Fuente: DW (Justicia Social)
El impacto del nuevo
coronavirus es más profundo en los más vulnerables. La clase social determina
la probabilidad de contagio, el curso de la enfermedad y la tasa de mortalidad.
Y a ello se suman otras desigualdades.
El nuevo coronavirus
tiene la capacidad de infectar a cualquiera, pero su impacto no es el mismo en
todos. Desde un punto de vista social, la pandemia ha expuesto de forma
descarnada las sangrantes desigualdades de América Latina y el Caribe, que se
traducen en mayores probabilidades de contagio, más dificultad para acceder a
un test de coronavirus, consecuencias más graves del patógeno en el cuerpo y
una mayor tasa de mortalidad.
Además, las restricciones impuestas por los distintos países y su impacto en la economía afectan de manera más profunda a los más vulnerables. "En América Latina están algunas de las ciudades más pobladas del mundo en desarrollo, lo que incide en la rápida expansión del virus. Alrededor de la mitad de los trabajadores de la región son informales, lo que significa que no tienen protección social. Aunque ha habido ayudas, tienen que salir a buscarse la vida. Además, hemos estimado que un tercio de las personas de la región no tiene acceso a internet, y solo un tercio del decil más pobre dispone de un seguro de salud", dice a DW Simone Cecchini, responsable de la división de Desarrollo Social de la CEPAL.
COVID-19 y asentamientos populares
Los asentamientos populares son una de las máximas expresiones de la desigualdad social en las ciudades latinoamericanas. Aproximadamente el 20 por ciento de la población urbana de la región vive en estas comunidades. "Cuando habitas un territorio donde no tienes acceso a agua potable o saneamiento y donde no puede haber distanciamiento social debido al hacinamiento, es imposible pensar que el virus pueda tener el mismo impacto que en otras personas", dice a DW Fernanda Arriaza, directora de Gestión Comunitaria de la ONG Techo e investigadora a cargo del estudio "El COVID 19 en los asentamientos populares", llevado a cabo en 9 países de la región.
Fernanda Arriaza
La pandemia también ha puesto a prueba la frágil estructura económica de los habitantes de estos asentamientos. "Es difícil quedarse en casa si el sostén del hogar está en la actividad informal", continúa Arriaza. ¿Son conscientes estas personas de su propia vulnerabilidad? "Totalmente", asegura. "Hay un reconocimiento muy evidente que trasciende el análisis conceptual sobre qué es y cómo afecta la pobreza. Esa pobreza tiene un rostro, tiene emociones, tiene luchas, demandas, aspiraciones y esperanzas, y eso se ha traducido en acciones que estas mismas personas han promovido y que nos han permitido llegar a ellas. También hay un fuerte impulso para superar esa vulneración de derechos".
Según el estudio llevado a cabo por Techo, gran parte de los habitantes de los asentamientos analizados conocían la existencia de programas de ayuda por la pandemia de los Gobiernos de sus respectivos países, pero la mayoría no se había visto beneficiada por ellos. Fernanda Arriaza comenta que son programas que "no fueron abordados con un enfoque de derechos humanos, que tenga en cuenta a las mujeres, las personas con diversidad sexual o con algún tipo de discapacidad, los más vulnerables entre los vulnerables".
Las comunidades más excluídas sufren más
Y es que los desequilibrios sociales se cruzan con otras desigualdades, como las de género y etnia. "Al paralizarse la actividad económica, salen muchas más mujeres que hombres de la fuerza de trabajo", dice Simone Cecchini, de la CEPAL. "En 2019, su tasa de participación laboral era del 52 por ciento y en 2020 baja al 46 por ciento. Las mujeres se hacen tradicionalmente cargo del trabajo no remunerado en los hogares y, con el cierre de escuelas, ellas se ocuparon del cuidado de los hijos y de los enfermos", prosigue Cecchini.
La desigualdad étnica también se hizo más patente durante la pandemia: "Analizando los datos de contagios y muertes por COVID-19 en Brasil, los resultados de la población afrodescendiente son peores que los del resto de la población. Y las poblaciones indígenes viven en zonas sin acceso a la salud", apunta el experto de la CEPAL. Por otro lado, no hay que olvidar a los niños. "En América Latina, ellos son los más pobres. No pueden ir al colegio, algunos son abandonados y hay riesgo de que aumente el trabajo infantil", dice Cecchini, quien llama a construir un futuro más justo. "La desigualdad causa estragos en América Latina siempre, pero más en tiempos de pandemia", sentencia.
(ers)
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