El arzobispo de São Paulo dice que estos tiempos le recuerdan “al ascenso del fascismo” y que aunque vista de rojo no es comunista
Fuente: El País
Por: Joan Royo Gual
19/10/2022
Seguidores del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, ovacionan al mandatario durante una misa en la basílica de Nuestra Señora de Aparecida, el 12 de octubre de 2022, en São Paulo.STRINGER (REUTERS)
El pasado día 12 se celebró Nuestra Señora de Aparecida, patrona de Brasil. En el santuario que la honra, un grupo de fieles bolsonaristas causó un tumulto durante la misa después de que interpretaran unas palabras del sermón como una crítica al presidente Jair Bolsonaro, candidato a la reelección, y un guiño a favor de su adversario, Lula da Silva. Fue la salva inicial de una serie de incidentes contra sacerdotes a los que seguidores del presidente consideran afines a la izquierda. El clima es tal que el arzobispo de São Paulo, el cardenal Odilo Scherer, tuiteó: “A veces, me parece revivir los tiempos de ascensión al poder de los regímenes totalitarios, especialmente del fascismo. Hay que tener mucha calma y discernimiento en este momento”. Y uno de los curas brasileños más mediáticos ha anunciado que deja las redes sociales hasta el día siguiente de las elecciones, que se celebran el domingo 30.
La escena del 12 de octubre recordaba a los hooligans del fútbol que se reúnen en manadas cerveza en mano antes del partido, pero no ocurrió a las puertas de un estadio, sino frente al mayor templo católico del país, en el Estado de São Paulo. Decenas de fieles bolsonaristas enfurecidos acorralaron a un joven que iba vestido de rojo, el color emblema del Partido de los Trabajadores del expresidente Lula. “Lula, ladrón, tu lugar es la prisión”, gritaban mientras a pocos metros se celebraba una misa.
También hubo insultos e intentos de agresión a un equipo de la televisión, y abucheos al arzobispo cuando, en el sermón, habló de la necesidad de derrotar al “dragón del hambre, el odio, la mentira y el desempleo”. No hubo mención a ningún candidato, pero no hizo falta. Muchos de esos católicos más exaltados estaban allí atraídos por el propio presidente Bolsonaro, cuya presencia en el santuario fue más aplaudida que abucheada, fue cuidadosamente criticada por la Conferencia Episcopal brasileña en una nota el día anterior: “Lamentamos en este momento de campaña electoral, la intensificación de la explotación de la fe y de la religión como camino para garantizar votos en la segunda vuelta”.
Desde entonces ha habido otros incidentes que también han corrido como la pólvora en redes. Una misa en el estado de Paraná fue interrumpida cuando el sacerdote decía que Dios nunca estará al lado de la violencia y de quien defiende las armas. Un fiel dejó de rezar el Padre Nuestro para gritarle que se ciñera a la palabra de Dios. “¡Es la palabra! No estoy pidiendo votos para Lula”, se defendió el cura, como muestra el vídeo del suceso. Relatos de este tipo se han ido sucediendo en los últimos días. La tensión de la campaña electoral también se ha trasladado a las Iglesias evangélicas. Hace unas semanas, una discusión entre dos fieles acabó con uno de ellos herido de bala.
La tensión llegó a tal punto que el arzobispo de São Paulo, el cardenal Odilo Scherer, tras varios ataques en las redes sociales, tuiteó su temor a estar asistiendo a un regreso del fascismo. También aprovechó para responder a algunos de los ataques recibidos. Explicó que viste de rojo porque simboliza la sangre, no porque sea comunista o porque se identifique con el PT de Lula. También se declaró contrario al aborto y “a favor de la familia”, aunque eso tampoco es ninguna novedad.
El padre Zezinho, de 81 años, precursor de la ola de sacerdotes pop, con decenas de libros y discos a sus espaldas, y con una legión de seguidores en Internet, decidió cerrar sus redes sociales hasta el 31 de octubre, cuando Brasil amanezca con el resultado electoral. “Estoy cansado de católicos súper politizados llenos de ira e insatisfechos con nuestra Iglesia (…) Lo triste es que todas las ofensas son de católicos radicales que preferirían a su partido político antes que el catecismo católico”, decía. Con un texto repleto de citas bíblicas, dejaba ver su desazón por el clima de tensión imperante, y lamentó que quien busca el diálogo sea visto por grupos radicales como “inútil, comunista o pasado de moda”.
El ambiente caldeado en las Iglesias brasileñas no pasó desapercibido para Lula, que el lunes se reunió con líderes de varios grupos católicos progresistas, como Padres contra el Fascismo, que la semana pasada divulgaron un documento con más de 400 firmas en defensa de su candidatura y acusando a Bolsonaro de “profanar la fe”. El líder del PT tiene cierta ventaja frente a Bolsonaro entre el electorado católico, mientras que los evangélicos votan mayoritariamente al presidente ultraderechista. La Iglesia de Brasil, cuna de la Teología de la Liberación, es una firme defensora de los derechos de los indígenas y de la reforma agraria.
El malestar de los católicos más conservadores expresado en los últimos días ha sorprendido a la propia Iglesia y manda una señal de alerta, pero tampoco es un fenómeno nuevo. El papa Francisco, por ejemplo, hace tiempo que cayó en la lista de supuestos comunistas del bolsonarismo más radical, sobre todo por sus palabras en defensa del medio ambiente, la Amazonia y los pueblos indígenas.
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