Fuente: El País
Felipe Betim
São Paulo - 28 jun 2021
Las encuestas señalan que el presidente ultraderechista pierde apoyo en favor de su rival en el sector que se le consideraba más leal
“Rezo oraciones por Bolsonaro a diario. Esa pandemia no tiene nada que ver con el Gobierno, y cuando surgió creíamos que fuera cosa del apocalipsis”, dice una señora, que pide no identificarse, al salir de un culto evangélico en Baixada do Glicério, un barrio obrero en la zona céntrica de la ciudad brasileña de São Paulo. En un tono elogioso, menciona que el presidente Jair Bolsonaro es evangélico —en realidad, fue bautizado en la fe católica— y comparte los mismos valores que ella. A su lado, una amiga escucha atentamente y asiente. Pero, al final, confiesa: “El año que viene voto por Lula”.
Testimonios como estos, a veces contradictorios y que se inclinan hacia dos espectros políticos radicalmente opuestos, no son insólitos. A poco más de un año de las elecciones de 2022, la entrada del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (Partido de los Trabajadores, PT) en la carrera al Palacio del Planalto —después de que el Tribunal Supremo anulase sus condenas por corrupción— amenaza al ultraderechista Bolsonaro incluso en el sector que se considera ampliamente como el más leal al actual mandatario: los cristianos evangélicos. Son unos 30% de los más de 210 millones de brasileños. En 2018, votaron en un 70% por el candidato de derechas que, durante la campaña. llevó el debate político al campo moral, al centrar su discurso en los valores de la familia cristiana conservadora, en contraposición a unas izquierdas más preocupadas por los derechos de las minorías.
Sin embargo, según algunos analistas, la exitosa fórmula de 2018 puede no ser suficiente para 2022. El coronavirus ha matado ya a más de 500.000 brasileños y elevado la tasa de desempleo a un nivel superior al 14%. El hambre vuelve a asolar los hogares, mientras la inflación consume los parcos ingresos de estos tiempos tan duros. Mientras tanto, la vacunación contra la covid-19 camina muy despacio a raíz de los errores cometidos por el gobierno de Bolsonaro, con su gestión errática y negacionista de la crisis sanitaria. Por ello, es probable que el debate en la próxima campaña presidencial se centre en temas como la sanidad y la economía. “El Brasil post-pandémico será el caos. Muchos comerciantes bajaron sus persianas y la economía no va a mejorar”, opina Kaiala dos Santos, de 25 años, asidua de la iglesia evangélica Asamblea de Dios.
Dos Santos trabajaba como cajera en una tienda de comida rápida hasta comienzos de 2021, cuando fue despedida y se sumó a la masa de parados. “Los únicos que están contentos hoy en Brasil son los ricos”, asegura. Sin trabajo y embarazada, fue a vivir en casa de una correligionaria de su iglesia, junto a sus dos hijas, de 7 y 3 años. Cree que Bolsonaro “hizo bromas con la pandemia” y no ve un horizonte fácil. Pero ya sabe cómo votará en 2022: “Dicen que Bolsonaro nos dio la ayuda de emergencia [por la pandemia], pero Lula o cualquier diputado harían lo mismo en esa situación”, explica. “Bolsonaro puede incluso aumentar el [programa de ingreso mínimo] Bolsa Familia, pero el pueblo sabe que fue Lula quien lo creó”, zanja.
Una visión diferente tiene Simone Pereira, otra fiel de la Asamblea de Dios. Respalda el discurso oficial del Gobierno al decir que la economía estaba empezando a mejorar antes de la pandemia. “La economía va mal ahora, pero el Gobierno no tiene nada que ver con eso. En cuanto se acabe la pandemia, las cosas volverán a mejorar”, opina. Como trabajadora del comercio, vivió de cerca el vaivén en las medidas de restricción y la consecuente pérdida de clientes y facturación. Lamenta el número elevado de parados – unos 15 millones –, pero también espera más ofertas de trabajo el próximo año. “Con eso creo que la popularidad de Bolsonaro volverá a subir también”, añade.
La disputa en 2022 se prevé reñida. La última encuesta de la empresa Ipec, publicada el pasado 25 de junio, mostró a Lula con un tranquilo liderazgo del 49% de las preferencias y posibilidades de ser elegido sin necesidad de segunda vuelta. Además, entre el electorado evangélico el expresidente aparece nueve puntos por delante de Bolsonaro: un 41% para el candidato de PT, contra un 32% del actual mandatario sin partido. Ya otra encuesta, llevada a cabo por la sociedad Atlas Político, que tiene una metodología diferente, señaló en una investigación demoscópica hecha para EL PAÍS el pasado 7 de junio que Bolsonaro todavía se mantiene muy por delante del expresidente entre el electorado evangélico. Mientras el primero marca un 54% de los votos válidos en la primera vuelta, Lula obtiene un 31%, y los demás electores se reparten entre otros posibles candidatos. “Hay un deterioro general del Gobierno, incluso en el seno de los evangélicos. Pero siguen siendo el grupo con lo cual el presidente tiene más diálogo”, explica Andrei Roman, director ejecutivo de la encuestadora Atlas. “Si Bolsonaro no alcanza con retener ni a los evangélicos, entonces todo estará perdido para él”, añade.
Ese es un punto central, que ya obliga los principales candidatos a mover ficha. El pasado lunes, 21 de junio, el precandidato a presidente por el Partido Demócrata Laborista (PDT), Ciro Gomes, grabó un vídeo de dos minutos exaltando los valores cristianos y cómo la política se debe guiar por ellos. Con la Biblia en una mano y la Constitución en la otra, recordó: “Brasil es una República laica, pero estos dos libros no son incompatibles.” Dos días después, tras vencer otra batalla en el Supremo Tribunal Federal, que confirmó la anulación de las sentencias del exjuez Sergio Moro contra el expresidente, tocó a Lula dejar su mensaje dedicado al público cristiano. En su perfil de Twitter, escribió: “Dios estuvo a todo momento en las cosas que he vivido; incluso en mi prisión”. Más adelante, disparó contra el actual presidente: “Si Dios simboliza el amor, la fraternidad y la bondad, Bolsonaro no puede ser un enviado de Dios”.
El pastor Edson Rebustini, de la Iglesia Bíblica de la Paz, ve difícil revertir el apoyo de los evangélicos a Bolsonaro. Señala dos motivos básicos para que sigan respaldando al presidente. “Creo en él como un político sincero, una persona honesta. A veces él desorbita, tira unas palabrotas, habla lo que a la gente no le gusta escuchar, pero él es así”, argumenta. “Además de la integridad, los evangélicos lo apoyan mucho a raíz de sus valores conservadores, en pro de la familia”. Por ser también el presidente del Consejo de Pastores de São Paulo y tener contacto con líderes de todo el Estado, cree que su opinión es compartida por la amplia mayoría de los evangélicos. “Son más de 600 municipios, y un 99,99% de las personas que oigo están dispuestas a votar a Bolsonaro otra vez”, explica.
Pese a ese apoyo, él no se dice bolsonarista, porque, asegura, no apoya al presidente cuando se equivoca. “Las izquierdas solo defienden a quien también es de izquierdas”, señala. Discrepa de Bolsonaro, por ejemplo, cuando disuade del uso de mascarillas o elogia al expresidente Fernando Collor. “Pero las izquierdas hoy defienden temas que los evangélicos no apoyan”, añade, en referencia, sobre todo, al conservadurismo de ese electorado y su postura contraria a asuntos como el aborto.
La estrategia del PT
El Partido de los Trabajadores sabe que parte de su estrategia para 2022 pasa por entender las numerosas demandas de los electores evangélicos y por tender puentes hacia ellos. No es un problema nuevo para el partido. Ya en 1989, cuando Lula disputó la presidencia por primera vez, la Iglesia Universal del Reino de Dios, del obispo Edir Macedo, uno de los mayores cultos evangélicos de Brasil, asoció la imagen del candidato izquierdista a un anticristo. La cercanía con ese electorado solo vendría en la segunda vuelta de las elecciones de 2002, para ganar aún más fuerza en los años siguientes, en las disputas en las urnas de 2006 y 2010, cuando los evangélicos le entregaron al PT la mayoría de sus votos. Fue en ese período también que el bloque parlamentario evangélico ganó fuerza y expresión nacional. El matrimonio llegó a su fin en las elecciones de 2014, cuando se difundieron rumores de que el gobierno de Dilma Rousseff estaba preparando materiales de información sobre la homosexualidad en las escuelas, el llamado kit gay. En aquel año, más de un 50% del electorado evangélico apoyó al socialdemócrata Aécio Neves contra Rousseff, quien, sin embargo, resultó reelegida.
Desde entonces, la distancia entre el PT y los evangélicos no ha hecho más que crecer. Pese a ello, Lula dejó la prisión en noviembre de 2019 explicando que, al largo de los 580 días en que estuvo detenido en los calabozos de la Policía Federal en Curitiba, veía programas religiosos en los canales abiertos de televisión y había llegado a entender la capacidad de convencimiento de sus líderes. El expresidente está además reiterando en entrevistas que las izquierdas tienen que volver a entenderse con ese segmento, un propósito liderado por personas de su partido como la diputada federal Benedita da Silva, exgobernadora de Rio de Janeiro, y André Ceciliano, presidente de la Asamblea Legislativa del mismo estado. Durante una visita a Rio de Janeiro a principios de junio, Lula mantuvo un encuentro (que no se hizo público) con Manoel Ferreira, obispo principal de la poderosa Asamblea de Dios de Madureira, según informó el diario Folha de S. Paulo. La reunión ocurrió en una finca rural de Ceciliano, con la presencia de Benedita y la presidenta nacional del PT, la diputada Gleisi Hoffmann. Según Folha, Lula manifestó su deseo de tener a un evangélico como compañero de candidatura, pero el obispo, de 89 años, le contestó que esa misión debería corresponder a su hijo Samuel Ferreira, quién hoy comanda la Asamblea de Dios de Madureira y apoya a Bolsonaro.
Otro político que también está contribuyendo en el acercamiento a los evangélicos en el Estado de Río, base electoral del clan Bolsonaro, es el alcalde de la ciudad de Maricá, Washington Quaquá. “Un 50% de nuestros afiliados son evangélicos, gente del pueblo, de la periferia. Con eso ya habría bastante para formar una iglesia, una de las mayores de Brasil”, explica. Y sigue: “Defiendo que organicemos nuestra base evangélica, como hicimos con el movimiento sindical y el movimiento de los sin-tierra en la década de los ochenta, en una teología solidaria, verdaderamente cristiana”, propone.
¿Y cómo podría darse tal organización? “Además de la discusión de las necesidades prácticas de la vida, de las pautas económicas, Cristo era más próximo de las tesis colectivas, distributivas y de la tolerancia que de su contrario. Pero ésa es una discusión que el PT aún no abrazó”, argumenta. Quaquá también opina que la sociedad ha cambiado y que las iglesias evangélicas igualmente representan un espacio de socialización, como fueran en los ochenta las comunidades de base de la Iglesia católica. “Hace falta que rescatemos una teología cristiana generosa, colectiva, tolerante, para contender la hegemonía cultural de las clases populares. Solo la derecha lo hace”, concluye.
¿Recuerdos de bonanza o de corrupción?
Otro ingrediente que tiene muchas posibilidades de desempeñar un papel en las elecciones de 2022 es la memoria. “Antes, yo tenía acceso a muchas cosas y podía comer. Hoy un saco de arroz vale 30 reales [unos 5 euros], el aceite y las alubias salen a 10 reales”, se queja Kaiala dos Santos. La calidad de vida también se deterioró mucho para Marcos Xavier, de 35 años y asiduo de la iglesia Dios es Amor. Hace poco más de 10 años, él vivía en Alagoas, su Estado natal, en el noreste de Brasil, y con su trabajo llegaba a cobrar unos 6.000 reales (1.000 euros al cambio actual) al mes. “Antes teníamos crédito, pudimos comprar a plazos un coche kilómetro cero. Así también financié una tienda”, recuerda. Hoy, tras tener algunos problemas familiares y otros relacionados con el consumo de alcohol y drogas, trabaja como vendedor ambulante y vive en un centro de acogida del Ayuntamiento.
En 2018, Marcos dio su voto a Bolsonaro. “Al menos él no está envuelto en ningún caso de corrupción. Sé que su hijo [el senador Flavio Bolsonaro] está envuelto en la rachadinha [desvío de sueldos de asesores parlamentarios], pero no tiene nada que ver con el Gobierno. Es un hombre adulto”, argumenta él en defensa del actual presidente. Por otro lado, reclama que Bolsonaro ha tratado de “gobernar solo”. Para 2022, buscará sobre todo experiencia. “Votaré a Lula, creo que tiene más picardía, sabe hablar con diputados y senadores para obtener lo que es mejor”, añade el hombre, revelando el pragmatismo de un electorado complejo y diverso, que compone las clases sociales más bajas y presenta demandas que sobrepasan el espacio de la iglesia que frecuentan.
El pastor Edson también cree, así como Simone, que la economía tendrá resultados positivos el año que viene y que eso se reflejará en la popularidad de Bolsonaro. “¿Lula cogió una fase buena, eh?”, dice. Sin embargo, apunta a otro tipo de memoria: las denuncias de corrupción durante los gobiernos del PT. “No nos debemos olvidar de lo que pasó hasta hace poco”, defiende. Recuerda que responsables de finanzas e importantes líderes del PT, como el mismo Lula, estuvieron en la cárcel. “El listado es largo. ¿Cómo voy a querer qué vuelvan al poder? Nuestra alternativa es Bolsonaro, porque no queremos que vuelva la corrupción”. Preguntado sobre las sospechas de actos ilícitos que recaen sobre ministros del Gobierno y del senador Flavio Bolsonaro, asegura defender que todos sean investigados.
El voto del evangélico
El politólogo Vinicius Valle, doctor por la Universidad de São Paulo y autor de Entre a religião e o lulismo (editorial Recriar) (Entre la religión y el lulismo), explica que el electorado evangélico tiene prioridades distintas en las elecciones para puestos legislativos o ejecutivos. En el primer caso, vale más la lógica de buscar a un igual, con los mismos valores. “La iglesia está muy cerca de las personas. Y es en medio de esa fuerte socialización que surgen los candidatos evangélicos. Están allí, en su comunidad, circulando y dejándose ver como personas de un universo próximo”, explica. Para el poder Ejecutivo, sin embargo, la lógica es buscar a alguien que pueda administrar a la sociedad como un todo y manejar cuestiones como economía y trabajo. “Por la cuestión económica, los evangélicos tienden a alejarse de Bolsonaro. Están sufriendo con falta de empleo, tienen su vida material afectada. Hay un esfuerzo del presidente de alejarse [de esos problemas], pero está cada vez más difícil mantener esa narrativa”, argumenta Valle.
Otra cuestión en juego es que Lula, por su capacidad de comunicación y su historia, puede “subvertir” la brecha izquierda/derecha e ir más allá de su campo ideológico, según Valle. ¿Pero cómo van a reaccionar los pastores frente a sus fieles que prefieren al candidato del PT? “Una cosa es el pastor famoso, otra es el pastor allá del barrio. Las iglesias tienen la capacidad de moldearse a la realidad local, de ofrecer un tipo de discurso, un tipo de culto”, explica. “Si un pastor le habla a un fiel que cambió su discurso o que recibe el [programa] Bolsa Familia, no quiere asumir el riesgo de perder a aquel fiel. Es un mercado religioso”, señala.
Por otra parte, la antropóloga Jacqueline Teixeira, doctora en antropología social e investigadora del Núcleo de Antropología Urbana de la Universidad de São Paulo, entiende que el sentimiento de rechazo al PT seguirá fuerte en el sur y sureste de Brasil, sobre todo en zonas como el interior de São Paulo, poco marcado por gobiernos locales progresistas en comparación, por ejemplo, a la capital del mismo estado. “En esos lugares, aunque las personas le den la espalda a Bolsonaro, no necesariamente están pensando en Lula”, afirma.
Otro lastre para las izquierdas son las llamadas pautas morales o identitarias, como el matrimonio homosexual y el feminismo. “Esa pauta de las moralidades, que ya tenían fuerza en el ámbito legislativo, entró con todo en el Ejecutivo. Como es una gramática que construye entorno político, hay probabilidades de que eso siga y comparta el escenario con los temas de salud, economía o educación”, explica. Para esos casos, añade Quaquá, para el dirigente del PT en Rio, valen una vez más las enseñanzas de Jesús: “El evangélico puede discrepar, pero si él se guía por el Nuevo Testamento y por la enseñanza de Cristo, tiene que respetar”, argumenta. Y dispara contra los líderes evangélicos: “Lo que hacen Silas Malafaia [de la Asamblea de Dios], Macedo [de la Universal del Reino de Dios] y esos farsantes es pisotear el Nuevo Testamento y reafirmar el Viejo. Olvidan que Cristo vino al mundo para establecer un nuevo paradigma religioso”.
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