BONN – El Papa Francisco ha ampliado el proceso sinodal mundial para involucrar a los laicos con más fuerza de lo planeado previamente en las consultas. Esta podría ser una prueba crucial, comenta Christoph Paul Hartmann, porque la iglesia es muy diversa.
Fuente: katholisch
Por: Christoph Paul Hartmann
18/10/2022
Al proceso sinodal mundial se le da más tiempo. El sínodo sobre la sinodalidad ya no solo tendrá lugar en octubre de 2023, sino también en el otoño del año siguiente. Según el Secretariado del Sínodo, la razón de la extensión es el deseo de involucrar a "toda la Iglesia" en el proceso de consulta.
Esta decisión podría convertirse en el punto neurálgico de todo el proceso: por un lado, el Papa quisiera – bienvenida sea – más aportes de los laicos y una participación más activa. Sin embargo, en los encuentros habidos con la Secretaría del Sínodo ya ha quedado claro que, a diferencia del Camino sinodal en Alemania, las "patatas calientes" como la enseñanza sexual de la Iglesia o las estructuras de poder no están en el punto de mira. Más bien, se enfatiza, tales hechos siempre han de verse en el contexto del Magisterio y de la Iglesia universal. El Papa Francisco también declaró recientemente que no quiere ningún conflicto: "El diablo quiere sembrar la cizaña de la división. No sucumbamos a sus engaños, no sucumbiremos a la tentación de la polarización".
Esto no resiste una visión normal de la realidad. La Iglesia católica universal está marcada por una multitud de divisiones y asincronicidades. Aunque, a menudo, surgen preguntas similares en todo el mundo, se responden de manera extremadamente diferente. Esto tiene que ver con diferentes formas de sociedad, huellas culturales y las muy diferentes historias de las regiones católicas del mundo. En consecuencia, las actitudes y los temas difieren. Cuando se consulta a los laicos, ponen sus consideraciones y temas encima de la mesa.
Esto cederá el paso a las divisiones. Es lo que pudo verse recientemente en la Conferencia de Lambeth de los anglicanos. Allí, Justin Welby solo pudo evitar una escandalosa confrontación con muchas dificultades, en particular, cuando se abordó revisar la homosexualidad: los europeos están abiertos a ella, en cambio, muchos representantes del Sur global no lo están.
Si el Vaticano quiere ser realmente creíble en lo concerniente a la participación de los laicos, algo similar va a suceder en el proceso sinodal. Entonces ¿qué? Aunque no gusten, temas tales como la sexualidad, el poder, el papel de los sacerdotes y las mujeres también deben abordarse y discutirse con todo detalle en la iglesia mundial. Pero el Papa no parece estar de humor para eso. Por lo tanto, existe el peligro de que las grandes palabras sobre la participación de los laicos terminen siendo aldeas Potemkin (una pose, pura fachada) y solo serán los clérigos quienes lleven a cabo su propia agenda. Una lástima, la verdad.
Por Christoph Paul Hartmann
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