Eduardo Escobés
12/04/2022
En la mesa, de izquierda a derecha, José Alberto Vicente, sacerdote diocesano, promotor del acompañamiento, estos últimos años, a más de 1.400 subsaharianos en colaboración con la comunidad cristiana de San Antonio de Etxebarri; Araceli Ruiz Laña, moderadora del encuentro y miembro de la comunidad cristiana de Sestao y Miguel Angel Esnaola, sacerdote diocesano en el valle de Carranza (Bizkaia) y, en su día, secretario del hermano Roger (Taizé)
Hace unos pocos días José Alberto Vicente y Miguel Angel Esnaola compartían las experiencias de vida que les han determinado en su manera de ser curas. Lo hacían en un evento abierto organizado por el colectivo “Berpiztu Kristau Taldea” en la parroquia de la Inmaculada Concepción, en Bilbao, convocado para reflexionar colectivamente sobre qué tipo de cura necesita en este momento la Iglesia diocesana de Bilbao.
A lo largo de la reflexión, abierta al diálogo entre las personas asistentes, se lanzaron claves como la importancia de estar presentes en el mundo de hoy, la necesidad de la oración y reflexión a través de la acción directa y el valor que tiene, para un cura y una comunidad creyente, participar como uno más, junto con el resto de agentes (sociales, políticos, económicos), en la dinamización de la vida del barrio o del municipio en el que se está presente. Porque la vida de ese lugar, su mejora, también es objetivo y sentido de la presencia de la comunidad cristiana y del cura que es parte de ella. Dice el Papa Francisco que “todo está conectado” (Laudato si, 240), nada le puede resultar ajeno.
También se planteó con fuerza, en un momento sinodal como el que vive nuestra iglesia con el que dice querer superar las dinámicas clericales, la necesidad de pasar del concepto de parroquia al de comunidad, y de hacer que la realidad de las calles y plazas esté presente en el templo que reúne y convoca a la comunidad creyente para celebrar. Sólo de esa forma la celebración será, realmente, una experiencia de encarnación real al estilo de Jesús de Nazaret y podrá transitar, a partir de las diferentes vivencias, hasta ese Cristo resucitado que nos presenta un modelo de ser y de estar en el mundo.
En la conversación se recordó la importancia de la escucha profunda y activa del Espíritu tanto a través de la oración y la celebración como de la implicación y participación. Además, se señaló la necesidad de un buen acompañamiento al cura que ha de ser realizado, principalmente, en el marco de una comunidad y de su presencia vital (no esporádica), también en su fase formativa como seminarista, en entornos vitales normalizados donde viven las mujeres y hombres de hoy. En definitiva, un acompañamiento y una experiencia “en medio del pueblo de Dios”.
El diálogo se dirigió, también, al modelo de Iglesia que se busca. Porque el tipo de cura que se necesita en la diócesis de Bilbao va a la mano del tipo de Iglesia y de comunidad que se necesita o se quiere impulsar en esta diócesis para las próximas décadas. Un modelo que está por construir y que requiere de grandes dosis de atrevimiento, audacia y creatividad. Para no repetir modelos caducos que ya no sirven o realizar sólo pequeños remiendos a lo que necesita de una renovación en profundidad. Por eso es imprescindible que ésta sea la prioridad en este tiempo y en todos los esfuerzos que se realicen en los consejos y órganos de participación y de diálogo de la diócesis de Bilbao. Ya no hay tiempo para distraerse con asuntos de segundo nivel.
Es, por eso mismo, momento de leer, a la luz de los tiempos y del Espíritu, el texto del evangelio: “Nadie echa un remiendo de paño sin cardar a un vestido viejo; de lo contrario lo añadido tira de ello, lo nuevo de lo viejo, y se hace un rasgón peor. Nadie echa vino nuevo en odres viejos; de lo contrario, el vino revienta los odres y se echan a perder odres y vino. A vino nuevo odres nuevos” (Marcos 2, 21-22). Y de ponernos a la par de Nicodemo cuando se preguntaba, ante Jesús, “¿cómo se puede nacer de nuevo siendo viejo? (Juan 3, 4).
Finalmente, como fruto del evento se compartió y promovió la siguiente declaración, que será remitida al Obispo de Bilbao y difundida públicamente:
Qué curas necesita nuestra diócesis
Hoy, 7 de abril de 2022, reunidos en la parroquia de la Inmaculada Concepción del barrio bilbaíno de Basurto, el colectivo “Berpiztu Kristau Taldea”, con seguidores y seguidoras de Jesús del lugar y también de otros, venidos de diferentes sitios de Bizkaia, nos sumamos a quienes, queriendo superar el actual modelo de Iglesia, clerical y patriarcal, no solo apoyan el pleno reconocimiento y dignidad de las mujeres en una institución eclesiástica que las invisibiliza, sino que reivindicamos, de manera particular, su acceso a todos los servicios y ministerios, incluido, por supuesto, el sacerdotal, así como a todos los espacios de decisión y organismos que, dentro de nuestra Iglesia, aseguren su completa igualdad con los varones.
Además, nos sumamos a todos los partidarios y partidarias de impulsar una doble vía de acceso al ministerio sacerdotal (célibe o casado, hombre o mujer), y a quienes promueven una nueva forma de ser “sacerdotes de la comunidad”, especialmente en aquellas parroquias condenadas a vivir sin la celebración eucarística o a vincularse en las llamadas “unidades pastorales” por una ausencia desmedidamente prolongada de presbíteros.
Pero conscientes de la inviabilidad canónica, hoy por hoy, de estas propuestas, queremos dirigirnos a nuestro Obispo para que abra un diálogo sinodal en el que pueda participar todo el pueblo de Dios en Bizkaia y en el que, por lo menos, sea posible discernir el perfil humano, espiritual, teológico, pastoral y eclesial que consideramos necesario impulsar tanto en la formación de los nuevos presbíteros diocesanos seculares como en la formación permanente de los que ya lo son.
También le íbamos a solicitar que -prolongando una tradición en nuestra diócesis, interrumpida en los últimos veinticinco años- no solo consultara a los órganos oficiales de corresponsabilidad diocesanos, sino, igualmente, a los diferentes consejos pastorales en los territorios sobre la persona que pudiera ser el Rector de nuestro Seminario los próximos 5 años, como máximo. Por lo que sabemos, no ha actuado de esta manera. Entendíamos que no hacerlo así, sería un modo de proceder clericalista que buscamos superar. Visto que no ha procedido de esta manera, solo nos queda desearle que haya acertado en la decisión tomada, esperando que, efectivamente, se abra un nuevo tiempo para nuestro seminario y, sobre todo, para nuestra diócesis porque hemos acordado, de manera sinodal, el tipo de presbítero que consideramos necesario promover y favorecer. E, igualmente la pastoral vocacional y la ministerialidad laical que es preciso promover.
A la espera de que abra ese tiempo sinodal que le proponemos, le manifestamos que nos gustaría conocer su parecer sobre la posibilidad de que el proceso formativo de los futuros presbíteros diocesanos se desarrolle no tanto en un edificio separado con presencias puntuales en nuestras comunidades, cuanto en el seno de las parroquias que conforman nuestra diócesis y que el grupo de formadores y formadoras del Rector (por supuesto, éste último, itinerante) quede conformado por los equipos ministeriales de los territorios en los que los seminaristas viven durante su proceso formativo.
Berpiztu Kristau Taldea
Parroquia de la Inmaculada Concepción
de Basurto (Bilbao)
Bilbao, 7 de abril de 2022
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