UN DESPIDO EN JAKINBIDE - LIBRERÍA DIOCESANA DE BILBAO
Cualquier persona que lleve trabajando en
la misma empresa muchos años merece una consideración a la hora de finalizar su
relación laboral porque en todos esos años se han tenido que establecer otras
relaciones personales además de las estrictamente laborales que obligan a
mostrar el agradecimiento de los dueños y de los compañeros cuando llega el
momento de poner fin a su trabajo. Es una “buena práctica” que aún se mantiene
en muchas empresas aunque en otras muchas se ha ido sustituyendo por un simple
y frío comunicado en el que se detallan las condiciones del despido o de la
jubilación. Cuando así sucede la persona trabajadora se siente humillada y
herida en su dignidad. Aunque las causas que lo justifiquen sean legales y las
condiciones económicas que se le ofrecen sean beneficiosas, el trabajo humano es
más que un empleo; mucho más que un salario, y al perderlo, la persona pierde
inevitablemente algo muy importante porque el trabajo que hacemos, nos hace y
configura nuestras relaciones sociales. Como ya lo decía Engels: “el trabajo es la condición básica y fundamental de toda
la vida humana”. Si a esta pérdida se añade la falta de reconocimiento de
su dedicación profesional, la persona trabajadora se irá a su casa pensando que
para su empresa, ella habrá sido como un mueble envejecido que se desecha o
como una máquina averiada que se sustituye por otra más moderna y rentable.
Esta consideración humana del trabajo es
la que está en juego en las contrataciones laborales que se establecen desde el
marco neo-liberal capitalista en el que se valora la mano de obra como un coste
a reducir para hacer competitivo el producto y aumentar el beneficio. En el
mundo obrero también, inducido por la cultura capitalista, se ha ido perdiendo
la dignidad del trabajo hasta valorarlo sólo o principalmente por el salario
que se consigue.
El magisterio del Papa Francisco,
siguiendo la Doctrina Social de la Iglesia, no ha dejado de proclamar la
relación íntima entre la persona y el trabajo denunciando el sistema económico
mundial que ha puesto en el centro al dios dinero y ha desplazado al hombre y a
la mujer como si fueran piezas de un engranaje que pueden ser descartadas
cuando no sirven al sistema. Por el contrario, la Iglesia proclama que la
persona es lo primero y esa primacía se muestra en un trabajo decente donde debe
ser reconocida su inviolable dignidad.
Todo esto que la Doctrina Social defiende
es lo que, a veces, nos cuesta poner en práctica a las mismas instituciones de
la Iglesia Católica, como ha sucedido recientemente con el despido de una
trabajadora de Jakinbide, la librería diocesana de Bilbao.
Después de trabajar más de 40 años, se le
convoca al Obispado y allí, sin previo aviso ni diálogo, sin recabar previamente
la opinión del gerente de la librería, le presentan los papeles para que firme
su despido cobrando el paro hasta que pueda pasar a la jubilación. Al parecer
el negocio de la librería llevaba años con pérdidas y el número de empleados
parecía excesivo para el volumen del negocio, por lo que se decidió prescindir
de la persona que suponía un mayor coste y estaba en mejores condiciones para soportar
el despido. Pero, nada de esto justifica el modo “inhumano” que se ha utilizado
para comunicárselo. Los modos son importantes porque muestran la consideración
que nos merecen las personas.
Este modo de proceder no es correcto y,
además, no tiene explicación razonable porque primero, tendrían que haber
tratado con todos los trabajadores de la situación de la librería porque ellos
forman parte de la empresa y son los primeros interesados en su futuro. Y
además, ¿qué impedimento había para que el Obispo o uno de sus vicarios se lo hubieran
comunicado personalmente mostrándole el agradecimiento de la diócesis por el
servicio prestado? No digo que le hubieran hecho un regalo, que no hubiera
estado de más, pero un momento tan importante para ella merecía otro respeto. Nada
de esto se ha hecho y por eso, muchos amigos de Consuelo, al conocer su situación,
hemos acudido a despedirle y agradecerle las atenciones que de ella hemos
recibido siempre que hemos acudido a la librería.
A ella le echaremos de menos y a los que
gestionan la economía de nuestra diócesis les echamos en cara esta forma de
actuar que no es humana ni cristiana.
Juan Mari Lechosa
Miembro del equipo de Pastoral Obrera de la diócesis de Bilbao.
Esta noticia-sorpresa enciende mi indignación.
ResponderEliminarSeguro: los que han participado en este despido no son clientes de los de entrar por la puerta de la calle en Jakinbide.
Antes incluso que las relaciones económicas están las humanas. Sin ellas, la propia economía se convierte frecuentemente de herramienta en espada.
¡Y la relación laboral! ¡Ese entramado de humanidad, trabajo y dignidad!
La librería no es sólo economía. Pero, aun si se le mira a este despido de Jakinbide desde ese punto de vista, quienes lo han firmado no se han dado cuenta de los “metros cúbicos de librería” que ha hecho volar esta bomba.
A ver si tengo suerte y despierto mañana con la noticia de que el relato de Juan Mari está equivocado.
Consuelo, un beso.
Pues con toda razón mi tristeza al enterarme, para mi era la persona de referencia dentro de la tienda, si algo he necesitado ella ha sido mi consejera ,..., Una gran pérdida, no solo personal, porque quién la ha despedido no ha tenido en cuenta que es una GRAN Profesional.
ResponderEliminar¿Alguien llamará la atención a quien haya procedido de este modo? Debieran hacerlo los responsables diocesanos que le han elegido y contratado, sino la responsabilidad será también suya.
ResponderEliminarUn abrazo Consuelo, gracias por tu profesionalidad y tu humanidad en el trato siempre cercano. Muchas personas agradecemos sinceramente tu compromiso con la evangelización.
Hago mío el texto de Juan Mari Lechosa, si hay decisiones de unos que resultan traumáticas para la afectada, la comunicación formal no es moralmente suficiente. Un abrazo Consuelo
ResponderEliminarHago mía la reflexión de Juan Mai Lechosa. Comunicar formalmente una decisión que resulta traumática para la afectada carece de legitimidad moral. Un abrazo Consuelo
ResponderEliminarAurreko guztiek idatzitakoarekin bat nator.
ResponderEliminarEskerrik asko Consuelo zure lan eder eta laguntzagaitik.
Josefe