Fuente: settimananews
Por: Lorenzo Prezzi
29/10/2022
El sínodo de la Iglesia universal sobre la sinodalidad alcanza su tercera etapa: la continental. Es decir, la preparación y celebración de las siete asambleas que proporcionarán el instrumentum laboris para el sínodo previsto para 2023 y 2024: África, Europa, Oriente Medio, Asia, Oceanía, América del Norte y América del Sur. El documento de trabajo para la etapa continental lleva la fecha del 24 de octubre y fue presentado el día 27.
Confirma la sorpresa ya registrada para el documento preparatorio de septiembre de 2021 (cf. Aquí): en las 45 páginas hay pocas notas, sin redundancia en las citas del Magisterio, adhesión al proceso en curso en lugar de a discursos teológicos predeterminados. Su estructura misma no se inclina, como de costumbre, al escaneo del título general (Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión), sino que sigue la investigación llevada a cabo por las Iglesias locales y nacionales. No faltan las sorpresas que se pueden plantear antes de dar cuenta del texto.
Innovaciones cualitativas
En primer lugar, el alcance del trabajo del que se informa. 112 respuestas procedían de las 114 conferencias episcopales (normalmente, no más de 60), de las 15 Iglesias orientales católicas, de 17 dicasterios vaticanos (de un total de 24), de las Uniones de Superiores y Superiores, de mil contribuciones de individuos y grupos, de casi 20 millones de personas implicadas en el proyecto social "la Iglesia os escucha".
La ampliación de la participación ya se hizo evidente en el sínodo sobre la familia y aún más en el de los jóvenes. Ahora se ha desarrollado aún más. Un dato cuantitativo que se salda con una novedad cualitativa, la de la "restitución": se escucha al pueblo de Dios y se le devuelve el resultado en un circuito que pone de manifiesto, por una parte, la profecía en acción en las comunidades cristianas y, por otra, la tarea de discernimiento propia de los pastores.
De las diócesis pasamos a las conferencias episcopales, pero el texto para las asambleas continentales vuelve a la verificación también de las diócesis. "De hecho, si podemos reconocer lo que el Espíritu dice a la Iglesia escuchando al pueblo de Dios, debemos devolver el documento a ese pueblo que vive en las Iglesias" (Card. Mario Grech en una conferencia de prensa).
Un circuito ligado no tanto a la originalidad organizativa, sino a la entrega de la fuerza del Espíritu que acompaña el camino de toda Iglesia. No es un documento concluyente, ni magisterial, sino "el relato de la experiencia de escuchar la voz del Espíritu por parte del Pueblo de Dios, dejando emerger su sensus fidei" (n. 8).
"Estamos ante un diálogo eclesial sin precedentes en la historia de la Iglesia, no sólo por la cantidad de respuestas recibidas o por las personas implicadas, sino también por la calidad de la participación" (Card. Jaean-Claude Hollerich, 26 de agosto). Es "un proceso innovador, por no decir pionero: es una consulta en diálogo que nunca se ha llevado a cabo" (P. Giacomo Costa, 26 de agosto).
Convergencias inesperadas
Una "nueva visión necesitará ser apoyada por una espiritualidad que proporcione herramientas para afrontar los desafíos de la sinodalidad sin reducirlos a cuestiones técnico-organizativas, sino viviendo, caminando juntos al servicio de la misión común como una oportunidad para encontrar al Señor y escuchar al Espíritu. Para que haya sinodalidad, es necesaria la presencia del Espíritu, y no hay Espíritu sin oración" (n. 72).
"Las estructuras por sí solas no son suficientes: es necesario un trabajo de formación permanente que sostenga una cultura sinodal difundida, capaz de articularse con las especificidades de los contextos locales" (n. 82). Una "espiritualidad sinodal sólo puede ser una espiritualidad que acoja las diferencias y promueva la armonía, y extrae de las tensiones la energía para continuar el camino" (n. 85): una espiritualidad del "nosotros" eclesial.
La sorpresa de los redactores (cf. SettimanaNews, aquí) es la observación de la convergencia singular en muchos puntos de contribuciones que provienen de contextos eclesiales y culturales muy diferentes y que llaman a una profunda renovación de la Iglesia. En una relación inmediata con otras confesiones cristianas y con religiones que operan en los mismos espacios que las comunidades.
El trabajo en su conjunto no privilegió las funciones y los roles dentro de la Iglesia, sino que fortaleció la llamada bautismal común: "Emerge una profunda reapropiación de la dignidad común de los bautizados, auténtico pilar de una Iglesia sinodal y fundamento teológico de esa unidad capaz de resistir el impulso de homogeneización para seguir valorando la diversidad de vocaciones y carismas que el Espíritu derrama sobre los fieles con impredecible abundancia" (n. 9).
Una elección percibida por el clero, y en particular por el clero joven, como una penalización, mientras que en realidad persigue lo contrario: aquellos que están llamados a educar a la gente para escuchar están invitados a aprender a escuchar. Y también lo es el temor compartido por algunos sobre la eliminación del papel de la jerarquía y el magisterio.
El ejercicio pleno de la tarea del Pueblo de Dios garantiza el papel del primado petrino y de la colegialidad episcopal. No hay primacía y colegialidad plenas sin sinodalidad, así como no hay sinodalidad sin colegialidad y primacía. La apreciable "colegialidad afectiva" de la que hablamos en el pasado no es suficiente.
Etapas y capítulos
La apertura del sínodo tuvo lugar el 9 de octubre de 2021 y, en las Iglesias locales, el 17. La primera fase tuvo lugar en las diócesis y terminó en una reunión pre-sinodal. Su contribución pasó al discernimiento de la Conferencia Episcopal, que envió un resumen a la secretaría del sínodo.
El documento actual para la etapa continental surge de los textos presentados para volver a las Iglesias locales y proporcionar una base para las asambleas continentales que no estarán compuestas solo por obispos. Concluirán su trabajo el 31 de marzo de 2023 elaborando una lista de prioridades. A tiempo para elaborar el Instrumentum laboris y entrar en la primera celebración sinodal en octubre de 2023 y una segunda, al año siguiente.
Después de una introducción, el documento de trabajo para la etapa continental "Amplía el espacio para tu tienda" (Is 54,2) presenta, en la primera parte, los frutos de la experiencia de caminar juntos: alegría, pertenencia, "conversación espiritual", libertad.
Pero con sombras y preocupaciones: la difícil comprensión, la resistencia de algunos, la equivalencia con los procesos democráticos, la "percepción generalizada de una separación entre los sacerdotes y el resto del Pueblo de Dios" (n. 19), el peso del escándalo de los abusos, la exigencia de transparencia y responsabilidad. Las condiciones objetivas de la pandemia, el malestar social y las guerras han pesado para dificultar las reuniones. No faltan expresiones que testimonien "el fin de una pérdida colectiva de la propia identidad como Iglesia local" (n. 24).
El breve segundo capítulo introduce el icono bíblico que acompañará el camino sinodal, tomado de Isaías 54, 2: "Ensancha el espacio de tu tienda, extiende las sábanas de tu vivienda sin escatimar, estira las cuerdas, fortalece tus estacas". Las sábanas se estiraron para proteger y permitir que entraran más personas; las cuerdas equilibran la tensión con los cambios realizados por el viento; Las estacas garantizan la estabilidad "pero siguen siendo capaces de moverse cuando están en tiendas de campaña en otro lugar" (n. 26).
Cinco núcleos
En el capítulo tercero emergen los cinco núcleos generativos de una sinodalidad misionera: escucha, misión, comunión, sinodalidad, liturgia.
Escuchar fomenta la inclusión y la aceptación mutua y da testimonio de la voluntad de involucrarse. Persisten dificultades estructurales (formas autocráticas, disparidades culturales), pero sobre todo emerge la ausencia de jóvenes y de aquellos que se sienten excluidos de la Iglesia.
La misión no es una estrategia ni un contenido dogmático, sino que comienza con el anuncio, el kerigma, de Cristo crucificado y resucitado por nosotros. Resuena en nuestro mundo y en nuestra historia, a pesar de las heridas de las comunidades, probadas por "el tribalismo, el sectarismo, el racismo, la pobreza y la desigualdad de género" (n. 44). Junto con otros, enfrentamos desafíos sociales y ambientales, fomentando un papel público no opositor y buscando la colaboración ecuménica e interreligiosa. Saber también resistir al poder y en condiciones de persecución.
Para una comunión que signifique participación y corresponsabilidad, es necesario deconstruir un poder piramidal, liberarse del clericalismo y repensar la participación de las mujeres: "Este es un punto crítico sobre el que hay una mayor conciencia en todas las partes del mundo" (n. 60). "Muchos resúmenes, después de escuchar atentamente el contexto, piden que la Iglesia continúe el discernimiento sobre algunas cuestiones específicas: el papel activo de las mujeres en las estructuras de gobierno de los cuerpos eclesiales, la posibilidad de que las mujeres con una formación adecuada prediquen en la parroquia, el diaconado femenino. Se expresan posiciones mucho más diversificadas con respecto a la ordenación sacerdotal para mujeres, que algunos resúmenes defienden, mientras que otros la consideran una cuestión cerrada" (n. 64).
La sinodalidad comienza a tomar forma y exige la renovación de las estructuras y la adaptación de la ley. Y esto tanto en las Iglesias locales como en la curia vaticana y en las conferencias episcopales. Hasta el punto de pedir una superación de la partición consultivo-decisoria, demasiado ligada al derecho positivo y poco expresiva de la identidad eclesial (n. 78).
Como ya se ha mencionado, existe una necesidad generalizada de formación en la sinodalidad y una consecuente espiritualidad. Los resúmenes subrayan de muchas maneras el profundo vínculo entre sinodalidad y liturgia, superando el protagonismo indebido, la fragilidad de la predicación, la difícil accesibilidad a los sacramentos.
Temas inusuales
El cuarto capítulo nos invita a mirar la última parte del sínodo, pero también su extensión en la práctica de la Iglesia. "Somos una Iglesia que aprende, y para ello necesitamos un discernimiento continuo que nos ayude a leer juntos la Palabra de Dios y los signos de los tiempos, para avanzar en la dirección que el Espíritu nos muestra" (n. 100).
Se insta a las Iglesias locales y a las asambleas continentales a comprender las intuiciones más eficaces del texto, las preguntas y cuestiones que deben desarrollarse y las prioridades que deben reconocerse.
En la trama rápidamente descrita, surgen elementos inusuales que vale la pena indicar. Como el delicado tema de los hijos de sacerdotes "que no han hecho el voto de celibato" (n. 34) y la recepción de ex sacerdotes (n. 39) o los temas sexuales más discutidos como la homosexualidad.
No hay temor de registrar la difícil membresía en la Iglesia de "divorciados vueltos a casar, padres solteros, personas que viven en un matrimonio polígamo, personas LGBTQ" (n. 39).
La lista de los grupos más excluidos no es ocasional: "los más pobres, los ancianos solos, los pueblos indígenas, los migrantes sin pertenencia alguna y que llevan una existencia precaria, los niños de la calle, los alcohólicos y drogadictos, los que han caído en las tramas del crimen y aquellos para quienes la prostitución representa la única oportunidad de supervivencia, las víctimas de la trata, sobrevivientes de abuso (en la Iglesia y más allá), prisioneros, grupos que sufren discriminación y violencia por motivos de raza, etnia, género, cultura y sexualidad" (n. 40).
No es habitual registrar la incomodidad de los tradicionalistas, de aquellos que "no se sienten cómodos siguiendo los desarrollos litúrgicos del Concilio Vaticano II" (nn. 38 y 92). A los más desatentos se les recuerda la realidad del martirio, mucho más allá de los límites confesionales (nn. 48 y 52).
Y, sin embargo, se mueve
Incluso los protagonistas más convencidos no ocultan los peligros y las trampas contra las que podría romperse el sínodo.
Entre estos: su reducción a un lema, tan repetido como no vivido, la falta de firmeza para convertirlo en un estilo (y la recuperación en 2024 es una primera respuesta), el resurgimiento del privilegio a los roles eclesiales con respecto a la dignidad bautismal común, la identificación de la sinodalidad con formas meramente democráticas, su interpretación como una "Iglesia líquida" sin jerarquía y ministerios ordenados.
Sin embargo, es difícil negar que la sinodalidad es hoy fuertemente demandada por la conciencia creyente. Puede difundir su desarrollo en una "larga duración". Después de la centralidad del servicio petrino (Vaticano I) y de la colegialidad episcopal (Vaticano II), la dimensión sinodal constituye el fruto maduro de la conciencia conciliar de la prioridad del pueblo santo de Dios.
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