Fuente: ABC
Por: José Ramón Navarro-Pareja
27/06/2022
El secretario saliente, Luis Argüello, en una reciente rueda de prensa en la sede de la Conferencia Episcopal - EFE
«Se busca joven obispo auxiliar, o titular de una diócesis pequeña, cercana y bien comunicada con Madrid para cargo de alta responsabilidad y visibilidad pública». Desde que la semana pasada se anunció el nombramiento de Luis Argüello como arzobispo de Valladolid, este cartel bien podría recibirle en la cristalera de la sede de la Conferencia Episcopal, en la calle Añastro de Madrid. Ante su nueva responsabilidad, Argüello ya anunciado su intención de dejar anticipadamente la secretaría general del Episcopado, que tendrá que buscarle un sustituto en la próxima asamblea plenaria, prevista para noviembre.
Cinco meses por delante que dan para mucho en el juego de candidatos, quinielas y especulaciones para un cargo que, en la práctica, es el número dos del Episcopado, ya que es miembro de todos los órganos de decisión y el responsable directo de la 'fontanería' de la Conferencia.
Incluso llega a tener más visibilidad pública que el propio presidente, al asumir las funciones de portavoz.
El sustituto natural de Argüello sería un obispo, pero no sería extraño que un sacerdote ocupe el cargo, con la particularidad de que tendría voz pero no voto. Ya ocurrido en tres ocasiones, aunque dos de ellos acabaron siendo elevados al episcopado en la fase final de su mandato. En cierta forma es la salida natural después de cinco años (o diez si es reelegido) para un sacerdote que ha participado en todas las reuniones de la plenaria, la permanente y la ejecutiva y tiene más información sobre la Iglesia española que la mayor parte de los obispos titulares.
Sin embargo, nada impide, según los estatutos, que la secretaría general de la Conferencia Episcopal la ocupe un laico o incluso una mujer. Una decisión que iría en consonancia con las recientes conclusiones del Sínodo que el cardenal Omella llevará a Roma, y que señalan la importancia de una mayor «corresponsabilidad de los fieles laicos» y la necesidad de dar un mayor reconocimiento al «papel de la mujer en la Iglesia».
De hecho, ya existen precedentes. La religiosa Anna Mirijam Kaschner es secretaria general de la Conferencia Episcopal Escandinava desde hace años. También, desde febrero de 2021, Beata Gilles es la secretaria general del episcopado alemán. Una decisión de los obispos teutones que fue interpretada como un intento mejorar la imagen pública de la Iglesia alemana —muy afectada por los casos de abusos— y de frenar la sangría de fieles, que, a través del impuesto religioso, repercute de forma directa en una merma de ingresos.
En ese sentido, uno de los nombres que suenan para sustituir a Argüello es el de Raquel Pérez Sanjuán, la consagrada teresiana que dirige la Comisión para la Educación y Cultura de la Conferencia. Pérez Sanjuán asumió esta responsabilidad hace dos años, pero lleva mucho más tiempo vinculada a la Conferencia.
En febrero de 2021, la entonces ministra de Educación, Isabel Celaá, la incorporó al Consejo Escolar de Estado. Un reconocimiento que, sin embargo, no es bien visto por una parte de los obispos, que en aquellos momentos mostraban su desagrado con las decisiones que estaba tomando en el ministerio de Educación de la actual embajadora ante la Santa Sede.
Si finalmente los obispos no imitan a sus colegas alemanes, los candidatos que responden a la descripción que encabeza el artículo son pocos. El auxiliar de Toledo, Francisco Díaz Magán, es uno de los que reúnen las condiciones, si hacemos la salvedad de que un obispo de 60 años debe ser considerado joven. Fue consagrado el pasado enero, por lo que acaba de iniciar su carrera episcopal y sería muy extraño un cambio de sede en los próximos años. Sin embargo, su candidatura es débil porque no goza de un fuerte respaldo del sector mayoritario de la plenaria.
Otra posibilidad es que la secretaría la ocupe alguno de los auxiliares de Barcelona —el AVE acorta distancias— o Madrid —el cardenal Osoro lleva un tiempo promoviendo, con escaso éxito, a José Cobo—. Pero al tratarse de un obispo sumaría un voto en la Permanente y la Ejecutiva, lo que podría deshacer el frágil equilibrio de fuerzas en la velada disputa que mantienen los cardenales Omella y Osoro.
Quedaría la opción de un sacerdote y, en ese sentido, el mejor situado es el actual número dos de Argüello, el vicesecretario general, Carlos López Segovia. Este experto en derecho canónico lleva ocho años en el cargo y ha tenido un papel relevante en la negociación, con el Gobierno, sobre los bienes inmatriculados. Hay quien también ubica entre los candidatos, con escasa convicción, a Luis Manuel Romero, responsable de apostolado seglar en la Conferencia y que ha aprovechado su papel al frente del equipo sinodal para cobrar un cierto protagonismo intraeclesial.
En todo caso, como en la mayoría de las decisiones en que están implicados los obispos, la posibilidad para la sorpresa quedará abierta hasta el último momento. Habrá que esperar hasta noviembre cuando la asamblea plenaria, que se reúne del 21 al 25, valore y se pronuncie sobre la propuesta de la Comisión Permanente. Será entonces cuando quede desvelado si el nuevo rostro de la Conferencia Episcopal tiene rasgos femeninos.
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