relevar a Omella. De los obispos catalanes, por edad y si descartamos los auxiliares, sólo serían candidatos en Barcelona Planellas (cada vez con menos posibilidades), Casanova (que siempre ha tenido pocas) y Conesa (que acaba de llegar).
Cómo irá y cómo quedará el mapa episcopal catalán en los próximos años es imposible de predecir. Si el pontificado de Francesc se alarga, quien marcará la pauta será el cardenal Omella. Ya empieza a conocer lo suficiente el clero catalán como para cometer errores o tener que ir a buscarlos al País Valencia. Y si hay un cambio de aires en el Vaticano, Dios proveerá.
Los vacíos episcopales de los próximos años son una nueva oportunidad para que salgan obispos catalanes como los que realmente se esperan. Que sean obispos que se parezcan lo máximo posible a la comunidad que deben pastar y a la realidad de la Iglesia catalana.
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