jueves, 10 de septiembre de 2020

El suicidio de dos sacerdotes en Francia resucita el debate sobre la soledad de los curas

NOTA:    En el equipo de mantenimiento del BLOG hemos llegado a entender que, en las circunstancias que nos envuelven (el CONFINAMIENTO POR «COVID-19») bien podríamos prestar el servicio de abrir el BLOG a iniciativas que puedan redundar en aliento para quienes se sientan en soledad, incomunicadas o necesitadas de expresarse.

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Por: Mélinée Le Priol
En LA CROIX
(De VN)
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“¿Hemos podido nosotros, los responsables, escuchar su sufrimiento?”, tuiteó el Marc Stenger, obispo de Troyes –al norte del país–, tras el suicidio de dos sacerdotes en Francia el 21 y 23 de agosto, en las diócesis de Langres y Metz. Estos presbíteros eran Jacques Amouzou, acusado desde hace dos años de comportamiento inadecuado a una mujer a la que acompañaba espiritualmente y el dinámico cura Thierry Min que vivía, según los que le conocieron, los estrado de la soledad. Nadie en su entorno lo advirtió, pero el silencio en lo que se desarrolló su muerte puede esconder situaciones complejas, según revela un amplio reportaje de La Croix.

“La trampa para un sacerdote es dar más de lo que recibe”, confiesa el padre Raymond, quien en 2015 sufrió unas crisis por agotamiento. “Me estaba carcomiendo, me cerré en mí mismo”, señala, ya que se dio cuenta de que tenía cercanía con los fieles pero no contaba con amigos íntimos. Y es que la vivencia de distintos problemas psíquicos sigue siendo tabú en la Iglesia y con los fieles. De hecho, uno de los problemas es que no se es claro. “Cuando se trata de la depresión, hablaremos de la fatiga, para ser prudentes”, señala René Pennetier, delegado del clero de la diócesis de Nantes a La Croix.

 

Búsqueda de amistades profundas

A esto se suma que entre los sacerdotes también, estas situaciones son a veces difíciles de compartir. Mientras se multiplican la reuniones sobre las dificultades del trabajo pastoral no se afrontan cuestiones de la “vida personal”, lamenta la psicóloga Marie-Françoise Bonicel, que ha acompañado en sus procesos a algunos curas. Y es que muchas veces se ve que la terapia no es compatible con la fe, aunque este pensamiento va cambiando en las generaciones más jóvenes de sacerdotes o seminaristas.

Para Pascal Wintzer, arzobispo de Poitiers, es fundamental “cultivar amistades fuera de la diócesis”. Un prelado que ante distintas dificultades personales no duda en “aconsejar este o aquel terapeuta conocido por la diócesis” a los sacerdotes. “Es esencial cultivar amistades con sacerdotes o laicos fuera de la diócesis, por ejemplo, los que conozco durante mis años de estudio. Incluso si todos estamos abrumados, debemos dedicar tiempo para ir a verlos”, recomienda.



 

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