El Pontífice, de 85 años, utiliza su propia
vulnerabilidad para exigir dignidad para las personas de edad avanzada en un
mundo cada vez más poblado por ellas.
Fuente: TN
Por: Jason Horowitz
30/07/2022
El papa Francisco fuera de la iglesia del Sagrado Corazón en Alberta, Canada (Foto: Ian Willms/The New York Times)Por: NYT
Cuando
el papa Francisco aterrizó en
Canadá esta semana, bajó con mucho esfuerzo de un auto
en la pista de aterrizaje, caminó con dificultad a una silla de ruedas que lo
aguardaba y se quedó congelado mientras cámaras fotografiaban de cerca el
espectáculo de un asistente que ajustó los reposapiés del pontífice.
En un escenario improvisado fuera de un cementerio indígena en la provincia de Alberta, el mundo observó mientras él reunía sus fuerzas y tomaba el brazo del asistente, quien lo levantó para sacarlo de la silla de ruedas.
En
Lac Sainte-Anne, un lago remoto conocido por sus poderes curativos milagrosos,
cientos de fieles que esperaban a Francisco en un altar adornado con las
muletas y los bastones de los curados, expresaron angustia al unísono
cuando la silla de ruedas del papa golpeó un obstáculo en el camino y se
inclinó hacia el frente de manera peligrosa.
La transmisión de video del Vaticano cortó a otro ángulo con
rapidez, pero ver a Francisco en su creciente fragilidad y cada vez mayor edad
fue un punto crucial de su visita.
Aunque
la misión principal del pontífice en Canadá fue la que él llamó una “peregrinación
penitencial” para disculparse ante las personas indígenas por los
terribles abusos que soportaron en las escuelas residenciales operadas por la
Iglesia, también fue una peregrinación de senectud en la que el pontífice, de
85 años, utilizó su propia vulnerabilidad para exigir dignidad para
las personas de edad avanzada en un mundo cada vez más poblado por ellas.
Son necesarias para construir “un futuro en el que no se
descarte a los mayores porque funcionalmente no son necesarios”, mencionó
Francisco durante una misa en el Estadio de la Mancomunidad en Edmonton,
Alberta, uno de los pocos eventos en el itinerario del viaje papal que fue
mucho más ligero de lo habitual. Agregó: “Un futuro que no sea indiferente
hacia quienes, ya adelante con la edad, necesitan más tiempo, escucha y
atención”.
Francisco, más
pesado, más lento debido a una operación intestinal importante a la que se
sometió el año pasado y la rotura que sufre en los ligamentos de su rodilla y
la ciática, no es el primer papa que hace de la dignidad de los mayores una
preocupación central de la parte más avanzada de su papado.
El otrora vigoroso Juan Pablo II pasó sus últimos
años encorvado, debido a los terribles efectos del párkinson. Para algunos, su
padecimiento reafirmó su espiritualidad e hizo eco del sufrimiento de Cristo en
la cruz.
Para
otros, fue un declive desconcertante y generó cuestionamientos sobre
la gobernanza de la Iglesia católica romana. Su sucesor, Benedicto XVI, citó su
energía en decadencia como la razón para renunciar, una ruptura histórica de la
práctica papal que ha arrojado una sombra sobre Francisco y su declive físico.
Renunciar “nunca cruzó por mi mente”, declaró Francisco en
una entrevista reciente con la agencia Reuters, antes de agregar su comentario
habitual de que sus cálculos podrían cambiar si un mal estado de salud le
hiciera imposible liderar la Iglesia.
No
obstante, si Benedicto renunció y una enfermedad grave causó que Juan Pablo II
no tuviera otra opción más que poner su padecimiento a la vista de todos, Francisco
está intentando, de forma deliberada e incesante, reformar la sociedad moderna de
manera que sea más cordial y amable con las personas de edad avanzada.
Un alto jerarca del Vaticano, el arzobispo Vincenzo Paglia,
presidente del Pontificio Consejo para la Familia, comentó en una entrevista
reciente que había convencido a Francisco de articular una nueva enseñanza de
la Iglesia sobre el envejecimiento que también se “propusiera no con palabras,
sino con el cuerpo” porque, afirmó Paglia, “los viejos pueden enseñarnos que
todos somos, en realidad, frágiles”.
El religioso agregó: “El envejecimiento es uno de los grandes
desafíos del siglo XXI”. Paglia también preside una comisión del Ministerio de
Salud de Italia para la reforma de la salud y la atención social de las
personas mayores en Italia, país que tiene una de las poblaciones de mayor edad
en el mundo.
Un informe de las Naciones Unidas pronostica que las personas
de 60 años en adelante superarían en cantidad a las personas menores de 15 años
para 2050.
Paglia señaló que los avances en la ciencia y la medicina
respecto de la longevidad le sumaron décadas a la esperanza de vida y crearon “una
nueva población de personas mayores”. Sin embargo, agregó que eso también
generó una contradicción, porque una sociedad obsesionada con vivir más no
había cambiado para dar cabida a aquellos de edad avanzada en cuestiones
económicas, políticas o incluso espirituales.
Desde
antes de que se convirtiera en pontífice a los 76 años, Francisco ha prestado
atención especial a los adultos mayores. En el libro “On Heaven and Earth”
(“Sobre el cielo y la tierra”), aseguró que ignorar las necesidades de
salud de las personas mayores era equivalente a una “eutanasia encubierta” y
que los ancianos a menudo “acaban arrumbados en asilos como un abrigo que se
cuelga en el clóset durante el verano”.
Como papa, apareció en un documental de Netflix sobre el
envejecimiento y con frecuencia denuncia que las personas mayores son tratadas
como basura en una “cultura de lo desechable”.
En 2013, el año de su elección, usó las celebraciones del Día
Internacional de la Juventud para honrar a las personas mayores. En un ritual
previo a la Semana Santa de 2014, con la intención de subrayar su servicio a la
humanidad, lavó y besó los pies de personas mayores y con discapacidad en
sillas de ruedas. En 2021, estableció un Día Mundial de los Abuelos y las Personas
Mayores para honrar año tras año a los “olvidados”.
Eso ocurrió durante algunos de los peores días de la pandemia
de COVID-19 y lo que Paglia describió como una “masacre de los adultos mayores”
en asilos italianos que motivó a su oficina a producir un “nuevo paradigma”
sobre la atención a los mayores.
Este
año, Francisco ha buscado darle forma a ese pensamiento con una serie de
catequesis (o enseñanzas religiosas) sobre el envejecimiento.
En más de quince discursos, y con tres más previstos para agosto
según el Vaticano, ha llamado a la población en crecimiento de los mayores un
“verdadero pueblo nuevo” en la historia humana. Opinó: “Nunca han sido tantos
como ahora, nunca han corrido tanto riesgo de ser descartados”.
El pontífice ha promovido el diálogo entre los jóvenes y
los viejos, y ha promulgado el beneficio de escuchar la historia
directamente de las personas que la vivieron. También ha señalado que pasar
tiempo con los mayores obliga a las personas a bajar el ritmo, apagar sus
celulares y seguir un reloj más profundo.
Ha dicho: “Cuando regresas a casa y hay un abuelo o abuela
cuya mente tal vez ya no está lúcida o, no sé, ha perdido algo de su habilidad
para hablar y te quedas con él o ella, estás ‘perdiendo el tiempo’, pero esta
‘pérdida de tiempo’ fortalece a la familia humana”.
Destacó que la exposición a la decadencia y la fragilidad enriquece
a los jóvenes. También ha aseverado que de manera recíproca “hay un regalo
en ser mayor, comprendido como abandonarse a uno mismo y ponerse al cuidado de
los otros”.
Desde que sufrió la ruptura de ligamentos de la rodilla,
Francisco ha tenido que depender de otras personas para moverse (al
principio, se dice que de manera renuente). Aunque sus discursos se inspiran en
gran medida en las lecciones de las figuras bíblicas, también los ha nutrido
con sus propias experiencias. “¿Me lo dices a mí? Yo tengo que ir en una silla
de ruedas, ¿eh? Pero así es ahora, así es la vida”, manifestó en un discurso.
Si bien Francisco aún usa en ocasiones un bastón, (“Creo que
puedo hacerlo”, indicó sobre caminar para saludar a los periodistas en el avión
a Canadá), parece haber aceptado las ventajas de una silla de
ruedas. Tras dirigirse a una congregación compuesta en su mayoría por
personas indígenas en una iglesia de Edmonton, disfrutó de verdad el recorrido
entre los fieles que lanzaban gritos en el exterior y causó una escena caótica
cuando su asistente inclinó la silla de ruedas para bajarlo de una acera.
El martes en Lac Sainte-Anne, el mayordomo papal lo llevó
en la silla de ruedas a la orilla del lago, abrió los reposapiés para que sus
pies pudieran tocar el lugar sagrado y dio unos pasos para atrás mientras
Francisco rezaba solo.
Rochelle Knibb, de 50 años, una católica del pueblo cree,
permaneció de pie a unos metros de distancia con su madre, Margaret, de 74
años, quien portaba una venda en su brazo. “En nuestra cultura, ponemos primero
a nuestros mayores. También lo hace el papa”, relató Knibb y agregó que vio los
rostros de todas las personas de edad avanzada en la cara del pontífice.
Knibb concluyó: “Las personas lo están cuidando y eso es
bueno. Eso es lo que también quiero para nuestros mayores”.
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