martes, 15 de febrero de 2022

¿Y si el 'Praedicate Evangelium' fuera una estratagema como el lienzo de Penélope?

Fuente:   Il Seismografo

14/02/2022

 


Como adelantábamos, recogiendo información de diversas fuentes, el Motu Proprio número 48 del pontificado, con el que el Papa Francisco modifica la estructura interna de la Congregación para la Doctrina de la Fe (pasando de 4 Oficinas a solo 2), llegó hoy al mediodía. Nadie se esperaba un documento tan importante de este carácter jurídico ya que, según dijo el Pontífice en la entrevista a Cope (1 de septiembre de 2021), el texto de la nueva Constitución Apostólica "Praedicate Evangelium" estaba completo y por tanto estaba leyendo el último borrador. Es decir, la promulgación de la Constitución que sustituye al “ Pastor Bonus(28 de junio de 1988), de hecho obsoleta debido a varios cambios, modificaciones y reformas muy importantes introducidas por el Santo Padre Francisco en la estructura curial a partir de 2013, estaba cerca. De la nueva Constitución se esperaba que fuera un documento de máxima autoridad, un resumen jurídico global de las reformas deseadas por el Papa y entre ellas, por supuesto, también la de la Curia romana que Francisco siempre ha criticado duramente. Parecía un tema muy privado. El Consejo de Cardenales, al menos por lo que aparece en los 39 comunicados de prensa emitidos, esencialmente nunca se ocupó de este asunto, mientras que en cambio se ocupó mucho de otros dicasterios.

Tras la Secretaría de Economía, el Dicasterio para la Comunicación, el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral y otros cambios tanto canónicos y legislativos como administrativos y reglamentarios, llega ahora la reforma ("modificación de la estructura interna") de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Y es una auténtica sorpresa que, poco a poco, seguro ofrecerá otras. Todas estas reformas o cambios sustanciales se han hecho siempre con un motu proprio. Como ya se mencionó, en casi 9 años de pontificado hay 48 de estos textos, que tratan no sólo de la cuestión de las reformas sino también de otros asuntos y todos se refieren a decisiones relevantes e incuestionables.

Evidentemente hay reformas y cambios que pueden considerarse un buen acierto. Sin embargo, muchas de estas reformas están fracasando. Algunas se han convertido en fuentes de peleas, disputas y luchas internas. Otras aún no revelan eficacia y eficiencia al mismo tiempo que facilitan la burocratización excesiva, el despilfarro de recursos y un verticalismo alucinante.

En torno a estos cambios chocan grupos, grupos, consorcios y lobbies que no escatiman métodos y herramientas de lucha. El clima es pesado. La tendencia de muchos es no participar, cumplir con el deber (salario mínimo) y luego "desconectar". El hechizo y la mística han terminado. El encanto ha desaparecido.

El Papa Francisco a veces parece querer buscar consenso, apoyo y aliento más allá de las barreras. Por las cosas que dice a menudo en los últimos tiempos, parece que siente el peso de la indiferencia dentro de la Iglesia.
La Iglesia con Francisco está en el centro de un proceso muy difícil, controvertido, polémico, sin proyectos declarados con apertura y parresia. La práctica de actuar de forma oculta, sin transparencia -un gravísimo pecado secular de la Iglesia católica y que la pedofilia demuestra que lo está pagando muy caro- en los últimos años ha maldecido todo y lo ha complicado.

Un ejemplo clamoroso son estas reformas, kársticas, sin explicación, no compartidas, al contrario de lo que afirma una ya célebre frase -"caminar juntos"- con rostro sinodal. Cada vez es más frecuente que no entendamos qué está pasando, dónde está la verdad, por qué se hacen unas cosas y otras no, quién, cómo y cuándo manda, qué poderes tienen las jerarquías y cuáles son los tantos círculos mágicos, pequeños y grandes, quienes son yque título tienen los consejeros detrás del trono.

El "caminar juntos" sinodal, la parresía y la transparencia, en verdad y sinceramente dicho hoy en la Iglesia, son más palabras y frases que reales, tangibles y visibles. El “Pueblo santo de Dios”, formado por personas con igual dignidad ante Dios, todos hermanos, y no paquetes para ser movidos según ciertos algoritmos, ignora sensacionalmente lo que sucede en su Iglesia y por eso les cuesta acompañar los necesarios procesos de reformas con vigor, fuerza y ​​entusiasmo.

La crisis es grave, muy grave. Es lo que lleva a fingir, a ser colectivamente "muchas máscaras y pocas caras" como dijo Luigi Pirandello.

Por eso pensamos que la Constitución Apostólica " Praedicate Evangelium " se ha convertido en una artimaña: siempre lista pero nunca publicada porque, como Homero escribió en la Odisea sobre el lienzo de Penélope: " El día brilló, tejió la red. Magnífica; y luego la deshizo de noche. En la luz cómplice de los rostros mudos ".

 

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