NOTA: En el equipo de mantenimiento del BLOG hemos llegado a entender que, en las circunstancias que nos envuelven (el CONFINAMIENTO POR «COVID-19») bien podríamos prestar el servicio de abrir el BLOG a iniciativas que puedan redundar en aliento para quienes se sientan en soledad, incomunicadas o necesitadas de expresarse.
___________________________________________
Marije Goikoetxea y Javier Yanguas
José Mari Alemán (en DV)
¿LA SALUD DE QUIEN ESTAMOS DEFENDIENDO?
DESIGUALDADES SOCIALES Y SANITARIAS EN TIEMPO DE PANDEMIA
1. TIEMPO DE DELIBERAR PARA DECIDIR
Eudil Carbonel, co-director de los yacimientos de Atapuerca, piensa que la
catástrofe humanitaria que estamos viviendo es uno de los pocos momentos de la
historia en que se pone en peligro “la especie humana”. De pronto somos
conscientes de nuestra fragilidad como humanidad y de nuestra interdependencia,
Nuestra pretendida y sobrevalorada autonomía moderna,
tantas veces malentendida como autosuficiencia, parece que no es suficiente
para el mantenimiento de lo más básico y perentorio: VIVIR.
La palabra CRISIS significa etimológicamente “decisión”; Es el tiempo para
DECIDIR qué debemos de hacer, es el tiempo de la ÉTICA, de la RESPONSABILIDAD,
de ver lo que está ocurriendo y reconocer cuáles son los VALORES
imprescindibles a preservar ahora, en este tiempo extraordinario, y después,
para avanzar como humanidad. Es el tiempo para escuchar, dialogar y DELIBERAR,
para encontrar respuestas y soluciones PRUDENTES, como diría el profesor Gracia
Guillén ([1]); es el tiempo de acordar como comunidad humana, como sociedad, qué
VALORES Y VIRTUDES debemos cuidar, proteger, desarrollar y crear. Es el tiempo
de proponer lo que nos parece que es BUENO.
22 personas interesadas por la ética, principalmente profesionales de los servicios sociales y sanitarios[i], hemos intentado darnos cuenta y comprender lo que estaba ocurriendo.
Ampliando la mirada, más allá de la necesidad de UCIs y respiradores, hemos
tratado de VISIBILIZAR por qué estaban sufriendo las personas. Tras reconocer los hechos que generan incertidumbre y dolor, hemos
indagado en sus porqués desde diferentes perspectivas e interpretaciones y nos
hemos atrevido a proponer algunas orientaciones para algunos de los problemas
que hemos descubierto. Porque somos AGENTES MORALES, también en
esta situación extraordinaria, hemos de procurar lo éticamente correcto, las
propuestas óptimas para respetar la dignidad y los derechos de todas las
personas y colectivos.
Si comprendemos la salud como forma de vivir autónoma, solidaria y gozosa,
según la define nuestra Ley de Salud Pública, es algo más que sobrevivir, es
algo más que no enfermar; salud es tener capacidad de desarrollar un proyecto
personal y social, ser solidarias con las personas que nos rodean, de amarlas,
de no abandonarlas. Es capacidad de cuidar, y cuidarnos.
2. EL AISLAMIENTO TOTAL COMO RESPUESTA
UNICA y HOMOGENEIZANTE PARA UNA SOCIEDAD DIVERSA Y CON GRAVES DESIGUALDADES
Entendemos y consideramos que ha sido correcta la medida de confinamiento
de la población en esta situación. Pero reconocer y estar atentos a los daños
que puede provocar, forma parte de nuestra salud moral y de la obligación de
los/as profesionales.
Sabemos cuáles son los factores principales que inciden en sus
consecuencias: la voluntariedad o no del mismo; la capacidad de comprender la
situación asumiendo que tendrá un final para poder tolerar la incertidumbre; el
acompañamiento que otorga seguridad frente al miedo; la experiencia de
confianza o de desconfianza; y el contar con los recursos suficientes para
cubrir las necesidades básicas…
Se ha argumentado insistentemente que el Bien común en situación de
emergencia justifica la falta de atención al bien particular y la restricción
de derechos individuales, dando por supuesto que lo común (vivir) es igual en
toda la ciudadanía. Sin embargo, La pandemia ha puesto en evidencia las
desigualdades existentes anteriormente que NECESARIAMENTE diversifican la afectación
de la enfermedad, y de las medidas propuestas, y como consecuencia el confinamiento no ha sido el mismo vivir confinado en todas las
personas. Han emergido precarias situaciones de pobreza, la
brecha digital, económica y social de niños y niñas, el hacinamiento, la
infravivienda… Por eso vemos necesario
perfilar algunas situaciones donde el aislamiento debe de ser
establecido con cautela, y establecer con claridad criterios de
flexibilización, de compensación o de apoyos en algunas personas que lo pueden vivir con gran sufrimiento, o que les puede generar daño.
3. LA JUSTICIA COMO CRITERIO EN LAS
POLÍTICAS SANITARIAS Y DE SERVICIOS SOCIALES
Esta crisis saca a la luz la debilidad de los avances conseguidos en las
políticas de coordinación entre las prestaciones sanitarias y de servicios
sociales, en la asunción de la función, también cuidadora, del sistema de
salud, en el modelo dominante biomédico y centrado en el hospital, que ha
dejado de lado la atención comunitaria de la atención primaria y
también los cuidados básicos, responsabilidad de los servicios sociales.
El reconocimiento de la IGUAL DIGNIDAD es la que fundamenta la igualdad de
derechos de la ciudadanía, también en esta situación de alarma que estamos
viviendo. Desde siempre, y también ahora, han existido modos de tratamiento y
relación que quebrantan la dignidad: cuando las personas son tratadas como un puro medio (se las utiliza, se las explota), como un no valor (molestan y se las
discrimina) o como un disvalor (por ser una carga, modelo eugenésico) (Etxeberria, 2005)[2]:
Son varias las personas o colectivos[3]
que han alertado del aumento de la APOROFOBIA (discriminación por ser pobre),
GERONTOFOBIA (discriminación por edad) Y DEFICIENTISMO (discriminación por
discapacidad) y queremos hacernos eco de ello. En concreto, queremos
visibilizar a las personas en situación de exclusión social, mujeres y familias
migradas o con empleos precarios, a las personas mayores, personas con
discapacidad, enfermedad mental, TEA, adicciones, personas privadas de
libertad, víctimas de violencia de género, niñas y niños, familias vulnerables
que viven con alta precariedad, …
El desarrollo en las últimas décadas de los servicios de atención a
personas vulnerables y en situación de exclusión, por parte del estado, como
expresión de justica, puede haber debilitado la conciencia de ligazón y ob-ligazón de las personas dentro de los contextos
de apoyos naturales: familias, vecindario, amigos/as, etc. La pandemia está
poniendo en escena los límites y contradicciones del propio sistema. Un
problema muy importante que puede generar, si no se aborda convenientemente, es
un debilitamiento de la cohesión social y abandono y discriminación de las
personas más vulnerables.
En este escenario reconocemos el valor de personas voluntarias que de
manera libre y solidaria se han ofrecido gratuita y altruistamente a ayudar en
lo que fuese necesario.
4. MORIR Y HACER DUELO EN TIEMPOS DEL COVID
En estos meses de pandemia han muerto muchas personas como consecuencia del
contagio del Virus Covid-19, (a 27 de abril, 1.269 personas fallecidas con
enfermedad confirmada en Euskadi, y 23.822 en España). La falta de respuesta a
los tratamientos intensivos, y en algunos casos el no ser candidatas a ellos,
requeriría, como marca nuestra legislación, una atención propia para bien morir
que claramente ha sido deficitaria en muchos de los casos.
La centralización de la asistencia sanitaria en los tratamientos agudos e
intensivos, la atención telefónica de atención primaria en los domicilios, la
prohibición de visitas y acompañamiento familiar a las personas enfermas en hospitales
y centros residenciales, y la falta de cualificación y de recursos necesarios
en determinados lugares, para unos correctos cuidados paliativos, han sido las
causas principales de este mal morir. El fallecimiento de una persona es algo
único que no se puede posponer para cuando la crisis pase, ni se puede
recuperar, y que aunque parezca que no deja consecuencias negativas, puede
dejar graves huellas emocionales en las personas allegadas, y dificultar el
duelo posterior.
Se comprenden las limitaciones en esta situación por los riesgos para la
salud pública, pero no podemos olvidar los derechos de las personas al final de
la vida, recogidos en nuestro marco legislativo, y que deben por todos los medios, intentar garantizarse.
5. LAS OBLIGACIONES ÉTICAS DE LOS/LAS PROFESIONALES Y LA
RESPONSABILIDAD CIUDADANA
Los colectivos profesionales, asistenciales y de servicios, han demostrado
gran integridad y compromiso en esta crisis. La responsabilidad profesional
emerge en las personas que han cultivado determinados valores y modo de
concebir su profesión. Quienes no han cultivado dichos valores y virtudes no es
fácil que estén dispuestas a arriesgarse. Por eso han existido casos de
personas que no han cumplido con lealtad aquello a lo que se habían
comprometido previamente con la sociedad.
Han existido conflictos de carácter ético (y en ocasiones también legal)
entre la responsabilidad de atención a la población, y la seguridad y el
cuidado de su salud. No está bien abusar del carácter vocacional y solidario, y
permitir que las personas trabajen en condiciones límites y/o de desprotección
o sobreexponerlas a la fatiga y al burnout. Tampoco es correcto en virtud de la
propia seguridad, negarse a atender necesidades que no pueden ser prestadas a
través del teletrabajo. Como siempre, los extremos no suelen ser la mejor
opción en situaciones de conflictos de valor. Creemos que ha
faltado la deliberación para poner en marcha cursos de acción que distribuyeran
los equipos de protección en función del riesgo y no del estatus o la categoría
profesional y facilitaran el acompañamiento personal y emocional de los/las
profesionales.
No es menos importante, hablando de responsabilidad y de solidaridad, la
excelente respuesta de la mayoría de la población “quedándose en casa” con lo
que ello supone no solo de aislamiento y pérdida de relaciones sino, en
muchísimos casos, de pérdida del propio sustento. Queremos subrayar la
necesidad que tenemos las personas de cumplir con nuestras propias obligaciones
morales, independientemente de nuestra condición social y de salud. Es
comprensible que dichas obligaciones se vean limitadas si su cumplimiento puede
suponer un riesgo contrastado y demostrado para terceras personas. Si no es
así, se podrá aconsejar y recomendar a la población determinadas medidas y
orientaciones para el cuidado de la salud, pero no se pueden imponer
coactivamente, más en el caso de que supongan una limitación de sus derechos.
¿Y AHORA QUÉ? MIRANDO AL FUTURO
Próximamente vamos a iniciar la fase de desescalada, es decir, de ir
retomando poco a poco la normalidad, con prudencia, para seguir vigilando la
extensión del virus, pero reconociendo y confiando en la
responsabilidad ciudadana en la gestión de su salud, sin discriminación por
edad y respetando la autonomía personal, que no es otra cosa que la capacidad
de cumplir con las propias obligaciones morales.
Hemos aprendido mucho en estas semanas, muchas cosas buenas, pero también
cosas que pueden mejorar y es nuestra obligación intentarlo seriamente si de
ello depende que las personas, todas, podamos vivir decentemente. Compartimos a
continuación lo más importante de lo aprendido en nuestro grupo:
·
Que si tratamos a todas las personas
igual, faltaremos a la equidad y al reconocimiento de que la igual dignidad
merece igual estima y consideración, pero no hacer lo mismo.
·
Que hay personas que tienen serias
dificultades para ser reconocidas como sujetos de derechos.
·
Que la salud es vida autoinsuficiente
con significado, que necesita relación y compromiso.
·
Que las ayudas de emergencia, no pueden ni deben de ser, en una sociedad justa, el modo habitual de enfrentar
el empobrecimiento de las personas, por lo que se debe de garantizar una renta
básica a toda la ciudadanía que asegure unos mínimos de vida saludable.
·
Que hay servicios esenciales que no se
pueden sustituir por teletrabajo.
·
Que en cualquier momento podemos morir y
que no es lo mismo morir bien que mal, porque morir siempre es con-morir, como vivir siempre es con-vivir.
·
Que la “crisis de los cuidados” y el
“envejecimiento de nuestras sociedades”, nos han devuelto la conciencia de que
las relaciones comunitarias en los entornos naturales son imprescindibles.
·
Que es urgente poner en marcha un sistema eficaz y
suficientemente dimensionado de servicios sociales.
·
Que hay compromisos y lealtades,
profesionales o voluntarias, que no se pagan con “salarios”, sino con
“honorarios”, es decir con reconocimiento social.
·
Que el lucro y la distribución
desigual de los bienes básicos escasos, es inmoral e injusto.
·
Que la justicia requiere trasparencia,
argumentación, conocimientos y deliberación entre diferentes perspectivas.
30
de abril de 2020
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Identifícate con tu e-mail para poder moderar los comentarios.
Eskerrik asko.