NOTA: En el equipo de mantenimiento del BLOG hemos llegado a entender que, en las circunstancias que nos envuelven (el CONFINAMIENTO POR «COVID-19») bien podríamos prestar el servicio de abrir el BLOG a iniciativas que puedan redundar en aliento para quienes se sientan en soledad, incomunicadas o necesitadas de expresarse.
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Fuente: diario vasco
Por: MAITE SAEZ DE OLAZAGOITIA | EDUCADORA
Viernes, 4 diciembre 2020, 07:03
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Escribimos todavía conmocionados por el fallecimiento repentino del exvicario general de Bilbao Ángel María Unzueta; una gran pérdida en la medida en que ha sido un auténtico referente de la Iglesia vasca en las últimas décadas. Las personas que firmamos este artículo pretendemos poner las luces largas y mostrar nuestra preocupación con el rumbo de nuestras iglesias señalando la necesidad de abordar un cambio en profundidad del modelo.
No podemos permanecer ajenos/ as a los cambios de obispos que se están produciendo y se van a producir en nuestras diócesis. Adentrándonos en esta senda, reconocemos la urgencia de volver a ilusionar a las comunidades cristianas mediante nuestra participación en las decisiones de todo lo que nos afecta, en una Iglesia más sinodal, empezando por los nombramientos de nuestros respectivos obispos. Procedimiento que defendemos aunque los obispos nombrados, de forma vertical y sin consulta al Pueblo de Dios, fueran de nuestro agrado. Asimismo, la permanencia en el ministerio episcopal debería ser por un tiempo determinado. De este modo, evitaríamos que ejerzan durante décadas obispos que han demostrado no tener cualidades para el desempeño de esta tarea.
Pensamos que se deben revisar, por lo menos en nuestras diócesis, los procedimientos jurídicos actuales en los que no se garantiza el derecho a una defensa y a un juicio imparcial. Hay que erradicar cualquier atisbo de arbitrariedad y unilateralidad. El obispo no puede ser en una Iglesia corresponsable y sinodal, a la vez, fiscal, abogado y juez.
Además, es necesario generar procesos dinámicos y participativos en nuestras iglesias locales tales como la puesta en funcionamiento de asambleas diocesanas en las que sea posible diagnosticar, proponer y votar lo que nos parezca oportuno para no acabar siendo un residuo sino un resto esperanzado y significativo.
Vemos con mucha ilusión y esperanza el movimiento 'Revuelta' con el objetivo de erradicar la vulneración de derechos humanos de las mujeres en la Iglesia y de integrar en la misma la teología feminista; o la plataforma 'Voices of Faith' que convoca a un sínodo a las católicas de todo el mundo con el fin de conseguir el pleno reconocimiento y dignidad de las mujeres. Un grito, dicen, contra una institución clerical y patriarcal. Consideramos urgente exigir la plena igualdad de la mujer en el interior de la Iglesia, incluido el acceso al sacerdocio en las mismas condiciones que los varones. También consideramos innecesario exigir el carácter obligatorio del celibato en el acceso al ministerio ordenado.
Igualmente, creemos urgente la revitalización de la vida comunitaria propiciando nuevas formas de servicio, favoreciendo que las propias comunidades elijan a sus ministros/as en caso de ausencia prolongada o imposibilidad de ser atendidas de manera debida. Con el horizonte, siempre, de comunidades abiertas al diferente.
Y junto a ello, siguiendo un procedimiento ya ensayado en el postconcilio entre nosotros/as, los diferentes consejos deben dejar de ser meramente consultivos y pasar a ser decisorios, salvando la unidad de fe y la comunión eclesial. Hay que dejar atrás la concepción del laico como mero colaborador del clero, para defender la plena corresponsabilidad entre todos los bautizados/ as.
No podemos delegar cómodamente en el Papa Francisco toda la responsabilidad en las reformas que hoy necesita la Iglesia. La Iglesia vasca, al igual que lo están haciendo otras iglesias locales en el mundo, debe salir de su zona de confort y ponerse a la cabeza con valentía en el impulso a la renovación propiciada por el último Concilio, y que hoy es más necesaria que nunca.
En los días en los que hemos celebrado la Jornada mundial por los pobres y recordamos el Pacto de las Catacumbas (1965) queremos manifestar nuestra voluntad de recibir creativamente el Vaticano II en conformidad con lo que entendemos que es el punto central de dicho Pacto de las Catacumbas, que no es otro que poner nuestras comunidades al servicio de la justicia y de un orden social nuevo, dando prioridad a los pobres, trabajadores y sectores económicamente débiles y vulnerables.
Finalmente, creemos que, en este tiempo de pandemia, en el que se desmoronan tantas certezas, nos toca reinventarnos y repensar lo que debemos hacer y cómo lo podemos hacer. Y frente a un modelo netamente clerical y muy poco participativo, sabemos que no queremos ser meros convidados de piedra.
*Firman además:
Javier Madrazo
(filósofo),
Javier Elzo
(sociólogo),
Mari Jose Arana
(teóloga),
Kontxi Bilbao
(psicóloga), Jaime Tapia (juez)
y
Feli Regúlez
(auxiliar de enfermería).
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